Crepúsculo malva

Crepúsculo malva

 asombraba un crepúsculo malva,

bajo un fulgor rosáceo

de mórbida neblina, 

que de cabo a cabo trazaba el horizonte

bajo unas nubes deshilachadas,

arañadas por el viento y

por el sol agonizante enrojecidas

transfigurando la mar con arreboles,

impacientes aún sus olas

tras la reciente marejada.

Raros colores que encubrían lo cierto

con sutileza de celofán celeste, 

acuarela de divino pincel,

manifestándose  como ensoñación,

tentativa de mundo infrecuente.


Yo llegaba a la ciudad,

cansado de caminar,

cuando se insinuaba la noche,

perezosa de atardecer, y

los vecinos se recogían porque

el tiempo vacacional había acabado,

aliviados los paseos de muchedumbres,

ralas las cantinas de clientes,

empezando a iluminarse las farolas

con pálida claridad, aún renuentes,

y los árboles inclinábanse

con pesarosa sombra fatigada;

a lo largo de la ruta

como líneas de fulgor

el asfalto lo coloreaban

el alumbrado de los autos, y

con las primeras sombras decaían

los afanes del día,

invitando al recogimiento y al sueño.

Era un día cualquiera del calendario

que nos dejó un crepúsculo como recuerdo,

como un corolario de esperanza..

Imagen de Lezama Lima

Imagen de Lezama Lima

 Oí hablar por primera vez de José Lezama Lima  en un breviario divulgativo sobre la poesía cubana de la revolución, allá por los setenta del pasado siglo. Fecha con la que queda claro cuáles eran los albures y a qué revolución nos referimos. Era un librito delgado y estrecho, pero en él se nos familiarizaba con nombres de poetas del todo desconocidos. ¿ Que por qué leí aquel breviario? En primer lugar por su precario coste, pero también porque para la mayoría de los jóvenes de nuestra generación resultaba casi imperativo empatizar con los barbudos de la sierra Maestra.

Entre los nombres a destacar en aquel índice de poetas se encontraba el de José Lezama Lima. En dicho librito, se reseñaban algunas estrofas de su poesía que, aisladas de contexto, se hacían incluso más peregrinas y herméticas de lo que en realidad eran. Tiempo después, adquirí una antología de sus poemas titulada: Posible imagen de Lezama Lima, recopilada por José Agustín Goytisolo y editada por Ocnos. La primera impresión fue la de una poesía densa y difícil de destripar. Deslumbraba por su barroquismo en el lenguaje, característica que luego reconocí en gran número de escritores de la isla, desde Carpentier a Cabrera Infante. Pero el hecho de que su discurso me pareciera ininteligible no fue crucial para que lo desechara del todo, pero si propició un cierto alejamiento. 

Años más tarde me hice con el segundo tomo de su poesía completa, publicado por Aguilar, a bajo precio, en una librería de lance. Es seguro que intentara familiarizarme de nuevo con sus versos durante las primeras jornadas tras la compra, pero algo debió desalentarme pues su lectura no prosperó. Seguramente, esta adquisición tuvo lugar mientras yo escribía mis primeras novelas, y antes de fraguar en resignado bibliófilo, menester el cual propició que consiguiera una edición en mejor estado de su poesía completa, en dos volúmenes, con su correspondiente sobrecubierta, también de Aguilar, años más tarde. Pero desde que descansan en mi biblioteca, no sé si en algún momento me he detenido a hojear sus páginas o a intentar descifrar el críptico mensaje que esconde su musa.

Mas la figura de Lezama siempre surge cuando se comenta la literatura cubana, y su vicisitud durante el ímpetu revolucionario y la relación con sus lideres, que sin duda auspiciaron, si no manipularon, la cultura en la isla. Seguramente no habría intersticio en La habana donde no se infiltrara su perverso dirigismo. Lezama probablemente permaneció impertérrito mientras la maquinaria política tejía su telas de araña en las que atrapar al díscolo literato y al ingenuo contrarrevolucionario. Se lo imagina uno apoltronado en la silla de su despacho, rodeado de una copiosa biblioteca, frente a legajos y dosieres apilados en su mesa, sudando la gota gorda de la cálida y húmeda climatología, fumando y refumando, urdiendo con una pluma una minuciosa y aplicada caligrafía, creyendo hasta el último momento que con el agitado hormiguero conceptuoso que deshilvanaba con su abigarrado estilo servía con fervor patrio los soñados ideales de la cruzada revolucionaria. Así lo comprobamos en una instantánea fotográfica. Es lo que queda para los anales literarios.

Por fin, teniendo en cuenta una recomendación de lectura indicada por cierto ilustre intelectual, me decidí a hincarle el diente a su obra más celebrada, Paradiso, tengo entendido que publicada, pese a sus detractores, por indicación del mismo Fidel. Como había decidido alcanzar aquel nido de ametralladoras, cayese quien cayese, aunque a ritmo trompicado pero con rigurosa disciplina, alcancé su última página. La novela me pareció un recherche proustiano de pantagruélico intríngulis. Siento no haber compartido con su protagonista las manglanescas bifurcaciones de su desventura, pero es que abordaba sus páginas como quien apura la purga de una prescripción facultativa, dosis tras dosis.

Hoy ha salido a subasta una 1ª edición de Paradiso; he pujado 50 euros, pero no sé si rascaré más a fondo mis caudales en el rifi-rafe final. Es una tentación bibliófila. Pocos habrá en España que la posean, pero con los tiempos que corren me asaltan dudas de que quede algún fulano que suelte más de doscientos machacantes por un libraco en rústica. Aunque siempre mediará algún Shylock.


Onomástica de 18 de agosto

Onomástica de 18 de agosto

 Onomástica de 18 de agosto: hay quienes se empeñan 

en seguir fusilando a Federico García Lorca.

¿Quién puede arrancar a la luna su recuerdo de plata 

y el estribillo lejano que repite el Genil?

De luto aún viste el Museo, todavía hay muertos que no lo dejan morir.

Por las calles de Granada camina un recuerdo amargo

de cuando la guadaña del cielo

con su filo finito la tierra segó. 

Un eco se repite sin tener en cuenta el rubor.

Las flores cada día colman sus manos de bronce,

como si la vida de esos pétalos devolviera su voz;

el aire de la poesía aún huele a jazmín y a crimen,

pareciera que de sus dedos escapara la paloma elemental. 

La guitarra llora en lo jondo sus heridas malvas

mientras abanicos de luto velan una voz gitana

 que canta con verso sonámbulo y espectral. 

En el costado  de España hay una herida que sangra ¿ Por qué?:

Conviene dejarla sangrar

La plaza callada


 La plaza estaba sola cuando llegué,

Las baldosas húmedas,

El silencio terso como cristal.

Me senté porque no podía pasar sin más.

Aquella quietud tenía cosas contar,

Como si supiera algún secreto

De la mañana y del latir del tiempo.

Las piedras longevas de sus palacios

Parecían ser sabias, conocedoras

Del paso de los hombres y las edades.

Su recuerdo seguramente guardaba

También algo de mi pasado,

Cuando en un lejano olvido me senté,

Penetrado también de silencios y de soledades.

El mundo en mis manos

El mundo en mis manos

 He comprado un pequeño hemisferio.

Es un una esfera blanda, suave, 

que se atrapa con la mano

como una pelota de tenis o beisbol,

aunque su fin sea más doméstico que deportivo

La sensación de pasarla de una mano

a otra es agradable; me da la sensación 

de suficiencia frente a un mundo

en el que siempre me he sentido atropellado,

empequeñecido, anonado por su caos,

aprisionado en el vértigo de sus dimensiones.

Lo que aprieto con mis dedos es Brasil;

lo que golpea en mi palma,  Australia y China.

En el hueco de mi mano caben

los mares procelosos, las elevadas cordilleras,

los continentes que lo circundan.

¡ Cuán fácil abarcarlo frente a mi mesa,

sentirse por una vez como un fatuo diosecillo

que puede gobernar su rumbo,

interferir su órbita, estrujar entre las manos

su inabarcable extensión. No siento

ante su fragilidad voluptuosidad de dominio

como Hinkel ( Chaplin) en El gran dictador;

mi mirada es la del modesto inquilino

que no olvida musitar el continuo por qué,

aunque revelar enigmas no incumba

a su voluntad arrolladora de móvil perpetuo.

Su contacto me tranquiliza, mesuro

su pequeñez y me convenzo de que su vastedad

puede ser hollada, acomodada a la medida

del hombre; suyas las infinitas veredas,

el pulular de las muchedumbres y los pueblos,

la flora y fauna de su cosmos redondo y fecundo,

las furiosas acometidas de los océanos;

aminorada la gravedad de sus catástrofes

y prevenida la virulencia de sus plagas.

Con este mundo a la medida de mi mano,

me convenzo de que de algún modo pueda

hacer mías las cosas, o cuando menos

las que se circunscriben a mi mundo,

en el que por una vez me siento dueño de algo

y acaso pueda trascender lo irremediable.

Nuevo manifiesto surrealista

Nuevo manifiesto surrealista

 La España actual bulle como un avispero. Sí Pablo Iglesias dijo alguna vez una verdad,  ésta era que el "sistema" estaba corrompido. ¿ Gozaba él entonces, pues como vicepresidente tuvo acceso al CNI, de cierta información que el resto de españoles desconocíamos? Hoy, se ha publicado un escrito en defensa del actual gobierno y su principal valedor, Pedro Sánchez, firmado por una extensa lista de integrantes de la "cultura". En ella destacan nombres como Almodóvar, los Barden, Ana Belén y Víctor Manuel, Miguel Ríos, Rosa León, García Montero (como no podía ser menos), Rosa Montero ( y eso que empezaba a caerme simpática), Buenafuente, Loles León, ciertos periodistas y algunos otros que fueron antiguos ministros socialistas y de izquierda unida, demostrando una sumisión ideológica más allá de todo los razonable, y, lo que es peor, contra todo fundamento moral, que deja aun al observador asaz desapasionado en la más completa perplejidad. Contar entre tales nombres a alguien  como Joan Manuel Serrat, es algo que nos llena de tristeza, pues nuestra juventud y vida se halla de alguna manera vinculada a sus canciones. ¿Tendrán que ver muchos de sus reconocimientos y  galardones con el coqueteo ideológico y partidista? España sigue siendo la de siempre: Joselito o Belmonte, El Madrid o el Barça, rojos o frente populares, o ése es al juego al que pretenden abocarnos, vaciando toda evidencia de contenido. Muchos de los firmantes seguramente deben lo que son gracias a comprometidos compromisos, difíciles de explicar y justificar, con la ideología a que sirven y cuyas consignas divulgan, a un precio cuyo alcance ignoramos. En cualquier caso, en esa lista resuena la ausencia de un nombre que durante mucho tiempo fue un ariete de los elencos contraculturales: ¿ Dónde está Sabina? ¿Será de los pocos en los que aún resta la vergüenza torera?

Flor herida

Flor herida

 Aunque parece que no supura,

la flor esta sangrando, 

hasta empapar los pétalos

de su cáliz y resbalar

goteante por su corola.

Del suelo recogí esa flor herida

sin saber cuál fue el puñal

que la había penetrado,

indiferente a su frágil belleza,

hostil a la pureza de su aroma,

ciego en su bastardo desprecio.

Nada puede remediar la seca puñalada,

nada devolverá su hermoso esplendor.

Quizá no se prolongue su languidecer

moribundo y se apresure, exangüe,

la marchita rigidez sin vida.

Es raro que yo te recoja,

apiadado por tu mustia muerte,

y  que con ánimo triste derrame

por ti sincero llanto.


Patria

Patria

 Sobre la turbulencia de un río,

en el viejo puente de piedra,

supe que  esas aguas llevaban,

sin preguntar hasta cuándo,

la memoria de la patria.

No hay duda que ahí naciste,

que entre su fronda floreció tu simiente,

en esa tierra donde la naturaleza reina,

donde funden cielo, mar y cordillera,

donde ruge el viento y la tormenta arrecia,

entre muñones de niebla que surge

desde los acantilados basálticos

entretejida de sueños y posibilidades,

denso fragor de entrañas que humean

en su oscuro vientre de minerales,

y en cuyos bosques las leyendas fraguan,

aguardando al nuevo sol, limpia mañana,

 que bruñe las aspas de su heráldica.

El Cuartel


 Aún permanecen sus viejos muros,

restaurados por la pintura reciente;

ya no se aprecian las humedades,

las grietas, el deterioro, su sombra vetusta,

digna de una mansión de Nosferatu.

Les han arrebatado su memoria

y pretenden parecer actuales

sus naves sobrias y centenarias, 

las ojivas de sus ventanales

que observaron el quehacer

del hospital y del convento,

del rebullir y celo de la tropa 

en las compañías del regimiento

en que se acabó convirtiendo.

En sus espacios intermedios

aún resuena la voz del teniente

o el sargento ordenando ¡firmes!,

¡saluden!, ¡ alto o de frente!;

puede imaginarse casi con detalle

la revista de policía de cada tarde,

con su relucir de botas impecables,

para gozar del paseo correspondiente.

Hoy, amigos, otros sonidos se escuchan 

en el contorno: trinos de pájaros,

rumores de fuentes, los estudiantes 

que descansan en algún banco 

o haraganean en el césped. Porque 

lo que fue marcial explanada de desfiles, 

ahora es jardín placentero, civil espacio

de recreo, campus, cualquier cosa

que no recuerde su uso pretérito;

 pero era ahí, entre esos parterres,

donde se efectuaba la instrucción

o las tablas de gimnasia; ahí donde

el sargento me agredió por desacompasar

 el paso; donde ensayaba la banda

de cornetas y tambores, y la tropa

desfilaba una vez por semana,

se adiestraba en el combate cuerpo a cuerpo

o se practicaba deporte en horas de asueto.

Hay algunas nuevas construcciones

 donde se ubicaba la pista americana,

no queda rastro de sus murallas y garitas; 

los edificios auxiliares, que daban

a los mandos cobijo, subsisten reformados

y sus inquilinos ya son jubilados o difuntos.

Si te acercas al vestíbulo de la entrada,

donde otrora desplegara la guardia

y con indumentaria de gala

se recibía al coronel y al "pájaro", 

aún parecen resonar las voces viriles,

el ajetreo de soldados, el traqueteo de fusiles,

esa detonación en la madrugada

de una bala olvidada en la recámara,

el sonido de trompeta emitiendo

los toques ordinarios de reglamento:

Diana, llamada, fajina, retreta, silencio.

También se recuerdan las horas

 interminables en el cuerpo de guardia, 

sujetos a la disciplina de su salteado servicio,

atenuando el tedioso sacrificio

el juego de naipes, la lectura de un libro,

la noches sin sueño o soñando el permiso,

el miedo a dormirse en la centinela

o los pasos contados, fusil al hombro,

lluvia, tedio, noche y nervio,

yendo y viniendo a la garita,

envuelto en mullido abrigo,

barruntando que te sorprendiera el "rojo"

o lo que era peor, un oficial receloso.

Puedo aun reconocer las compañías

a izquierda y derecha, perpendiculares

a las alas del largo pasillo, como un cenobio

de literas potreadas, donde no se premiaba

la virtud y el recato, sino vicio y exceso;

la hilera de taquillas numeradas,

ordenadas con provisional negligencia,

 y al fondo los retretes, en los que

cada mañana, a las siete, los espejos

reflejaban tu cara de petimetre,

desvestido y tras haber pasado el recuento,

y donde se evacuaba el rancho jodido

de legumbres y pescado insípido

o los más osados liaban un canuto clandestino.

No quedará nada, me pregunto,

de aquella agitación colmenera, 

¿ni siquiera la memoria celebrada

de los mártires que la honraron

inmolados en Marruecos o Cuba,

o sus remotas glorias en Flandes 

y  sus éxitos en la lombarda llanura,

recordados por los mandos

en ciertos momentos a boca llena

menospreciando sacrificios y penas?

Nosotros, los que fuimos abejitas

de ese panal febril y laborioso

del sufrido cuerpo de infantería

y padecimos su rigor y sus fatigas,

el escarnio y las bravatas, 

escuchando circunspectos

el ardor de su himno austero,

pensamos si fue vano aquel esfuerzo

que no merezca del edificio la cortesía

de que se recuerde nuestro breve paso 

forzoso por ese valle de abrazos

 y lamentos, cuya travesía, acaso,

no conocerá otra memoria que estos versos.



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PARADOJAS

PARADOJAS

hoy todas las sombras son pardas

la partida se juega con cartas marcadas

el reloj augura alguna desgracia

el camino que eliges no tiene salida

algunas palabras quedan sin nombrarlas

hay un regusto que amarga en la boca

se siente un vacío en el fondo del alma

y vuelve esa pregunta corriente que escruta

cruzando miradas que no dicen nada

vendrá la mañana sin más importancia

el cántaro suena pero no lleva agua

una lágrima fría consuela la pena

en el jardín umbroso ya no brotan plantas

entre tantas mentiras una cosa es cierta

después de tanto revuelo de insectos

durante el bochorno de la siesta

 algún moscón habrá muerto

resuena la hamaca que el tedio acompasa

son muchos  los pasos pero la vida retrasa

quisiera salir de un sitio carente de puerta

bajar esa escalera que a ninguna parte lleva

comprender que no hay camino sino laberinto

el fuego arde sin quemar  la leña

la lluvia persiste pero  no empapa

la espera se prolonga sin más esperanza

para el ciudadano la suerte esta echada

la ventanilla no abre ¡ Vuelva usted mañana!