VENECIANAS XXIV: BECQUER Y VENECIA

VENECIANAS XXIV: BECQUER Y VENECIA
Gustavo A. Bécquer, como todo buen romántico, atraído por lo misterioso y sugestivo no pudo por menos que dejarse envolver por el encanto de la ciudad lacustre. Desconozco con exactitud si el poeta posó alguna vez su pie en la Serenísima, pero lo cual, en cualquier caso, no fue óbice para dejarse fascinar por el peso de su historia y de su leyenda. Para el autor de la Historia de los templos de España, Venecia hubiera supuesto un filón inagotable de donde extraer esa esencia enriquecedrora de su inspiración.

Desconocía, digo, cualquier tipo de relación entre el poeta sevillano y la ciudad de la laguna, pero recientemente, en las obras completas editadas por Cátedra, he descubierto dos articulos, publicados en su día en el Museo Universal, donde se depeja esta vinculación. Uno está dedicado a la isla de San Lazaro degli Armeni, que seguramente jamás visitó, pero sobre la que desmenuza su historia apoyándose en exhaustivas fuentes bibliográficas; en el otro, se esmera en la descripción admirada de Ca´Foscari. En ambos, el poeta deja entrever su fascinación entre sorprendida y maravillada por la ciudad adriática. Quizá el poeta, si hubiera visitado Venecia y por extensión el resto de Italia, habría dado un giro sustantivo en su concepción y convicción estética; el poeta consagrado a la vetustez de las nostalgias góticas, se hubiera abierto a esa luz algo más paganizada del esplendor itálico.

Quién sabe, tal vez el entusiasta que escudriñó con minuciosa y deslumbrante pluma San Juan de los Reyes, se hubiera extasiado con el fasto bizantino de San Marco, leyendo en el misterio de sus mármoles y piedras con más brillante agudeza acaso que Jhon Ruskin. El que supo describir con estremecido pálpito la magia legendaria, silenciosa y elocuente al mismo tiempo, de los rincones toledanos, hubiera experiementado, sin duda, una transfiguración maravillada al vadear sobre una góndola el sugerente misterio romántico de los escondidos canales, de los vetustos palacios, de las magníficas iglesias, en ese entorno único que prefigura el milagro de Venecia.

HOMBRE ESPIRITUAL U HOMBRE BIOLOGICO

HOMBRE ESPIRITUAL U HOMBRE BIOLOGICO
Este dilema ha llenado el pensamiento del hombre en las últimas centurias, por no decir que tal conjetura se remonta a milenios.

Una figura colosal se alzó en el firmamento de la historia, Jesucristo, y dejo bien definida la finalidad espiritual del hombre. Con su presencia sobre la tierra da al universo un sentido más allá de la propia subsistencia. La resolución de los enigmas existenciales se halla en los cielos, esa prolongación eternal que da razón y justificación a nuestra vida indescifrable y perecedera. Solamente a través de Él podemos, recorriendo su camino de perfección, descifrar el sentido de nuestra vida, que no es otra que Jesucristo, la misma Vida.Porque por medio de ese nuevo nacimiento espiritual que alumbra esos indicios del hombre nuevo, ese hombre perfeccionado en Jesucristo, unido a Él y por medio de Él, con el Padre, alcanza plenitud y sentido. Cuál puede ser el destino del hombre sino la realización en Dios, penetrar en esa eternidad del tres veces Santo, donde toda voluntad tiene cumplimiento y cuya gloria rebosa de plenitud el universo.

Sobre ese otro hombre biológico nos hablaron de sobra durante los prolegómenos de nuestra contemporaneidad; nos hablaron tanto que acabamos creyéndolo. Tal hombre es hijo de esa concepción parcial del mundo y de la vida, el materialismo. El materialismo lo engendraron esos filósofos que por medio de una confusa dialéctica negaron la conciencia de su propio sí mismo. Se convencieron de que su propia veracidad era más real que la del cosmos. Uno de los padres de eso otro hombre nuevo fue Darwin, quien leyó a través de sus conjeturas biológicas el libro de la vida y encadenó al hombre en el cerco de unos límites despiadados, en los que creyó reconocer su propia libertad. Siguiendo esa lectura parcial e intrerpretando las leyes del mundo natural, esa nueva realidad desde que Hegel desvinculó al espíritu de la historia, reconocimos los albores de ese nuevo superhombre que proclamaba Nietzsche, bajo cuya doctrina se hizo añicos el hombre, el nuevo, el viejo y aun la misma vida. Y echando un retrospectivo vistazo a ese desolado y desolador paisaje de después de la batalla, no nos queda más que confiar en la promesa: "Los cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará".

RECORDANDO A PIERRE LOTI

RECORDANDO A PIERRE LOTI
Leo en estos días una obra de uno de esos escritores menos conocidos, cuya memoria ha sobrevivido a trancas y barrancas el paso del tiempo. He llegado a su obra por referencias de figuras tan decisivas como Gaugin o Van Gogh, o por su complicidad con el libreto de cierta ópera que se cuenta entre mis predilectas: Madame Butterfly.

Pierre Lotí forma parte de ese grupo de escritores marineros, como Melville, London, Conrad, que supieron dar a sus relatos esa fascinación que concita el hecho del viaje. A través de la descripción de esos paisajes lejanos e inhabituales llegaron al descubrimiento de ese otro paisaje, el interior, poblado de panoramas tan enigmáticos como las espesas selvas de los trópicos o las sensuales costas de las islas paradisíacas.

Como digo, llegué al conocimiento de Lotí mientras penetraba en la tortuosa biografía de Gaugin, que desmenuza Vargas Llosa en su novela El Paraíso en la otra esquina, y en donde se hace referencia a la novela Rarahu o el Matrimonio de Loti, por medio de la cual el pintor descubrió el anhelado paraíso tahitiano. Rastreando biografías del escritor francés, me tropecé con la sorpresa de que su novela Madame Crisantemo había inspirado a los libretistas que idearon ese universo emocionante y lánguido de Madamne Butterfly, al cual la música de Puccini lo penetra con la más honda transcendencia, creando un lugar de referencia en los dominios de la belleza.

La mirada de Lotí respecto al Japón, en Madame Crisantemo, es menos romántica que la propuesta pucciniana; se recarga de ironía y sabe deslindar su belleza impresionista, similar a la instantánea de sus lacas,como sabe permanecer despierto ante sus lacras pesumbrosas de civilización dormida. Al escritor le sugiere el país sentimientos duales, contradictorios, aunque alcanza a atrapar en la fugaz momentánea, inpregnada de pintoresca poesía, ese paisaje mudable de inquieta belleza tan dificil de atrapar, que subyuga al europeo y que define el espíritu oriental. Ese moderno Ulises errante, que encarna la aventurera personalidad de Loti, estará dispuesto a dejarse fascinar por los reconditos paraísos, pero también sabrá hurtarse de la llamada embriagadora y seductora de Calipso, pese a que tal huída le condene a una vida perpétuamente errante.