LOS ELEMENTOS

LOS ELEMENTOS

 La luz despierta el alma del mar,

la llena de ensueños, de promesas,

de melancolía, de olas que se alzan

y sucumben en espumas

espontáneas con coralino bullir .

Por fin, avanzando la mañana,

el sol derrama todo el esplendor

sobre la inquieta extensión de plata,

con el nervio marino reconociendo 

la frescura de la brisa, agitando

espumas que luchan contra las rocas

como adversos elementos

que buscan la reunión tras la discordia.

Materias encontradas

como cuerpos entregados

que aguardan los frutos amorosos 

con frenesí de besos blancos,

de abrazos azulados, remolinos

que estrechan el cuerpo de su confín.

Ya los rayos lamen la piedra húmeda 

de la escollera, su brazo prominente

penetra el seno de agua

y apunta a las nubes preñadas

de levante, mientras en sus relieves, 

pacientes, vigilan los cormoranes.

Olas de incesante galopar

se mezclan en tonos de acuarela

revelando el secreto de marino azul,

su impenetrable profundidad de abismo,

moradas de silencio donde el tiempo

deshilacha sus segmentos

en el vértigo eterno de su densidad.

Caricia de mar, de sol temprano

cuando aún el día no enseña su calado

y la mirada se colma de celajes

y brillos, de indecisas lejanías

donde la lluvia se anuncia 

y el viento impulsa las ráfagas

y el sol irradia la ternura del efebo.

Playa de otoñal melancolía

(salvo alguna presencia solitaria),

de arenas blandas, que en rachas

el aire barre. Canción arcaica

de sonido originario, extensión

convulsa de materia, rumorosas olas,

silbar del céfiro, crujir de rocas

que el astro abrasa. Mañana blanca,

humedecida aún por lluvia que escampa;

la lontananza de mar inmenso

circundado de montañas; inabarcable cielo

que aún recuerda de la noche los luceros. 

Color y geometría. Superlativos planos

donde los elementos se conjugan.



A esa alma

A esa alma

 A esa alma que a mí alma ha desdeñado,

por qué la aguardo aceptando su desdén.

Ese anhelo que mis días malograron

y en la espera de las noches perdió su fe.

De esos besos que mis labios no gustaron

y de ese abrazo que nunca me estrechó,

jamás su ausencia los sueños completaron

ni el recelo de perderla mermó su temor.

Esos días son recuerdos malgastados,

decididos propósitos que nunca dieron a luz 

y cuya urgencia tantea con dedos desesperados

la presencia que ansiaron y nunca llenaste tú.


Ese afán con que persigo

Ese afán con que persigo

 Ese afán con que persigo,

esa pugna extraordinaria,

en el tiempo que no cae

como hoja que el viento arrastra.

Esa franja bermeja que alarga

embebiéndose de tarde candente,

mientras escucha un oboe. Distancias.

Como un presentimiento vago

de esos pasos que cruzan 

alarmando en lo íntimo del alma,

con un eco de nostalgias,

con rumor  de palabras contritas

trituradas entre lágrimas.

¿ Me llamará mañana

esa voz que hace tiempo

no siento, compartirá

conmigo complaciente compañía?

Hay quien dice que oí

rumor de pájaros, arrullos

de paloma retozando en la ventana,

o ¿ era la soledad de la mañana?

Pero no sé quién lo dijo,

 ni si verdaderamente lo oí.

Hay quien cree que estoy perdido,

que me tiene atrapado

ese tejido de sueños,

volubles como auspicios,

jadeos, leve murmullo de palabras,

suspiros que no se llega a articular

y no dejan de ser viento,

ilusiones, esperanzas,

memorias de viejos pergaminos,

sonidos sin significados vivos...

DESNUDEZ

DESNUDEZ

 Alguna vez he soñado

que caminaba desnudo,

y todos, a mí paso,

se fijaban en la lacra

de mi impúdica nudez.

Porque, por encontrarte,

mi alma he desnudado;

pero al no sentirse

por tu amor arropada,

se ha creído blanco 

de todas las miradas,

rea de muchas culpas,

por toda puya escarniada

huérfana...en soledad

Sentirse presa indefensa

entre las garras de ese anhelo

y someterse al servicio

de su influjo en lo secreto

cumple la ceremonia de mi credo.

Persigo ese rastro venerado

en el laberinto del afecto, 

su resplandor en el misterio

solapado de la entraña.

Apagar en él esa sed que sólo sacia

El dulce flujo de esa fuente

cristalina y mansa.


Momento musical

Momento musical

 Rastreo en los grandes almacenes

en el estante de cedés de  clásica

por si descubro alguna pieza codiciada.

La impresión que se destaca

es que de cuanto escarbo nada complace.

Todos son solistas y directores sin morbo,

o desconocidos que pugnan por alcanzar relumbrón.

Una cosa es cierta: el tiempo pasa.

Ya no se encuentra las grabaciones memorables

que alegraban el alma del melómano. 

Discos que veneraban los diletantes 

como el solar de Akenatón.

En otro tiempo tuve un guía veterano

que aleccionaba mi musical ignorancia.

Me encaminó a apreciar la grabación en vivo

de la artificiosa en estudio elaborada.

En aquellos tiempos resonaban nombres

que conducían con olímpica batuta:

Walter, Furtwangler, Knaperstbusch,

Cluytens, Serafin, Vittorio Gui.

Cantantes que apabullaban con su voz:

Corelli, del Monaco, Panerai,

Callas, Tebaldi, Shutherland.

London, Hotter, Ferdinand Franz.

Yo me afanaba en acaparar

la gemas más apreciadas

y que con el pasar de los años

continúo buscando vicioso

con el mismo celo snobista

del maestro que ya no está.

Sedimentos del día

Sedimentos del día

 El día ha tenido sus alegrías y sinsabores. Por fin alguien ha movido ficha, lo cual me lleva a plantearme nuevas tácticas o a variar de alguna manera mi perspectiva. Comento a la hora del café algo referente a la crítica incisiva que argumentó Octavio Paz sobre la obra de García Márquez, de la que se desdeñaba su colorismo folclórico con el que se pretendía deslumbrar y contentar a los europeos. Me responden que las novelas de Gabo de alguna manera funcionan, pero que las de Vargas Llosa son un auténtico peñazo. Uno de mis contertulios comenta que mi novela Rumores de hojarasca es más ágil y rica en peripecia que algunas del Nobel peruano. Por mi parte arguyo que cuando los escritores americanos recurren a sus modismos vernáculos y giros coloquiales resultan bastante cargantes. Ello me ocurre con Vargas Llosa y sus usos locales y con Sábato y su lenguaje bonaerense castizo. Cuando se intercalan tales barreras lingüísticas, la lectura se torna escabrosa e invita a posponerla.

La sociedad te impone el juego e intenta controlar sus reglas. Siguiendo tales premisas es de cajón que pierdas la partida. Sólo queda una alternativa, no inscribirse en esa liga. Es preferible mantener el talante y no someterse a tácticas dudosas y espurias. 

Entro en una librería. Como cada sábado espera un autor novel  promocionando sus libros, que descansan sobre un atril, mientras él tantea entre los clientes cuál sería el tipo apropiado a quien pudiera convencer de las virtudes esenciales de alguna de sus obras, y que tras engalanarla con su firma, pudiera ocupar su volumen un hueco en la estantería del flamante comprador. Del autor de hoy, que aborda afanoso a los posibles lectores, y que por su aspecto nadie diría que pudiera ser escritor, desconozco por completo sus méritos, cuál es su pensamiento, cuáles son sus lecturas, qué papel juega el fenómeno literario en su vida, y si escribir es para él una consecuencia  innata de su vivir o sólo un modus vivendi, o, en definitiva, cuál es el objetivo que pretende alcanzar con su trabajo. Como he desdeñado dialogar con él, y constato que hoy los escritores abundan más que las palomas en las terrazas de los cafés, nunca sabré nada de tales inquietudes literarias y culturales. Pero de una cosa me he convencido, que, de que mientras esté en mi mano, nunca más me prestaré a ejercer semejante cometido, vejatorio y vergonzante, el de un autor desconocido mendigando migajas de atención entre la indiferencia.

Redención

Redención

 Me remuerde que hayas pasado

y te haya dejado marchar;

que conocieras el secreto

reservado de mi corazón 

y prevaleciera la indiferencia.

¿Habrá otro día, otro..., 

donde el tiempo nos reúna

y no tenga ventajas el azar?

Quisiera estar más cerca,

hasta que tu alma se estremezca

con mi anhelo, y tu frágil

ternura de paloma

revolotee en torno

a la llama de mi dicha.

Enciende esa débil brasa 

de esperanza. ¡ No dejes 

que se apague su fulgor!

Que brille en tus ojos el deseo

y que en mi pecho abrase

nuestro lazo en redención.



Lecturas

Lecturas

 Leo un libro de Azorín. Se titula El escritor. Es una primera edición de Austral, creo que del año 1942. Sus páginas están ajadas. Cada vez que leo algunos capítulos, he de lavarme luego las manos con jabón. Y no es que la prosa de Azorín esté contaminada, sino que el tiempo y el abandono han dejado su mácula sobre el papel del sufrido ejemplar.  Cuando leo a Azorín tengo la sensación de estar asistiendo a un curso de redacción. Cada frase se ciñe a una sintaxis depurada, pulcra, luminosa, que procura el deleite del lector curtido. Justo el tiempo del verbo, el adjetivo preciso, la preposición adecuada. En las novelas de Azorín el argumento es aleatorio; lo que importa es como el escritor la va llevando, enriqueciendo paso a paso la prosa.

 En estos días comparto la lectura de Azorín con otras lecturas. Reo y releo la poesía de Pedro Salinas. El gran logro de Salinas es haber conseguido para sus versos un interlocutor,  un receptor definido contrario a su propia soledad, con un sencillo estilo conversacional. Trasciende el yo con la fecunda complicidad del amor. Confieso que por mi parte casi siempre he escrito para mi mismo o un para un oyente abstracto. Mi diferencia con Salinas es que mi espíritu se ha forjado en la soledad. El ve colmado su destino en la pareja. Verdaderamente, encontró una nueva voz en la lírica.

 Junto a la de estos dos maestros castellanos, me he sumado a la ímproba lectura del Orlando Furioso de Ariosto. Voy por la mitad del primer tomo, siguiendo la traducción de Urrea, dejando el original italiano para más tarde, si la vida me da esa oportunidad. Sobre obras tan monumentales me abruma emitir cualquier juicio. Me siento minimizado por sus magnitudes.

Otro libro que frecuento, alimentando mi magín hasta que éste se vuelva efervescencia, es las Consideraciones de un apolítico, de Thomas Mann. Fue escrito en los prolegómenos y durante la guerra del 14. Según cierta parte de la crítica es la obra más nefanda y reaccionaria de Mann, conclusión que no comparto; pues si bien las ideas que se desarrollan en el libro fueron blanco de los más airados reproches por sus juicios nada halagüeños sobre la democracia occidentalista y en favor de la guerra, a día de hoy encuentro sus argumentos bastante atinados y sus reflexiones sobre Alemania y su Kultur, tan legítimas como cualquier otra manifestación en contra. Pese al paso del tiempo el libro rebosa actualidad.

Para que un fuego tenga una buena combustión, hay que echar la leña  más conveniente. Así funciona el espíritu cuando se ha encendido bien la mecha, sin temor a que se apague.

PRIMAVERA

PRIMAVERA

 Llevan demasiado tiempo

las nieves perdurando, 

la cruda helada mostrando

el témpano incisivo,

y el harapo de mi sayo

si quiera protege de la helada.

 ¿ Ese sol lívido que apenas

se adivina entre las nubes,

rasgará la maraña de nieblas

derramando el conforto

tierno y tibio de sus rayos?

¡ Oh, mañana soñada

en el árido periplo de la vida,

cuando la savia nueva reverdecerá

las hojas secas, los retoños...

y fecundará la espera estéril

con el dulzor de un fruto!


Amar o vencer

Amar o vencer

 Es una larga senda, larga

 de andar tras de algo que escapa,

yendo de soledad en soledad,

entre sombras de hombres

que vienen y van, y a los que nunca

la luz alcanza a penetrar.

Solo agranda el silencio

su gran locuacidad

en medio de la contienda moral.

Amar o vencer,

más allá de los hombres,

mientras sopla la brisa

y te adentras en el mar.