El año se acaba.

El año se acaba.

 El año se acaba. Nefando 2020. Quiero sacarme la espina. Contra toda evidencia, el año finalizado debiera haber sido un año gozoso de mi biografía. En sus comienzos adquirí un nuevo status sociolaboral: el de jubilado. El mangoneo de la pandemia me ha impedido, sin embargo, celebrarlo a mi gusto. Ante todo, hubiera viajado, ensanchando horizontes y es más que seguro que mi mente no se hubiera reblandecido con el rigor claustrofóbico  del confinamiento.

Me he jubilado. He alcanzado una edad cuando menos preocupante. Esa edad en que el cuerpo empieza a hacer aguas, y son frecuentes los achaques y mermas. Después de todo qué he sacado de la larga experiencia laboral: una pensión modesta y una hernia discal. He de considerar que como muchos de mis conciudadanos he malgastado mi vida. De los tres imprescindibles propósitos del hombre solo he llegado a cumplir con creces el tercero; en cuanto a plantar un árbol no recuerdo haberlo hecho y en lo que respecta al hijo, legítimo y  reconocido no tengo ninguno. 

Si seguimos vivos es porque hemos puesto en la balanza de la vivencia alegrías y sin sabores, y las primeras, aunque más precarias, han compensado el gran volumen de amarguras. Sobre todo porque un pequeño gozo restaña diez resquemores. Ya dijo el poeta que la vida  es un erial; al final y por fortuna contamos con que todo el fárrago de adversidades no puede destruir el  calado de nuestra esperanza. Porque sólo ésta y acaso la fe, pueden arrostrar el gran torbellino de desolación que arrastra nuestra vida como a una pequeña rama la corriente de un río.

Agua (poema)

Agua (poema)

 Agua. Cristal dormido.

Alma que mana.

Fuente callada,

fulgor fugitivo,

tiempo que escapa.

Agua. Vertiente pura,

cadena de vida,

lengua de plata,

hilo del alba, 

sonora plegaria.

Agua. Casta sustancia,

fundamento ileso,

campana del día,

gracia escondida,

verbo fluido,

río de vida,

manantial secreto,

misterio del alma.


LA PERLA

LA PERLA

Voy por tiendas de desahucio

comprando a bajo precio

artículos de más valor:

viejos libros, discos, objetos,

como buscando entre el surtido

algo fundamental que jamás

he encontrado en la vida

y, ya pasados los años,

no pienso nunca encontrar.

Busco en ello

que la vida pegue un vuelco

y la vivencia no deje

su común resquemor.

Siempre he echado en falta algo,

pero ese algo es el atributo

del que carecemos los mortales.

Escarbo entre el deshecho 

aguardando encontrar esa perla,

que no será quizá más que un reflejo

de nuestra vanidad, un engaño

con el que resarcirnos

de las miserias de este mundo.

Es lógico no hallar 

más que escoria entre el deshecho.

Pero, entre tanto, voy buscando;

tal vez un día acierte a encontrar

esa panacea que ni yo mismo sé qué es.

Una veces la llamo Amor, 

otras eternidad. ¡Ay, esa perla,

cuán profundo la enterró Dios!





INFLUENCIAS

INFLUENCIAS

 Todo artista se siente presionado por las influencias. Un escritor no es sino el bagaje de sus lecturas. Pero, como bien dijo Nietzsche, leer a otros no es sino evadirse de uno mismo. Al cabo, uno tiene que mirarse en el espejo y tomar conciencia cabal de su razón más íntima. De ahí debe derivar su literatura, consciente en cuanto a sus límites y del mapa de su ubicación en el calderoniano Gran teatro del mundo. Hay que saberse quién se es, lúcido respecto a sus raíces y sus aspiraciones. En literatura es fácil perder el norte, dejándose  confundir por la sombra proyectada por diversos genios que te tientan con emularlos. Hay, en el orbe de las letras, personalidades tan vampíricas que tratan de anonadar tu sustancia. Destinos como el de Mishima, o las derivas nihilistas de Bukowski, Celine, Camus, Onetti, con aclamado consenso entre los escribidores de hoy, que se inmiscuyen en tu trayectoria, dejándote en la incertidumbre de una encrucijada, hasta hacerte olvidar tu sendero natural. Ante todo  sé tú mismo, aunque tu modestia no trascienda de esos pocos felices de Stendhal y tu obra deba contentarse con su digna soledad.

OJO! CON LOS TITULARES

OJO! CON LOS TITULARES

 En los medios se leen titulares cuando menos equívocos. El que, en concreto, ha llamado mi atención es el siguiente: bajo las efigies de Pedro Sánchez, Salvador  Illa y Carmen Calvo, reza: " NO HAN DADO UN GOLPE EN SU VIDA".

No cabe duda que el epígrafe en cuestión se presta a variadas interpretaciones y contempla distintas y controvertidas lecturas.  Lo que es indudable es que resulta lo suficientemente ambiguo como para extraer de él los más confusos significados, hasta el punto de albergar la incertidumbre de qué se ha querido decir con el mismo. De su enunciado se pueden entresacar las consiguientes conclusiones: a) que tales políticos no han golpeado a nada ni a nadie en su vida, sea en tareas manuales o deportivas, o llevados por la ira; b) que los mismos no no han atracado nunca un banco, joyería o cualquier otra entidad pública o comercial, ni se han visto envueltos en ninguna otra actividad delictiva , y c) que los tales no han dado jamás golpe, palo al agua, o trabajado de firme durante su vigente etapa laboral.

Suponemos que esta última acepción es la que quiso dar a entender el titular, a no ser que tras de dicha frase se agazape cierta ironía sobre el avieso propósito político del triunvirato arriba citado de conculcar la legitimidad constitucional con su tarea gubernativa. A buen entendedor, pocas palabras bastan. En cualquier caso, algunos de sus últimos movimientos en el tablero político no dejan de despertar suspicacias.

Soneto a Mishima

Soneto a Mishima

Andar hacia una sentencia aplazada

fue el trágico sendero de tu vida,

nada pudo enmendar la vieja herida

sino el acero ancestral de tu espada.


Era tu sino el femenil del poeta,

pero a la fértil pluma preferiste

el camino samurái como meta.

En su romántica muerte advertiste


más honor, que en la belleza, en el rito

triunfal del seppuku sobre la nada.

Tu inmolación recobra el mito


cuando el ígneo sol  fulge en llamarada,

gloria de Amaterasu que deshace

el temor en el grito kamikaze.


Con la excusa de Loti

 Con la jubilación, me he vuelto un comprador de libros compulsivo. Este fin de semana tropecé en una librería low-cost con el primer tomo de las obras de Pierre Loti, editado por Planeta, en papel biblia. Lo del papel biblia tiene la ventaja de que da gusto acariciarlo. Bolaño admitía que adquiría libros, que sabía no iba a leer nunca, sólo por el placer de acariciarlos. Bueno, pues sólo por darme tal gusto he comprado el segundo tomo, dedicado a los viajes del tal Loti, no sé si para acariciarlo, ya que esto comporta un elemento erótico, o sólo para acallar mi insaciable ansiedad. De Loti únicamente he leído madame Crisantemo. Conseguí una vieja edición de la novela, algo ajada, y di cuenta de ella por la valiosa razón de que su historia indirectamente había influido en el libreto de la Madame Butterfly, de Puccini. La cual sigue siendo mi ópera


predilecta del genio de Lucca. Los entendidos dicen que La Boheme, que Turandot, pero, qué quieren,  la exquisitez de Butterfly enerva nuestra sensibilidad romántica. Luna llena, cerezos en flor y seppuku. No sé si a Mishima le iba la ópera, pero es probable. La Butterfly es el exponente de todo orgullo y sentimentalidad dolidos.

Pero volvamos a Loti. Hoy día Loti es un autor casi olvidado. Es un viajero decimonónico que condensó en sus escritos su experiencia de trotamundos. De él he oído múltiples cosas, desde una presunta o notoria homosexualidad hasta su complicidad con cierto café o mirador de Estambul. Tras Madame Crisantemo, durante una época ensoñadora con lugares vírgenes, adquirí su novela Rarahú, ambientada en los mares del Sur. No llegué a leerla, porque durante tal fiebre pude hacerme con la película Tabú, de Murnau. Con ella me bastó para saciarme de primitivismo. No sé si en la tierra queda algún paraíso, aunque es poco probable. Conociendo la catadura humana, nos conformamos con que Capri, por ejemplo, constituya un seudoparaiso. No sé si voy a leer a Loti. Últimamente he adquirido tantos libros, que ya mis años pendientes restan posibilidad de leerlos todos. Pero, en cualquier caso, nos conformaremos acariciándolos.

Los libros

Los libros

 No tengo una biblioteca tan selecta como la de Luis Alberto de Cuenca, 

pero igualmente me extasío observándola.

Los volúmenes de obras completas Aguilar,

los de la biblioteca clásica Gredos,

los estantes donde se alinean los libros de bolsillo de filosofía,

los de literatura hispana y sudamericana,

los de historia antigua que tantas satisfacciones me han dado,

las baldas de filología y critica literaria,

la estantería de historia del arte

y esas otras más pequeñas donde se almacena de todo un poco:

la poesía en mi dormitorio,

la literatura extranjera y en otros idiomas, 

y la leja que ya reservo a las primeras ediciones.

Pienso que tengo suerte,

pues los libros siempre han sido mis fieles compañeros

y han confortado 63 años de angustias y soledades,

de amargos cálices reservados a los hombres del montón.

Quisiera llorar, con Withman, pero no puedo,

compartir con Bukowski su desolación

frente a las cenizas de la biblioteca pública de Los Ángeles.

Doy gracias porque ha pasado el tiempo 

y mis libros siguen junto a mí,

quizá sean un lujo de burgués

pero han sido adquiridos con el callo del proletario.

Que gozo cada mañana levantarme y reconocer

que a mi espíritu le quedan muchas lecturas con las que alimentarse.

La búsqueda de la verdad

La búsqueda de la verdad

Decía Sábato que la novela es el vehículo de conocimiento más adecuado para escudriñar la verdad. Más allá de la filosofía y la ciencia , la novela abarca, desde su subjetivismo, facetas analíticas vedadas a las anteriores para escarbar en lo más profundo. En ella se aborda de modo más pormenorizado el axioma délfico-socrático del "conócete a ti mismo". Sólo desde este íntimo conocimiento podemos acceder a comprendernos en nuestra totalidad. 

Oigo el compacto de la "Heroica" grabada por Klemperer. En ella se atisba la verdad de la revolución romántica, con cuya voluntad Beethoven implantó sus premisas. También se ensalza al héroe en el nuevo individuo, encarnado en Napoleón. Napoleón no buscaba la verdad sino la contingencia del poder, con eso le bastaba para satisfacer su ego. Hoy vivimos en un mundo donde se ha disipado, relativizado, la verdad. Se habla de la posverdad que no es sino un eufemismo de la mentira. Observando la deriva de la elecciones en Estados Unidos se da uno cuenta de la orfandad del individuo en esta polarización de intereses contrapuestos. Se plantean dos concepciones del mundo. Se tilda a una de tradicional, de progresista a la otra. Pero desde que Einstein concibió lo del universo relativo, cabe la duda al enjuiciar postulados tan contradictorios. Como individuo me siento naufragar. Como el Padrino, no quiero ser una marioneta en manos de los poderosos. Hoy me sentía ávido de "verdad". En todo este laberinto de controversias a qué podemos aferrarnos, con qué evidencia contar para que no nos engulla la turbulencia del despropósito propagado por los manipuladores de opinión. En mi periplo sabatino descubro un pequeño librito que capta poderosamente mi atención como si se tratara de un aldabazo del destino, lleva por título La búsqueda de la verdad, de San Agustín. Consuela saber que hubo alguien antes de nosotros que padeció la misma sed por encontrar no ya un concepto inmutable sino una evidencia viva, piedra angular de cuanto nos rodea. Quizá la verdad, como bien postula San Agustín, admita una única evidencia: el amor. Pues con éste se manifiesta la poderosa energía que hace rodar el mundo. Y solo en ella se puede alcanzar a ver el rostro de la verdad, de Dios.

Versos tristes que escribir

Versos tristes que escribir

 puedo escribir los versos más tristes esta noche...

escribir por ejemplo: los candentes amoríos enfriaron ya su llama

y siento sus impulsos prestos a desfallecer.

De aquella pasión sólo prevalecen tibias ascuas,

el recuerdo de un pecho donde no cabía un corazón,

el resquemor de un desengaño confesado frente al mar,

como buscando un consuelo en su rumor.

Su fuego ya no devora mis instintos, es verdad,

pero su memoria aún anima mis nostalgias con calor.

Hoy he paseado por las calles donde antaño

me enervaban fragantes sus jardines

y un augurio me dictaba:  hoy la puedo conquistar.

Pero pronto advierto el ensueño momentáneo

pues el sol es ahora ya más viejo y sus rayos

parecen no irradiar con la misma intensidad;

ya no te tropiezo de regreso de la escuela,

ni de lejos te sorprendo asomada en el balcón

ni coincidimos en el bar donde tu ronda me llevaba.

De todo eso ya no queda nada,

acaso el doliente suspirar, 

la certeza del tiempo que se va o la añoranza

tal vez de que el frio rescoldo se torne llama

y la fatiga de la vida frenesí.

Porque quisiera en esta noche

no tener versos tan tristes que escribir.


El Numen

El Numen

 En los tiempos de sequía literaria, queda el recurso de la lectura. Parece que a raíz de la recién ganada libertad, se ha agostado el fruto de la inspiración. Ésta nace de cierta predisposición  psicológica, sin la que no se puede vivir sin sus aportes. Cuando no escribo, siento la vida malgastada; es más, siento como un desvalimiento interior; de modo que tal ejercicio me sirve como ancla, timón, contrafuerte. Escribir se ha convertido ya en una necesidad, y cuando no lo hago, es tan fatal para mi metabolismo como dejar de comer.  Suplo tales carencias con paseos frecuentes por la playa y otras distracciones, o entregándome aplicado a la lectura. Con ésta consigo mitigar la inspiración estéril, y me conforto, últimamente, leyendo las biografías de Zweig sobre poetas tan geniales como desafortunados. Leí las tres de "La lucha contra el demonio". Me pareció lograda la de Hörderlin; en cambio, la de Nietzsche la encontré algo retoricista. Continuando con tal obstinación, di en las redes con una edición económica de la que escribió el autor austriaco sobre Balzac. Con ésta, se ciñe más al género y olvida el talante disertatorio . En ella, nos reencontramos con la vida desaforada del autor de la Comedia humana, contraria a la "Divina", pues en ella se nos escapan las dimensiones celestes, restringiéndosenos en los círculos purgatorioinfernales. Cualquier escritor sueña con ser un Balzac, contar con al menos un poco de su voluntad, y crear una obra prolija cuando menos. Mi problema en tal asunto, es carecer de la desmesurada obcecación que facilitó a Balzac engendrar el vasto universo de su "Comedia".  Los hijos de la segunda cincuentena de siglo XX hemos sido criados bajo más blandas disciplinas, incluso se nos recomendó la indolencia, creciendo como una generación inútil y frustrada, a la que los logros titánicos de Hugos y Balzacs nos parecen inasequibles. ¡Roguemos al cielo que el Numen no nos abandone por mucho tiempo!

LEER A PLA II

LEER A PLA II

Concluyo El cuaderno gris de Pla. Su contenido, a primera vista, parece banal, un recorrido íntimo por la vicisitud de un hombre joven corriente. El mayor halago que puedo ofrendarle es que no he podido demorar su lectura; cabe decir, que lo he leído de un tirón. Toda novela en forma de diario confieso que me resulta un tanto cargante. Sé que tal es la forma del Werther de Goethe y de alguna que otra obra excepcional. En el caso del Cuaderno gris, podemos festejar que no se trata de una novela, sino del testimonio vibrante de un hombre y una época, una memoria perenne de un mundo olvidado; mundo que Pla retrata, en paisaje y paisanaje, con mirada tan sagaz como desengañada. El Ampurdán de Pla, la Barcelona de Pla son jirones de pasado y, sin embargo, sus páginas transpiran la frescura de lo actual. 

La primera obra que leí de Pla pertenecía a la vieja colección de libros RTV. Comprendía dos obras: Viaje frustrado y Contrabando. Salía yo de la adolescencia. Tengo que decir que su lectura fue reveladora. Por primera vez me encontraba con un autor que reflejaba un universo ajeno a la ficción, donde, en el trasfondo de un paisaje próximo y real, unos personajes que no eran tal sino hombres integrales, hijos del tiempo como uno mismo, nos relataban unas peripecias y circunstancias que podían ser afines. Me sorprendió que también se pudiera hacer literatura con nuestra  realidad gris y prosaica.  Eran los primeros relatos que caían en mis manos que no invitaban a la evasión, sino a la reflexión y análisis del propio entorno, de la inmediata realidad. Más tarde, en boca del propio autor oí declarar que "ésta era cien veces más rica y estimulante que la ficción". Desde entonces siempre tuve en cuenta a ese escritor marginal catalán que manejaba la pluma con una honestidad poco común. Con el tiempo saboree otras obras suyas y fui, entre pros y contras, confeccionando el retrato del Pla hombre y artista. Como el de cualquiera, posee luces y sombras, pero debemos atenernos a lo que él nos quiso legar, el prolijo inventario de sus obras completas. Porque en ellas reside lo más esencial de su vida; vida que, como en la de muchos, permanece en el incógnito el secreto de su "rosebud".  ¿En todo caso, se puede deslindar el límite entre obra y vida?

LA FERA FEROTGE


  Anda una pantera suelta en la periferia del país. Se comenta que es un depredador nocturno. Como su presencia mantiene en un susto al vecindario, se ha acudido a la guardia civil para zanjar el asunto. En todos los momentos estelares de España anda por en medio la benemérita. Quien la ha visto, mantiene que la pantera es negra, como la de Kipling en "El libro de la selva". Debe de tratarse de una fiera desorientada o que ha burlado las verjas de un Safari Park. Se ha encontrado una huella que lo delata como un felino de dimensiones considerables. Conforme pasa el tiempo sus proporciones van aumentando a la par que el temor ciudadano. Se le va a tender el cebo de un sabroso cerdo para capturarla. No sabemos si como pez ignorante morderá la carnada, introduciéndose incauta en la jaula de su cautiverio.

 Todo esto, junto a lo que corre por el país, me recuerda una vieja canción de Ovidi Montllor, "La fera ferotge". En el ambiente se palpan conflictos como los que denuncia la canción, solo que los puntos de orientación han variado. Por el país circulan virus tan patológicos como el de la Covid. Libremente se votan leyes que conculcan la propia libertad. ¿Habrá un peligro más grave que el de la pantera que nos acecha? A día de hoy no tengo noticias de que la hayan capturado. Acaso el asunto sea tan difícil como que en España se recobre el sentido común. Afortunadamente, somos suficientemente adultos como para sacudirnos la viruta de los políticos. Tal clase se ha vuelto tan peligrosa como los "camellos" que venden droga en la puerta de los colegios.

LEER A PLA


Por fin leo El cuaderno gris de Pla. Con antelación había leído las Cartas de Italia, Un viaje frustrado, Viaje en autobús y alguna cosa más. Las Cartas...me fascinaron. Todo escritor con quien coincido en la predilección por Italia me resulta simpático. Y tal simpatía nos empuja a penetrar en su obra. Nada nos hubiera hecho interiorizar en la obra de Stendhal sin contar con su italiano filia. Buscando equivalencias de Pla en la literatura española, se impone únicamente un nombre, el de Azorín. Comparte con el maestro de Monovar la inclinación por lo meticuloso, por lo expresivo. Quizá no sacrifique como éste todo al estilo, pero su fuente es el realismo, el testimonio, la crónica. No en vano en ambos su obra se justifica por la labor en prensa. Fueron casi coetáneos, padecieron los vaivenes del siglo XX, y rastrearon  en lo más íntimo para entender lo circundante. Pla nos cae simpático; un hombre sin pretensiones, apegado a la circunstancia de su paisaje natal y al avatar de sus moradores. Esa Cataluña envarada, más bien sosa como la Sardana, huraña y remilgada se nos vuelve franca y coloquial, a medida de que el escritor nos la va revelando. Pla se nos vuelve más cercano a raíz de la entrevista que Soler Serrano le realizó en el programa A fondo. En ella descubrimos a ese Pla arcaico, que todavía liaba cigarrillos embutiendo  el caldo de gallina en el papel de fumar, que se tocaba con una boina provinciana, y al que poco se le notaba su amplio bagaje viajero. Pla participaba de esa mesura con que algunos afrontamos la vida y que nos reclama saborearla con prudencia, si no queremos que un mal paso la haga naufragar. Fue precavido en política, comedido con la mujer, supo decantarse en la vida por aquello en que creía poseer algún talento, juntar palabras; en lo demás fue un tanto esquivo, pero no dejó por ello de inmiscuirse en el goce de la pasión. Leer a Pla es un ejercicio de introspección, como descubrir ese mundo propio de la memoria que hemos relegado, dejando caer sobre ella el velo del olvido. Conforme vamos explorando en la descripción cotidiana y sentimental la recoleta comarca del Ampurdán, indagamos en los vestigios de nuestra silenciada biografía la relevancia de unos menudos acontecimientos a los que no damos importancia. Esa parte de la familia a la que la muerte ha dejado suspendida en el recuerdo, esos incongruentes sucesos de la infancia que aparentemente no tenemos en cuenta y que sin embargo han sido determinantes en nuestra conducta posterior, enfrentándonos dialécticamente entre el deber y la libertad; además de todo lo juzgado como superfluidad, y que al cabo inclina la balanza de los hechos. Con la literatura queremos crear mundos ficticios que suplanten idílicamente el de nuestra realidad frustrante, sin reconocer que en nosotros, en nuestro derredor, vive la belleza objetiva del verdadero ideal.  Recrear lo cotidiano, lo próximo, registrado por el sello de lo genuino, auténtico, quizá sea lo cabal y ventajoso, pues nunca se nos podrá escapar con la experiencia banal de lo ilusorio. A esa tarea se entregó Pla.

Leer el Cuaderno gris es como aplicarse al sacramento de la confesión. Allí se van despejando nuestras hipocresías y se definen nuestros yerros; se diría que compartimos durante 800 páginas una sesión en el diván de Sigmund Freud. No sé si Pla estaba al tanto de la teorías de Freud, con las que tal vez le hubo familiarizado Dalí. En cualquier caso, el ejercicio del Cuaderno...es limpiar la vida de polvo y paja. Una  larga penitencia que acaso nos purifique. Una vida, en fin, que el escritor aborda con sentido honrado y no con el idealizante de la lente coloreada de Proust. 

Pla es consciente de que la vida sólo la justifica la extensión de una obra, esa obra completísima que transcribió a través de la numerosas encrucijadas del siglo XX. Lo que al final queda del hombre es su tarea, moral o circunstanciada, de laboriosidad artística o espiritual. Creo, pues, conveniente que, antes de ese final que a todos llega, me acerque al fin a la sinceridad de ese legado minucioso que trasciende de la obra de Josep Pla.

Querencia cultural


 Durante la adolescencia tenía fascinación por el norte. Paisajes, hombres, atmósferas nórdicas ejercían una encandilante fascinación. En el entender de entonces cualquier característica geográfica, racial, social y de costumbres septentrionales ofrecían cualidades superiores a los países del sur. Su economía era más boyante, su sociedad más libre, sus hombres más disciplinados y laboriosos, sus mujeres más bellas. Y es que en la anatomía de las nórdicas se advertían sugestivos atributos de los que carecían las latinas. La piel clara, el cabello dorado, la esbeltez de la figura.   Durante los anos 60 y 70 la obsesión de todo alicantino era la de ir a Benidorm a ligar suecas. Yo nunca me comí una rosca, pero sé de alguno que dio en la diana. El cual no tardó mucho en comprender que, tras el matrimonio, la diferencia entre una noruega y una de la tierra era sólo una ligera cuestión de forma.
 Lanzo todo este prolegómeno porque durante estos días he visionado en You Tube un reportaje turístico sobre las islas griegas, tan meridionales, tan yermas, tan cutres. ¡Qué lejos su paisaje del esplendor del norte! ¡Qué distinto el carácter abierto de sus gentes del rígido y remilgado de los hiperbóreos! ¿Quién me iba a decir a mí, como a todo españolito que no se puede sacudir el complejo de inferioridad ante los europeos ( tal complejo acaso lo adquirimos ya con Carlos V), que acabaría festejando y celebrando las indolentes delicias del sur. Tal viraje se produjo realmente con el descubrimiento de Italia. Allí comencé a apreciar las virtudes y excelencias meridionales frente al poco grácil estilo báltico. Sucede que tanto en Italia como en Grecia me siento como en casa, al contrario que en cualquier país norte europeo, incluido Francia. Y es que en el Mediterráneo se convive mejor, se goza mejor, y hasta se muere mejor. ¿Qué mejor que disfrutar de una ensalada griega, unas sardinas y unos calamares al grill en cualquier chiringuito de sus playas memorables? No sé si me siento europeo, pero me reafirmo mediterráneo.

Martin´s Bar

Martin´s Bar

 Caen lágrimas en el silencio

como la lluvia que empapa

la calle solitaria en la noche.

Caminar sin rumbo,

mascullando un nombre

desgastado en la boca

como un pastilla de Cheiw-gum.

También la noche tiene que acabar,

como algún día dejaré de respirar.

Los zapatos húmedos ya calan mis pies,

me apremia un hueco en cualquier bar.

Al fondo de una calle transversal

anuncia un neón la entrada de un club.

Es el Martins´s Bar. Al apartar la cortina

suena una ruborosa melodía de jazz, 

con notas largas de desdén

en el saxo del inglés y el piano del patrón.

Solo los negros pueden saber

porque esas notas abrasan

el corazón como un licor,

y como los pasos sin rumbo ni sentido

hallan dirección en su borroso atril.

Conforto hallaría si no fuera sueño

su ilusión, y fábula los dúos 

de Travis y Stanislaus

en las madrugadas de Martins´s Bar,

perdidas entre tristes desengaños 

y recuerdos disipados de bourbon.




 

El coronavirus contraataca

El coronavirus contraataca

 El índice del coronavirus comienza de nuevo a preocupar. España está de pena. Se encuentra en manos de médicos. Hasta los partidos practican su propia cirugía. Cualquier discrepancia merece el uso del bisturí. A este paso, asistiremos a un concurso de ramplones; cualquier voz independiente será censurada por miedo a romper la formas. En las calles suenan algunas voces contrarias, a las que se tilda de insolidarias  y conspiranoicas . No se deberá parte de ello a que se le ha solapado al mundo buena parte de la verdad sobre el virus. Quedan muchas preguntas que no han tenido respuesta. Una sociedad que exige transparencia permanece hermética frente a cuestiones esenciales. A este paso la pandemia será una catástrofe peor que la de la II guerra mundial. Cuando el virus desaparezca, sea por vacuna u otras causas, habrá dejado un profundo bache en el curso de la historia y se habrá llevado con ella importantes páginas del libro de nuestra vida. El hombre anónimo, en el corto segmento de su trayectoria vital, ha de padecer doblemente, una por el capricho tornadizo de un poder que lo condiciona y otra por las contingencias imprevisibles del desmadre de la madre naturaleza. Díganselo a los habitantes de Índico cuando el tsunami o a cualquier discreto ciudadano del centro de Beirut.

Los reos del progreso

Los reos del progreso

Hace tiempo que no publico nada en el blog, diríase que se ha secado la fuente de la inspiración. Es verano, y con el calor gana terreno la aridez. Temas para hablar nunca faltan, pero la mente parece abotargada con el coronavirus. La cotidianidad ha sido invadida por ese intruso al que nadie ha invitado. Pero él, sin ningún permiso, comparece. Ha condicionado todo, hasta las expresiones más íntimas del ser.

Solo estamos atentos a su estadística: número de contagiados, asintomáticos, ingresados, cadáveres. Y parece que no te lo puedes quitar de encima. Cuando y donde menos te lo esperas el vigía clínico alerta: ¡Por allí rebrota! 

Es un verano atípico. Por no poder, no se puede ni viajar. En el extranjero, a los españoles ya les han colgado el sanbenito de apestados. Veremos cuándo podremos despertar de esta pesadilla. 

La realidad del mundo ya colinda lo apocalíptico. Después de las dos guerras mundiales vino la calma, parecía todo controlado, tan sólo ofrecían contraste algunos perezosos melenudos; los vencidos se convirtieron en los pueblos más laboriosos de la tierra. Nadie quería otro Hirosima. Las nuevas generaciones se abandonaron a la inconsciencia del progreso. No sé que gurú les inculcó que se estaba en él mundo para alcanzar la felicidad, y que éste podía darla. Ésta era una nueva consigna, pues por siglos la meta se hallaba en la vida eterna, y no era sencillo alcanzarla. Algunos prohombres apostillaron que la felicidad residía en realizar el máximo de nuestras capacidades y en el libre ejercicio de nuestra voluntad.

Semejantes misivas se convirtieron en el credo de la masa. Pero hoy las lacras del progreso han cuantificado sus efectos adversos, y la vieja panacea se ha vuelto ponzoña para la humanidad. Hoy la humanidad se reconoce reo de la ciencia, una ciencia que podría ser letal, si la brújula del progreso no cambia de rumbo.

De algunas lecturas

De algunas lecturas
Oigo una charla de Vargas LLosa sobre Gabriel García Márquez. Busco infructuosamente Historia de un Deicidio, publicado en 1971 por Seix Barral. Es inasequible; solo apto para coleccionistas. Yo todavía no puedo colgarme los galones de bibliófilo. Los tales son como niños repelentes con bigote y poder adquisitivo. Así que me las cuelan todas; la mayoría de los libreros a granel me la dan con queso. La única pieza de lance que por la bisoñez del vendedor resultó propicia fue la de un Rayuela del 68. Lo compre barato; por ahí se vende por 50 euros. Encontrar una 1ª edición que te saque de apuros es tan difícil como publicar una novela en una editorial de campanillas y que tenga éxito.
Pero los milagros solo se dan para los favorecidos de la Fortuna; los desventurados hemos de conformarnos  a una vida astrosa y sin melindres. Personajes estos últimos que por contra forjan las grandes novelas. ¿Qué hubiera sido de Dostoyevski sin su elenco de seres mancillados? Concreto más, sin ellos no hubiera existido la novela rusa. Actualmente, leo sosegadamente El adolescente, de Feodor Mijailovich. Confieso que me cuesta seguir el hilván de la historia, pero disfruto en esa atmósfera  mefistofélica, de personajes desquiciados que han revolcado en el lodo sus conciencias, ¿Cómo el autor de la abyecta pocilga sabe extraer el diamante puro? Aun para el depravado cabe la redención.
Todos hemos nacido en el pecado, dóciles para el mal, a cuya opción tiende nuestra débil naturaleza.
Pero Dios da a cada uno su oportunidad, aun a Ralskolnikov. Incluso del más hondo pozo te puede sacar el brazo misericordioso de la Fe. El pensamiento de Dostoyevski en nuestra república de las letras habría fracasado. ¿Qué opinaría el ruso de lo políticamente correcto? No sé que se hicieron con él Lenín y Stalin, aunque he oído que sus simpatías se inclinaban más por Gorki. Seguramente lo ignoraron; mirarse en su literatura hubiera reconcomido sus conciencias. Buscaba Dostoyevski salvar al hombre, independientemente de su condición, porque tanto en el noble como en el siervo anida la maldad, y ambos claman por ser rescatados.

Los libros y la mili

Sigo en las redes la excelencia de algunas bibliotecas personales: La de Luis A. de Cuenca, la de Gabriel Albiac, la de Sánchez Dragó, la de Juan Villoro, la de Pedro Cuartango. Llega un momento que la afición a los libros se vuelve obsesión. Tal circunstancia llega de pronto, cuando el libro empieza a significar un elemento importante de tu vida. En muchos casos el libro en principio es un medio de adquirir conocimientos, una herramienta útil con la que poder promocionarse, algo necesario para  engrandecer el intelecto y del cual valerse luego para ampliar el currículo con vistas al éxito social.
Confieso, sin embargo, que el acercamiento a los libros fue, por mi parte, sincero y leal, pues siguiendo a los gurus de la época yo ya había dinamitado mi futuro, abrazando el espejismo antisistema. Mi acercamiento, pues, a la lectura surgió de la inocencia, elegí los libros como compañía de mi soledad, como paliativo a la cultura establecida a la que había renunciado.
Tal bisoñez no rebasó la criba del servicio militar, por la que fui destruido. Lo único que me salvaba allí era el apego al libro. Por lo demás, se encargaron de finiquitar mi cándida adolescencia. Una imagen me ha quedado: me recuerdo en el cuerpo de guardia, leyendo Un mundo feliz, de Huxley, mientras el sargento me observaba con mirada displicente o desdeñosa. Él había puesto  su servidumbre en el rigor militar, yo en la fuerza transformadora de las palabras. Ambos éramos reos de nuestras limitaciones. Los libros han sido bálsamo para el dolor de la existencia. Nunca jamás he vuelto a disparar una granada de fusil. No sabría decir si las letras son ocupación de maricas y las armas de hombres virtuosos, ni por cuál de los caminos se accede a la plena libertad.

Fin de semana en Valencia

Fin de semana en Valencia
He regresado  a Valencia después de muchos años. He circunscrito mis pasos al perímetro de la memoria, prescindiendo de sus nuevas áreas urbanizadas. En Valencia tuve mis primeras experiencias laborales y degusté mis primeras soledades. He  reservado mis paseos al callejero del recuerdo. Cotejando lo que aún pervivía, con las nuevas realidades: Edificios de construcción reciente, nuevos comercios, modernas zonas ajardinadas. Cuando dejé Valencia, todavía un pequeño brazo del Turia recorría su cauce. Me complazco hoy observando sus viejos puentes, cuyos nombres se han borrado de mi memoria. Desde las torres de Serrano contemplo los tejados de la ciudad. Me aseguran que dicha perspectiva es mejor desde la cima del Micalet. Cuando entro en la catedral  se está dispensando el oficio. En el templo, como en otros muy distintos de España, conviven diversos estilos. A su torre, el Micalet, se le asignan fundamentos árabes. La puerta de la catedral nos muestra algo del barroco valenciano. En el interior, se compaginan el gótico y el románico. Su retablo no goza la majestuosidad del de Toledo o Sevilla. La celebración del culto me impidió detenerme en las capillas laterales. Tampoco pude observar de cerca el Santo Graal , el mismo que Juan de Juanes reproduce en su Santa Cena del Prado, como tampoco visité, en la plaza de La Virgen, el santuario de la Madre de Dios de los Desamparados.
Sí  visito el museo San Pio V, próximo al gran jardín de Viveros. En él se nos muestra un recorrido por varios siglos de pintura valenciana, desde el medievo, y aun atrás, hasta la modernidad, donde no falta el colorismo del gran Sorolla.  En el resto de salas destacan la tenebrosidad de Ribera y algunos excelentes lienzos de Ribalta, entre los que se intercalan numerosas obras de otros pintores de nuestra geografía, entre ellas alguna del Greco.
Valencia me ha sentado bien: gratos paseos, alguna paella, deliciosas horchatas, ojeo de libros en su abundantes librerías, sosiego escuchando una fuente en alguno de sus parques, reencuentro con lo que fui y satisfacción con lo que hoy es.

Quiero hacer una apuesta por el éxito

Quiero hacer una apuesta por el éxito
Siento la flor fría de la noche
aguardando los amaneceres intangibles,
el viento azul, la piedra rota
en el fondo de la alberca de la fuente.
Como una lágrima de rocío
en la otoñal tristeza de los campos,
ateridos en la lontananza.,
presintiendo la perdida corriente.
El fúnebre ataúd, la monda calavera,
el esqueleto desvencijado
en el lecho del lodo
olvidado en el bosque de la memoria.
Quiero hacer una apuesta por el éxito,
por esa vida que escapó a la inundación,
por esa alma que cerró los postigos al otoño,
por esa gracia recobrada en la sonrisa de una niño,
por ese sabor a sal del mar,
por la osada imaginación
que traspasó las barreras del horizonte.

nocturnidad y alevosía

nocturnidad y alevosía
Broncos lamentos
en la irradiada noche,
ulular del alma
en el silencio contrito.
Apenas las hojas caen,
el almanaque cuenta sus días,
el pergamino del tiempo
se contrae como hoja seca
y el corazón se conduele
del desgarro sin remedio.
Vendrá la mañana
en el suceder inexorable,
y al entreabrir la ventana
veré el claro día
incólume de noche vulnerada.
Reo de traiciones consumadas,
como el condenado aguarda
la ejecución de su sentencia.
Será entonces noche cerrada,
que solo del claro día
presiente la atroz clemencia.

Benedetti Michelangeli interpreta a Gallupi

Benedetti Michelangeli interpreta a Gallupi
Escucho una sonata de Baldassare Gallupi, interpretada al piano por Arturo Benedetti Michelangeli. Su dulzura melódica mantiene una graciosa artificialidad rococó. Ocupa Gallupi un puesto discreto en el Parnaso musical veneciano, en cuya cumbre domina el magisterio del "prete rosso". Albinoni , los Marcello también merodean tales alturas. Pero Gallupi en su modestia ha de adecuarse a los niveles que le son permitidos. Porque ni siquiera nació el la propia Venecia, sino en Burano. Esa islita de casas multicolores que ameniza la visita de los turistas a la laguna. Era una isla de pescadores que vivían un aparte de los fastos de la Serenísima. Acaso sea Galuppi el prócer más señalado del municipio: una estatua de medio cuerpo lo conmemora en una de las plazas principales. En cuanto a Arturo Beneditti Michelángeli, también fallecido, sigue ocupando un lugar destacado en la memoria pianística. Recuerdo que informé de su óbito a mi profesor de piano, que se limitó a encogerse de hombros. Tal indiferencia no supe a qué achacarla, si a la ignorancia o a su predilección corporativa por Baremboin, cuya grabación de las sonatas completas de Beethoven guardaba en lugar preferente.  Tales discrepancias en cuestiones musicales propiciaron que mis inclinaciones pianísticas no se prolongaran mucho. Me despedí de él entregándole un esbozo de crítica sobre El Barbero de Sevilla, de Rossini, recientemente programada en el teatro Principal de la ciudad, recordándole que yo también reservaba algo que decir. Estaba claro que el piano no cubriría mis aspiraciones, pues desde aquel entonces no he vuelto ha estudiarlo en serio.
Tal decisión no la considero como la más recomendable para un alumno, pues qué hubiera sido de la obra de Gallupi si hubiese tenido en cuenta a todos los músicos que triunfaron o murieron en Venecia, Monteverdi, Cimarosa, Porpora, Hasse, y todo aquel inflamado genio que hizo rutilar la vida de la Venecia dieciochesca.

Flor de castidad

Flor de castidad
La gracia ha perdurado
del rigor de tu ascética.
Mantienes la sonrisa cándida
donde no trasparenta el dolor,
dolor que ha mitigado
la catarsis de la cruz,
cuyo bálsamo melifluo
te fecunda el corazón.
La intimidad a Cristo 
has entregado; en sus brazos
tu esperanza reposa;
por Él ceñiste el anillo
de tus nupcias puras,
porque la gracia
de su amor te ha traspasado
como las espinas sangrantes
que sus sienes coronan.
En la ascesis del cenobio
te vacías de ti misma
para llenarte ávida
de plenitud eucarística.
Sin duda en vida nueva
te has colmado, eterno
éxtasis que nunca podrá
suplir el amor perecedero.

Caterina de Forlì

Me invade la nostalgia de esa Italia fabulosa, la de la época renaciente que guarda en los arcones de la historia no pocas anécdotas y leyendas capaces de fascinar. Su viejo arte  ha resaltado los contornos de una de sus protagonistas más singulares: Caterina Sforza, señora de Forlì e Ímola. Ejerció el dominio de tales territorios a la muerte de su esposo, Girolamo Riario, nepote del papa Sixto IV. El cual pertenecía al clan de los Della Rovere y principalmente se le reconoce porque durante su papado mandó construir la Capilla Sixtina. Luego embellecida por su pariente y sucesor  en el solio, Julio II.
Caterina fue hija bastarda del duque de Milán Galeazzo María Sforza, de cuya rama heredó el gallardo temperamento. Dinastía fundada por el condottiero Muzzio Sforza, guerrero arrojado y temerario cuyas virtudes compartieron buena parte de sus descendientes, entre ellos Caterina y su vástago Giovanni de Medici, el delle bande nere. Sin duda los Sforza eran de armas tomar,  fortaleza de carácter que sin duda heredó Caterina, sin el cual no podrían explicarse el temple y la bravura que demostró ante circunstancias difíciles de afrontar aun para un hombre bien cuajado.
A la muerte de su esposo, del cual tuvo cuatro hijos, hubo de defender el gobierno de sus feudos con redoblada firmeza. Encastillada en su borgo repelió el acoso de las facciones contrarias que pretendían derrocarla. Se cuenta que el enemigo se apoderó de sus hijos, amenazando con ejecutarlos, como ya había hecho con el duque Riario, si Caterina no se rendía. Pero ésta, como buena Sforza, respondió al ultimátum con grosera altivez. Arremangóse la ropa y enseñando su sexo, afirmó que con el mismo podría engendrar cuantos hijos quisiese. Osadía que avergonzó del tal modo al enemigo, que desistió de ejecutar a los rehenes y depuso sus pretensiones.
Por aquel tiempo falleció Sixto IV, sin cuyo apoyo las posesiones de Caterina podrían peligrar con el advenimiento de un nuevo papa. Ante tales circunstancias, la iniciativa de la Sforza fue la de acudir a Roma al mando de sus tropas y tomar al asalto el Castillo de Sant´Ángelo, haciéndose fuerte en el baluarte. Inocencio VIII fue tolerante y ratificó a Caterina en sus heredades de Imola y Forlì.
Luego, durante un tiempo gozó de la paz en la pequeña corte de la Romaña , entregándose su Señora a la tarea del buen gobierno y al cultivo de sus amantes. Fueron públicos sus devaneos con el atractivo Giacomo Feo, valga el oxímoron, bastante más joven que ella, y que perduraron hasta la muerte prematura del galán, Su siguiente conquista fue un Medici, que acudió en embajada hasta sus dominios. De sus relaciones fue fruto el célebre condottiero Giovanni de Medici. Este hombre de armas en la familia Medici, solo es explicable teniendo en cuenta su sangre materna, en la que corrían los genes Sforza.
Pocas eran las vidas durante el renacimiento que llegaban a longevas, y de dicha estadística participó la de Giovanni de Medici, dejando nuevamente vacío el lecho de Caterina.
Por aquel entonces se entronizó en el solio romano, Rodrigo Borghia, con el nombre de Alejandro VI.
La política de los Borghia quería abarcar bajo su égida a todos esos minúsculos estados centro italianos, en muchos casos tributarios de la iglesia, con cuyo pago garantizaban su independencia. La pretensión de Alejandro VI era la de crear un nuevo reino de Romaña, que englobaría a todos esos ducados dispersos bajo el escudo papal. Para cumplir dicha tarea, su hijo César, a la sazón gonfaloniero de la iglesia, se encargaría de convencer a los remisos y someter a los rebeldes, entre los cuales se encontraba el pequeño territorio de Imola y Forlì. Caterina rechazó doblegarse a los dictámenes papales y decidió defender espada en mano sus posesiones. Alejandro VI la vituperó con los más denigrantes improperios y el siempre expeditivo César no tardó en pasar a la acción y apoderarse de Imola, por lo que Caterina decidió encastillarse en Forlì, con mil de sus soldados, dispuesta a resistir hasta la muerte. El asedio no tuvo concesiones, en la sanguinaria lucha sus mil defensores fueron todos pasados a cuchillo y Caterina hecha prisionera. Tras la rendición, entre ambos oponentes, César y Caterina, se cuentan muchas leyendas subidas de morbo y difíciles de verificar, como todo en ese gran Renacimiento ya más hijo de la fantasía que del rigor. Tras su gloriosa defensa de Forlì, gesta recogida en los anales de su época, perdidas sus posesiones, Carterina se retiró a Florencia, junto a su hijo Giovanni, donde murió entre la mayor discreción, lo cual ocurriría algo después de la muerte de César, en un lance guerrero, junto a los muros de Viana.


Esa voz

Esa voz
Siento latir el peso del silencio
en esa palabra nunca pronunciada
que quise oír al abrir una puerta,
al descolgar ese teléfono inesperado
cuyo timbre nos sorprende
en mitad de la tarde,
como aldaba que golpea la esperanza.
Al otro lado de la línea,
trastocando lo previsto,
quisiera oír esa voz estremecida
con una emoción que me colmase,
que me redimiese del sueño
perdido de la vida,
que me rescatara de ese fracaso
de propósitos incumplidos.
Esa voz que siempre quise oír
confiada y amorosa,
tierna y arrobada,
recordándome que el amor
es por fin correspondido,
que las angustias pasadas
fueron sólo un malentendido
de anhelo y de celos,
porque en lo intimo del corazón
de ese amor desengañado
pueden recogerse sus cascotes
y restaurarlo en su belleza intacta.

Breve observación sobre las leyes

Breve observación sobre las leyes
Las leyes en las democracias modernas se fundan no bajo el criterio de la razón, resultado de una consideración consensuada conforme a principios inalterables de carácter moral o ético, sino que dichas leyes se legitiman por estimaciones de orden numérico, independiente de su índole natural o consuetudinaria o de su carácter universal. De ahí que muchos en ellas no nos sintamos legitimados. Hay quien objetará que la suma de lo cuantitativo al fin se vuelve cualidad. Sobre tal punto, permítasenos que expresemos nuestras reservas, ya que en ningún caso implicaría idoneidad.

Libertad, ¡oh libertad!

Oigo la obertura Egmont, de Beethoven, dirigida por Kurt Masur, en San Nicolai de Liepzig. Soberbio canto a la libertad. La grabación data de cuando la caída del muro. Hoy en España suena el tan-tan de las cacerolas que la reclaman. En estos días del coronavirus hemos vivido físicamente lo que en la conciencia padecimos durante el franquismo. ¿Cuál era esa losa que pesaba en nuestras almas?: El anhelo de libertad. Porque frente a todo el maremagno de dimes y diretes, conjeturas y sentencias sobre el coronavirus, lo que más se resiente son las limitadas dimensiones de nuestra precaria libertad. Porque la Libertad con mayúsculas ya no se cacarea desde los tiempos de la Ilustración. Lo que nos ha quedado claro en estos meses de confinamiento es que no somos garantes de nuestra libertad, sino que solamente la gozamos como una dádiva del Sistema, que la utiliza como concesión necesaria que solapa, como una cortina de humo, la estrategia de los intereses maquiavélicos que constriñen al hombre. Nunca como en esta pandemia los hombres han cobrado su clara conciencia de rebaño. Hemos sido recluidos en el aprisco como las mansas ovejas al llamamiento del pastor, cuya identidad nos resulta algo incierta y no sé si podríamos identificarla con la del Buen pastor, porque no sabemos en absoluto cuál será su reacción cuando vea venir al lobo.
Nuestros pasos están contados,  nuestros movimientos observados como los del ratón en el laberinto de experimentación, anotado cada impulso, cada atajo, cada indecisión. La autoridad sanitaria es la mejor coartada para imponer leyes estrictas que acoten el terreno de las libertades. Porque a día de hoy se contradicen ministros y diputados, médicos y epidemiólogos. Por un lado se nos abre la esperanza ante el aserto de algunos que auguran que el virus desaparecerá como anteriormente lo hicieron otros coronavirus; de otra parte, no pocos sentencian que el virus permanecerá endémico.
Sabíamos de las opiniones clientelares de los medios de comunicación. ¿Ocurrirá lo mismo con las de los científicos?

Monótonos días de coronavirus

Monótonos días de coronavirus
Durante estos monótonos días de coronavirus en los que Sánchez y el pánico nos tienen recluidos, permanecemos anclados a la pantalla del ordenador, en el que también existen virus, aunque más asépticos, objetivamente inocuos. Uno se zambulle en el universo de You Tube y va rastreando fascinadoras páginas de turismo en Suiza, atento a la majestad de los Alpes, que elevan sus cumbres tentando los secretos del cielo, dejando en sus faldas la imagen de idílicos valles de verdura, con tonalidades de color difíciles de hallar fuera de centroeuropa. Valles recorridos por frías corrientes, alimentadas por vertiginosas cascadas que se precipitan desde la altura imponente de los riscos. Pienso en Wengen y Lauterbrunnen, en la gloriosa cumbre del Junfrau, en Interlaken, con su corazón helado de glaciar;  o en el pico extraordinario del Cervino, que recorta su silueta sobre las características casas alpinas de Zermatt. Pienso también en Sils María, donde Nietzsche aspiraba el aire purísimo de sus cotas aristocráticas; en Davos platz, donde Mann ubicó ese otro singular coronavirus de entre guerras. Época que, como en la nuestra, a la muerte le resultaba provechosa la siega, cuando a cada golpe de la afilada guadaña cercenaba aun las más lozanas espigas.
En You Tube, esa bola mágica de bruja siniestra, uno encuentra toda clase de información y de entretenimiento. En estos días sigo cierta propaganda sobre mansiones de super lujo, sobre todo de Italia, unas en Venecia, no pocas en Florencia, Parma, Siena. Son haciendas al alcance solo de ese grupo de privilegiados que mueven los hilos de nuestra mediocre existencia. Imagino cómo sentaría disfrutar una temporada en cualquiera de esas chozas. Seguramente, nos saldría una sonrisa como la de Julio Iglesias, destacando el brillante marfil dentario. Pero reconociendo que a tales usufructos no podemos aspirar, clickeamos sobre el reclamo de algunos hoteles lujosos de Capri, que nos recuerdan el coqueto hotel Excelsior que Willy Wilder nos presenta en su película Avanti. Para los que nunca hemos salido de pobres, Capri sigue siendo un Paraíso, aunque si uno se asomara a sus precipicios seguramente vería arder las llamas infernales de la Camorra. Mas todo esto queda como vagas ilusiones, pues ni Sánchez ni el virus nos darán tregua ni nos dejarán movernos de casa. El presidente quiere prolongar un mes más sus taimadas maquinaciones; con tanta cautela no se ve el momento que podamos sacudirnos el miedo del cuerpo, y es que 27.000 muertos pesan más que sobre la momia de Keops su descomunal pirámide. Sin embargo, esta noche he visto encendida una luz de esperanza, un epidemiólogo italiano afirma en un programa de televisión que el virus está debilitándose, que su virulencia y letalidad disminuye, que quizá dentro de unos meses se haya extinguido y podamos volver a la normalidad de siempre, y no a esa "nueva normalidad" que nos suena a utopía Huxleysiana o Orwelliana y que nos quieren imponer los aprendices de futurólogos.

el cacareo político

 Homologuemos  con proporcionalidad los parámetros asimétricos con los que implementar medidas transversales que justifiquen las prestaciones inclusivas, cohesionadas por políticas congruentes que redunden frontalmente en marcos favorables con los que garantizar soluciones decisivas bajo criterios aceptables.

El meollo de la novela

Escucho en una entrevista al escritor norteamericano Paul Auster que uno de los autores que más influyeron en sus primeras etapas como lector fue Dostoyevski.   De quien asegura que la lectura de su novela Crimen y castigo condicionó su vocación de escritor. Feliz coincidencia, pues ese mismo efecto tuvo en mi adolescencia el encuentro con Fedor Mijaílovich. Tras concluir cualquiera de sus novelas, El jugador, Memorias de la casa de los muertos, el Idiota, Los demonios, especulaba con que algún día llegara a escribir algo igual.
Había dejado el instituto con una formación precaria. Sabia juntar letras, expresar oraciones simples, y mi ortografía y sintaxis eran deficientes. Si tal era mi vocación, ¿ por qué no persistir en unos estudios que nos proporcionaran los elementos técnicos con los que se construye una novela? La respuesta estaba en las distintas obras de Dostoyevski. ¿Qué hacía de ellas una experiencia primordial? No destacaba en ellas su perfección formal, ni la excelencia de su retórica, ni acaso la excesiva originalidad de su argumento, pero lo que las hacia indispensables es que en ellas palpitaba la vida. Eran seres vivos Raskolnikov y Sonia, Svidrigailov y Stephan Trofimovich, el conde Mishkin o el conjunto de reclusos de la Casa de los muertos. Tales obras eran organismos vivos que trascendían de sus páginas hasta el espíritu del lector, del que pasaban a formar parte como recomendables invitados.
Tal fue la lección que me proporcionaron tan sustanciales lecturas. Si quería llegar a ser escritor, lo primero era conocer la vida, atrapar ese embrión biológico que da carnalidad a toda buena novela. Que la letra que hay en ellas no se redujera a letra muerta. La formación intelectual la adquiriría luego a través de los libros. Creo que Bolaño eligió la misma opción. En mi caso, dicha resolución me hizo entrar en la vida por la puerta de servicio y quedar empachado de ella a los treinta años. La obra de Dostoyevski no hubiera sido posible si el zar no hubiese conmutado su pena en el patíbulo por varios años de reclusión, así como la mía modestamente tampoco lo hubiera sido si hubiera sucumbido a su vorágine vital. A quien aborda el tranvía de la mundanidad le es recomendable apearse alguna parada antes de la catástrofe, para que la actividad novelesca sea posible.

A un viejo amor

Por entonces yo no sabía
que era el vivo retrato de Janis Joplin:
Voluble, fondona, viciosa.
Tenía la misma edad
que cuando la Joplin la diñó.
Cierto que no tenía su voz,
y no sé si, en mi ceguera,
albergara cualquier otra virtud.
Era alcohólica y tripera,
alardeaba de lesbiana,
y no sé cuántas desgracias más.
La amé a pesar de su miseria;
la amé a costa de las mías.
Corrompí en su barro
lo que me restaba de pureza.
Al despedirnos, ni nos dijimos adiós.

Guerra o pandemia

Guerra o pandemia
Los últimos discursos de Sánchez no dejan de suscitar ciertas susceptibilidades cuando no incipientes bambollas. El cariz bélico de sus mensajes deja a sus oyentes algo perplejos. Deben preguntarse: ¿Sabrá algo Sánchez que los demás desconocemos? España es un país en estado de excepción, con el ejército y la policía desplegando el mayor celo. Los 20.000 muertos hasta el momento no son pecatta minuta. Desconozco las estadísticas de fallecidos durante la guerra civil, pero me atrevería a asegurar que en comparación con las del coronavirus las cifras no discrepan mucho. Con los soldados muertos en el frente debe cotejarse una cifra pareja si se comparan ambas catástrofes. Si esto es una guerra, ¿quién es el enemigo, una potencia extranjera, la naturaleza, Dios? Teológicamente Dios queda descartado, pues es nuestro Padre, amantísimo de su criatura, y en tal caso la pandemia la habría permitido Dios para reprendernos a causa de nuestra desobediencia? Dios aparte, resulta discutible que la naturaleza haya engendrado un depredator tan virulento y con un tan alto índice de letalidad. Habría que oír a científicos y sanitarios explicándose sobre las posibilidades patológicas de un virus surgido por generación espontánea. En cuanto al tercer factor, Trump sigue sin perder el ojo de China. Bueno, Trump y todos los adversarios de ese régimen sobreviviente del comunismo jurásico.
El caso es que Sánchez no se corta un pelo en su jerga belicista, frente a las llamadas de atención de sus aliados parlamentarios y hasta de su mismo vicepresidente, que ha salido al paso censurando el estilo belicista de sus coaligados y apostando por la consigna de una entrega humanitaria de las batas blancas, cual cruzada bienhechora de cruz roja. ¿Sera en el fondo Iglesias un comunista místico, y no ese comandante bolivariano que se arroja sobre el enemigo capitalista al grito de Patria o Muerte?

Coronavirus: ¿Una guerra no declarada?

Coronavirus: ¿Una guerra no declarada?
Durante el discurso con el cual Sánchez instauró el "estado de alarma", el mismo insinuó, no sabemos si de forma literal o figurada, que nos enfrentábamos a una "guerra contra un enemigo invisible". Frase a propósito de la cual, en la última comparecencia en el congreso, el portavoz del PNV le recordó que no era un símil muy afortunado. Reconozco que encontrar a alguien a quien también inquietó tal afirmación, me tranquilizó. Pero hoy, día de Pascua de Resurrección, tras un consejo celebrado con las comunidades autónomas, en su discurso el presidente ha repetido no una sino varias veces la analogía de nuestra situación actual con la de conflicto bélico. Doy, pues, por hecho que esto es una guerra. Por otro lado, la población se halla confinada en los refugios, y policía y ejército campean en las calles, aunque armados con mascarillas y con fumigadores antisépticos,  y muchos de los derechos democráticos permanecen en cuarentena. La libertad  ha cedido el paso a la obediencia.. Pero una guerra parte de la premisa de que hay dos partes enfrentadas, la nuestra y la del enemigo. Para vencer en la guerra hay que conocer a fondo al adversario, descubrir dónde se encuentran sus debilidades y atacar con toda la potencia de nuestra artillería sobre sus zonas vulnerables. Pero el presidente Sánchez nos ha planteado una guerra de supervivencia, dándose por vencido desde el primer momento y evaluando el recuento de muertos. Si hay una guerra, lo primero es averiguar de dónde y en base a qué proviene el ataque que ha originado el conflicto, y si nos hallamos en situación de repeler la ofensiva o en la de atenernos a la vía diplomática para establecer un armisticio.
Hoy por las redes circulan eso que el gobierno denomina bulos. Hay muchas opiniones que se hacen eco de las mismas preguntas que yo, e intentan perfilar las facciones de este "enemigo invisible". Se siente inquietud y perplejidad ante la evidencia de que frente a un mundo globalmente contaminado, China, a excepción de Wuhan, se mantenga limpia del virus y la ciudadanía siga con su vida normal. ¿Es ello natural, o la situación esconde algún intringulis?
También hoy ha salido a la palestra Henry Kishinger, hablándonos de un futuro nuevo mundo global, con la población más controlada que por internet. Junto a Kishinger se han escuchado los nombres de Morgan, Rosthchild, Rokefeller, Soros, y Bill Gates y sus vacunas, proponiendo sus patéticas soluciones. Señores déjense de experimentos sin gaseosa y devuélvannos el mundo que fuimos, en el que aunque pobres éramos dignos seres humanos y no conejillos de indias.


Tsajená

Tsajená
Oigo una sonata en la madrugada..
Mi madre duerme su sueño,
ajena a la realidad apocalíptica,
longeva y vulnerable.
Parte del mundo se nos muere,
en medio de un fúnebre escrutinio.
La huesuda mano de la muerte
maneja su guadaña eficiente,
segando la abundancia de vida
como el frágil tallo de la flor.
Reclamo un consuelo desde el cielo
y releo el salmo 91,
cuyos versos traen algo de paz:
Caerán a tu lado mil,
y diez mil a tu diestra.
Pero a ti no vendrá mal.
Tal es la promesa del Señor.
Se especula que en la China
 han  muerto por millones;
por miles agonizan en Europa,
la misma plaga asola América.
Si esto es una guerra,
muestre su declaración el enemigo.
Si es el fin quien llama a la puerta,
invoquemos la misericordia  de Dios.
No sé, me faltan las palabras.
Será el prolongado encierro,
el futuro inseguro  que amenaza.
Ya nada será igual, ni en Alicante,
ni en Venecia ni en Tahití.
A la evasión del viaje
se ha impuesto la clausura en el hogar.
En esta soledad
hay viejos claustros que evoco,
de Toledo, Salamanca, 
Véneto o Bretaña.
Una ardiente lágrima
resbala por mi cara
y filtra su amargura entre mis labios.
Tengo sed,
una sed que no sacia ni el agua ni el licor,
una sed de desmesura, 
una sed de fresca fuente de eternidad.

No moversus

No moversus
Se nos ha venido encima la hecatombe. Ni Trump sabe cómo se la han colao. Por el rabillo del ojo mira a los chinos ¿Habrá gato encerrao? En España Sánchez declara la guerra a un enemigo invisible, pero ¿será tan transparente su enemistad? Respiro con alivio al ver que el congreso se ha movido. Cuando el ejército y la policía campean la calle es que se ha acabado el estado del bienestar, y cumple el instinto de supervivencia. Tuve conciencia de él por el tumulto organizado en Mercadona, con las estanterías desabastecidas y el personal dominado por el pánico. Me pongo gel alcohólico por si acaso y me embozo tras la mascarilla, pues cuando el río suena, agua lleva.  Se nos ha venido el virus encima como una plaga de langosta. La cosa debe de ser grave cuando los judíos evocan el triunfo de su libertad en Egipto. Y la verdad es que nos espera por delante un periplo análogo a los 40 años por el desierto para alcanzar la tierra prometida. No sé si los americanos nos sacaran de ésta como en la segunda guerra mundial. La cosa no va de tiros, sino de cuarentenas clínicas. Quien descubra la vacuna alcanzara el pleno del mundomillón. No sé si las medidas de Sánchez son eficaces frente a este enemigo desconocido. Porque Sánchez declaró la guerra, no sabemos si literalmente o en sentido figurado. ¿Habrá un enemigo oculto aunque real? Entretanto, se siguen acumulando los muertos ocasionados por la gripecigna, según el señor Bolsonaro.
Sánchez ha apretado los dientes contra la adversidad, nos reta a demostrar ese "valor" que se nos supone. Un parado pregunta si se le obligará a trabajar sí o sí en tareas agrícolas, debido a la coyuntura. El pánico del coronavirus ha puesto en jaque nuestras quimeras de libertad. Cierto que estamos en un régimen democrático, pero...No sé si llegaremos a San Juan con la epidemia controlada. Haría falta hombres de la talla del sargento de mi compañía durante la mili, que ante cualquier amago de insubordinación, conminaba: ¡No moversus!

La vida en cuarentena

La vida en cuarentena
Un solitario vaporeto surca el Gran Canal
en torno aún cerco de muerte. Leo a Schiller.
Mientras el mundo se ahoga en agonía,
se desvanece en las conciencias
el espejismo de la libertad,
por la que tanto batalló el poeta.
Hoy somos sujetos pacientes de un mecanismo
cuyos engranajes hay que aceitar
para que su marcha sea lineal y acompasada.
La Res publica se antepone a la  Res privata.
Es entonces cuando el ser
se resuelve en estadística.
Se es positivo o negativo,
asintomático o de riesgo,
contagiado o  ya cadáver.
En esta tarde confinada,
vegeta cada vida en cuarentena
y tan solo un solitario vaporeto surca el Gran Canal.

El palazzo Colonna

El palazzo Colonna
Veo un reportaje por You Tube del palazzo Colonna, en Roma. Me ha pillado por sorpresa. En las varias ocasiones que he visitado la capital de Italia, nunca descubrí tan significativo palacio. Se encuentra ubicado en el Quirinal, zona que nunca he recorrido a fondo. La fastuosa mansión parece que fue erigida para conmemorar las glorias del más afamado de los Colonna, Marco Antonio, vencedor de Lepanto, comandante de la escuadra  de la Santa Liga. No obstante, los Colonna hunden sus raíces hasta la antigüedad más clásica. Seguramente, en su tronco genealógico nos encontremos con algún renombrado patricio romano ( hay quien los remonta hasta la gens Julia), como sus adversarios Orsinis celebraban su parentesco con un tal Ursus.  Hubo un tiempo en que ambas familias dominaron Roma. Estaban ellos y el Papa, y de vez en cuando el emperador, que cuando tenía posibilidad metía allí sus narices. Los Colonnas dieron generales, papas, cardenales, consortes. En dos ocasiones se vieron apeados de la vorágine política romana, una con Cola di Rienzi; la otra con César Borgia. Ambos trataron de fulminarlos, pero los Colonna supieron resistir. Su estirpe estaba demasiado arraigada en el suelo romano. Rienzi fue ajusticiado y decapitado; Borgia expulsado de Roma con ayuda de los della Rovere. Cuando Wagner se encontraba embelesado con Bellini, compuso su primera gran ópera: Rienzi. En ella, contrastaban las abaritonadas voces de Colonnas y Orsinis.
Los Colonnas dieron un Papa, Martin V, cuya labor al frente del pontificado obedeció a las características de la época, condicionadas por el interés político  y terrenal más que por el espiritual. Convocó varios concilios cuyo fruto fue discutible. La espiritualidad familiar tuvo sin embargo su ápice  por la rama femenina, con Vittoria Colonna, implicada en una profunda intriga para la reforma de la iglesia, cuyas ideas ganaron al mismo Miguel Ángel para la causa. No estaría demás una novela sobre los Colonna como lo fue Bomarzo para los Orsini. Aunque para ello se necesitaría un genio como el de Mujica Lainez para llevarla a cabo. Sin embargo, material hay para el asunto. En definitiva, el palacio Colonna presenta el lujo que atesoran muchos de los más afamados palacios romanos, como el Farnesio o el Doria-Panphilli. Rodean la mansión unos deliciosos jardines, la decoración interior es exultante y no falta la columna, al modo romano, donde la nobleza familiar ha grabado sus más relevantes gestas.

Venecia live

Venecia live
Observo una imagen de cámara en vivo situada frente al puente delle Guglie, en Venecia. Días atrás la misma imagen se veía carente de transeúntes, pero hoy en varios momentos de la jornada se ve a los venecianos cruzar el puente sobre el canal  o internarse en el soportego que conduce al guetto nuovo.
Parece que la ciudad se resiste a conformarse a la presente realidad desoladora. La circunstancia de España es dolorosa, pero la de Italia, me conmueve. En ciudades como Bérgamo la mortandad llega a consternar aún a los más optimistas. Desde mi último viaje a Italia, el país se ha visto azotado por calamidades y terremotos, y como para acabar de rematarlo, la pandemia. En un mundo global hasta la enfermedad se globaliza, una enfermedad que no entiende de tirios y troyanos, de chinos o americanos. La bendición urbi et orbi del papa, con indulgencia plenaria incluida, frente a una plaza de San Pedro sin alma alguna congregada es terriblemente significativa. Por una vez desde hace décadas o siglos al hombre no le queda más remedio que elevarse en oración a Dios, pues solo su misericordia podrá librarnos de esta catástrofe global. Al ver hoy la imagen de Venecia, tan próxima al epicentro donde campea el más temible jinete apocalíptico, se ha renovado en mí cierta esperanza de que nada debemos temer si tenemos a Dios de nuestro lado.

Coronavirus

Coronavirus
La sociedad del bienestar se ha derrumbado como un castillo de naipes. Ha bastado un microorganismo para dar al traste con toda la parafernalia global. ¿No se ha podido prever?
Pedro Sánchez nos lanza la carnaza de una guerra declarada. Lo que menos me esperaba, cumplidos  los 63 es la eventualidad de una confrontación bélica. En este caso la sirena por bombardeo suena las 24 horas del día. Sí uno sigue el canal de noticias, escucha las cornetas precursoras del apocalipsis.
 ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están en estos momentos la CIA y el Mosad? Se las han dado como a un pardillo. Por eso cuesta un tanto asimilar esta crisis. A un mundo al que no se le escapan las pruebas clandestinas atómicas de Irán, se le cuela una futilidad vírica capaz de diezmar más que el plutonio la superpoblación mundial. La verdad es que no me esperaba tener que enfundarme de nuevo el traje de combate, embetunarme las botas, y lanzarme disciplinadamente a combatir a un enemigo invisible. Salgo de casa con la mascarilla puesta, evito el contacto con cualquier superficie que me pueda contaminar. Estoy a un palmo de que la paranoia pida cita en la consulta del psiquiatra. Porque esta pandemia global es inédita en la historia de la humanidad. Que estas cosas pasaran en la edad media era concebible en los cráneos medievales. Pero en el siglo XXI, el super tecnológico, el global, el superpatético. Vaya 20 años de calamidades, de guerras, de atrocidades, y, ahora, pandemias. Elegimos a nuestras autoridades para gozar de una vida segura, para que no nos sorprenda el día con el culo al aire;  y sin embargo, se nos despierta con lo inesperado, lo insólito. Después de una vida de sacrificios, nos llega como postre el dedal de una heroica supervivencia. Asumo mis responsabilidades cívicas,  pero ¿ no habrá detrás de todo esto las truculencias de un Doctor No, de las corporaciones Drac, de los Iluminati, de un Soros que expliquen semejante desaguisado? ¿O tal vez solo sea que el destino, la naturaleza, urde sus pequeñas venganzas?

Señor, gracias

Señor, gracias
Señor, gracias, porque me concedes
el alba y el crepúsculo,
porque aderezas mi mesa
con el pan cotidiano,
porque me vistes y allanas
las sendas para mi calzado.
Gracias, por la vida,
que pese a la adversidad
 has colmado de paz y de delicias.
Gracias, Señor, por los sentidos,
ventanas de cuanto Tú creaste.
Por los ojos, que me revelaron
las maravillas del ancho mundo.
Por los oídos, con los que percibo
la música y el lenguaje.
Por el gusto, con el que me deleito
con los manjares, y el olfato
que se complace en los aromas.
Gracias por el tacto, estremecido
con el abrazo, triunfante de la soledad.
Gracias, porque frente a la tribulación
me concediste el deleite,
frente a la culpa, el perdón.
frente a la desesperanza, el amor.
Y gracias, Señor, por la palabra
con la que me rescatas de la desolación,
me reconcilias con mi hermano,
y reavivas en mi pecho la emoción

CRUZ

CRUZ
                                    A
                                    Y
                                    U
                                    D
                                    A
                                    A
                                    L
              JESUCRIST O SALVADOR                      
                                    S
                                    H
                                    O
                                    M
                                    B
                                    R
                                    E
                                    S
                                    E
                                    N
                                    E
                                    S
                                    T
                                    A
                                    H
                                    O
                                    R
                                    A
                           

Está vacía Venecia

Está vacía Venecia
Está vacía Venecia.
La ciudad del universo.
Su viejo corazón
por multitudes amado,
padece como la princesa
cuyo príncipe le negó el amor.
Siempre hay una peste, Venecia,
que castiga tu organismo vulnerable.
No es nueva en ti tal desolación;
la conmemoran los fastos del Longenna
a la entrada de tu Gran Canal.
Prorrumpan las plegarias
que remedien tu luto,
que quede atrás el óbito del último Ashembach.
En la gloria de tus cúpulas
se celebre el firmamento
cuyo zoodíaco señale
que la pandemia quedó atrás.
Redoblen las campanas de tus iglesias:
San Marco, I Frari, La Salute, Il Redentor,
celebren el milagro de la sanidad.
Roguemos a los Cristos que tus pináculos coronan,
a las santas Madonnas
y a los santos que medien el perdón.
Que los días conozcan de nuevo tu alegría,
que de nuevo tu plaza rebose en multitud
y los moros resuenen mediodía en el reloj.
Derrame San Marco su celeste protección,
porque de nuevo quiero hollar tus calles
y sentir de nuevo esa melancolía
por la perla que fuiste de la civilización.
Esto es un canto y una oración.


Camino de katmandú

No sé si hoy día emprender un largo viaje a un país de oriente tiene algún objeto. Durante los 60 y  70 tal periplo se hacía esencial. Se buscaba en Katmandú lo que no podíamos encontrar en el prosaísmo de nuestro barrio. Sin embargo, se abordaba tal aventura con el objetivo de desentrañar ese último repliegue que esconde la indiferencia cotidiana. Se trataba de encontrar el tercer pie del gato, el sentido de una vivencia que rescatara a la vida de su sinsentido. Sartre y Camús habían succionado cualquier savia de motivación para nuestras vidas, cual sedientos vampiros. Desbastaron toda creencia de nuestro espíritu. Habían enterrado a Dios tras el deicidio nietzscheano. Nos legaban la ética del jesuitismo y el luto de los chansoniers franceses. No sabemos si la primera persona de El extranjero admite la crítica. Mas bien nos invita a regodearnos con Marseault y su criminalidad indiferente. Nos dejaron tan en la estacada, que se nos invitaba a contestar lo establecido, barbero incluido, y echarse on the road, hasta alcanzar las estribaciones del Himalaya. Cuando uno renuncia a los valores positivos se entrega a la abyección. Se hicieron propios el hedonismo y la droga. Pero detrás de todo estaba el sexo libre. Se desconocía que la bendición se encuentra en la mujer inhibida, en aquello por lo que celaba el honor de nuestros tatarabuelos. Lo demás es dar satisfacción a efímeros pasatiempos sensuales, y ya nos contó Mann que a través de la sensualidad solo se alcanza el descarrío. Hesse, hijo también del siglo, apostó por la carta de oriente. Ello dio algún contenido a la menesterosa mochila del Hippie y encaminó sus pasos hasta las aguas purificadoras del Ganges y las cumbres invioladas de Sangri-la. Pero de allí se regresó con las manos en los mismos bolsillos con que se había marchado, y el mundo siguió rotando y rodando. Solo restaron los fines de semana de coca y burdel. Y aquí asoma de nuevo Camus invitando al pistoletazo, no ya sobre el moro, sino sobre uno mismo. Para esto podríamos habernos quedado en Bhutan.

El péndulo

El péndulo
Oigo el sonido del silencio,
siento el margen de la soledad.
Miro hacia el fondo de mí mismo
y advierto el vértigo que no puedo abarcar.
Quisiera conocer el secreto del ser del hombre,
dar respuesta a sus grandes preguntas,
saber su esencia, de dónde viene y adónde va.
Siguiendo en el péndulo del reloj su compás
pulso el instante único, entre el fuimos y el será.
Se impone el tiempo de abrazar,
donde tiempo y espacio
ya no se puedan delinear.
Asume el tiempo
nuestra extensión interior.
Res cogitas y extensa res,
en tal Descartes nos resumió.
Conciencia en el espaciotiempo.
¿Será ésta nuestra sola realidad,
nuestro margen, inanidad, anhelo
que no es sino huida de la soledad?

Nietzsche y su hermana

Nietzsche y su hermana
Escucho una conferencia del profesor Sánchez Meca sobre Nietzsche. En ella nos previene de que el pensamiento del filósofo tal como se ofreció a la lectura en décadas precedentes, venía alevosamente tergiversado por cuenta de su hermana Elisabeth, que fue legataria de su archivo y sus escritos, mediante maniobras no del todo escrupulosas. Se ha conocido que el libro sobre La voluntad de poder era un aborto refrito, tras manipulación e insertos a los escritos originales. Ante esta evidencia, entresacamos que nuestra perspectiva sobre el pensamiento del filósofo resulta cuando menos equívoca. Las reflexiones que está obra incluye contribuyeron a crear su doctrina, que con mirada virgen asimilamos durante la esponjosa juventud. Qué crimen de lesa humanidad no cometería la augusta señora, encenagando literalmente el pensamiento de uno de los filósofos mas influyentes del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Prácticamente distorsionó el sentido de una obra, trasmitiéndonos un legado espurio. Se dice que el Ecce hommo sobrevivió a la adulteración, pues en él se dejan entrever algunas lindezas referentes a la susodicha Elisabeth. Sabemos de ella que fue una fiel servidora del nazismo; no sabemos si, como a los Wagner, también la recibió el führer en su círculo de íntimos. De cualquier forma, la obra de Nietzsche ya poseía la suficiente dinamita como para demoler los cimientos burgueses decimonónicos:  suyas son las críticas al cristianismo, al racionalismo, al idealismo alemán. Nietzsche apelaba a su aristocracia polaca, estatus bien reñido con la cazurriedad cervecera alemana y  el nostálgico nacionalismo de Los maestros cantores wagnerianos. Pero, ¿por qué toda esta iniquidad? ¿Se tasará a Nietzsche por una cuestión de marcos? ¡Ah, la osadía femenina!  Nada más patético que el video que circula por ahí, mostrándonos al Nietzsche de la derrota ante la vida, ausente, vegetativo, una sombra definitiva que oscureció los pasos del viajero. Vana tentativa de sacralizar a un ídolo con pies de barro.
No sabemos si el filósofo hubiera objetado al nazismo; seguramente sí; hubiera huido como lo hizo de Bayreuth durante la representación del Anillo. Lo lamentable de todo esto, es que hoy no sabemos a ciencia cierta dónde está Nietzsche o  si se agazapan en el perfil de cada frase sus manipuladores.
¿Ocurrirá con Nietszche lo que acontece con Sócrates, pero en el mal sentido, que lo conoceremos a través de sus panegiristas? Pero comparada con Platón Elisabeth Föster Nietszche no deja de ser una usurpadora como lo fue el Avellaneda del Quijote, degradando hasta el panzismo la elevada aristocracia del autor de Así habló Zaratustra.

Sinfonías

Como cada hijo de vecino uno tiene sus sinfonías predilectas de los distintos compositores, o al menos las que considera más relevantes de cada uno. Es lugar común clasificar a la novena de Beethoven como la madre de las sinfonías. En tal juicio se empeñó Wagner, quien por otra parte sostenía que él no frecuentaba el género porque Beethoven ya había escrito las nueve. De éstas es la novena la gran sinfonía beethoveniana, siguiendo a su estela la 3ª, 5ª y 7ª. Sobre este particular apuntaba Fürtwangler que eran las impares las preferidas del público. Como ejemplo, en Madrid asistí a un concierto de la orquesta de la RTVE en cuyo programa se incluían la 4ª beethoveniana y la 3ª de Mendelssohn. No cabe dudar que siendo la escocesa la primordial de éste, a su lado la cuarta del genio de Bohn resultase deslucida. En la escocesa el sinfonismo mendelssohniano alcanzó sus cumbres, al menos los melancólicos paisajes de las Highlands y la etereidad de los amaneceres en las escarpadas costas atlánticas. Wagner consideraba a Mendelssohn como un gran paisajista, pero no encontraba en su música el pálpito de la voz del Hombre. Seguramente, el yo del segundo no era tan aparatoso como el del autor del Anillo...
Puestos a elegir, de ese otra gran judío: Brahms, me quedo con su 1ª sinfonía. Hay quien la calificó como la décima de Beethoven. A pesar de ello, la prefiero a la 3ª, pese a la inflamada melodía de su tercer movimiento. De Berlioz no hay donde elegir además de la Fantástica. No sabría especificar cuál de Schumann. De Bruckner la 9ª al igual que Beethoven, pero al igual que en éste no son mancas ni su 3ª, ni su 4ª, romántica, ni su 7ª. Tras Bruckner se tropieza uno con Malher, de quien se hace compleja la elección, pues me quedaría con el adagietto de la 5ª, el movimiento coral de la 2ª, Resurrección, otro tanto de la 3ª, 4ª, 6ª, sin olvidar no poco de la Titán, la 1ª. Me rindo ante la 6ª de Tchaikovski.
He oído poco a Sibelius. De Richard Strauss llamó mi atención  sobre todo la Alpina, con sus trompas montaraces que presagian las cumbres y esos agitatos que nos abren los abismos, sin olvidar las dulzuras del valle en las maderas y los arpegios por los que se precipitan los torrentes. Me quedan muchos autores en el tintero, pero si me preguntáis de todas las mencionadas cuál elegiría, me acogería a la diplomacia y me atendría a no renunciar a ninguna. Pues en todas ellas, juntas, reside la riqueza. Me olvidaba de Mozart y Haydn. La Júpiter del saltzburgués, pero de Haydn cuál elegir de sus ciento y pico. Pasemos a otra cosa.

Los maestros

Los maestros
Considero que lo poco que sé lo debo al esfuerzo como autodidacto. Mis años escolares no fueron lo que se dice brillantes. La disciplina escolar sólo la soporté hasta los dieciséis años. De aquellos últimos meses educativos fueron mejores testigos el mar y los campos alicantinos. Como no solía hacer los deberes, afrontar la jornada en las aulas se me hacía muy cuesta arriba. ¿Qué se podía pedir de un adolescente que leía libros y escapaba hasta las dársenas del puerto para contemplar el bullicio marinero, atento a cuanto sucedía entre el bosque de mástiles que acogían la vida de unos cuantos aventureros? Por entonces leía a Lartèguy, como todo ser débil que pretende fortalecerse con el contacto con lo vigoroso. No tenía redención, mi vida estaba condenada a rodar hasta el precipicio. Y tuve que tocar fondo para poder emerger. No en vano de esos años conservo algunos recuerdos afectuosos de ciertos profesores. En particular, un par de ellos que impartían la clase de literatura. Tal materia era la única que escuchaba con agrado y fue la única vez que, en un ejercicio sobre Cervantes, alcancé la nota más alta de la clase. Se encargaba de la asignatura don José Martínez Rizo,
licenciado en letras, que tenía el humor socarrón de los nacidos bajo la familiaridad de un pueblo pequeño. Era oriundo de Agost (Alicante), tierra de cerámica, labor en la cual don José ocupó su niñez y adolescencia. Pero reconociendo familiares y maestros que era un chaval despierto, lo enviaron a la capital a hacerse una carrera. Y por supuesto lo logró. Se decía que había aprendido a leer a los veinte, lo cual no fue óbice para que en pocos años obtuviera su licenciatura en letras.
Yo oía con interés sus largas peroratas sobre Azorín, escritor con el que parecía compartir ciertas afinidades, y sobre los clásicos del siglo de oro, de los cuales nos confiaba anécdotas jugosas que no tardaban en provocar la carcajada. De el Quijote decía que modificaba su sentido según la edad en que se abordara su lectura. En el joven, decía, despierta la risa, seriedad en el maduro, y en el anciano da pie al brote de las lágrimas.
Tenía don José el latiguillo de contraer la expresión " de manera que", la cual repetía copiosamente. Vocablo con el que la malicia del alumnado lo identificaba y con el que no tardó en motejarlo. De manera que se le conocía por el "Meque". De él conservo la enseñanza de valorar un folio bien escrito y el espaldarazo a una afición literaria que ha perdurado hasta hoy.
Tuve también como profesora de letras a doña Elisa Santamaría, mujer bastante ilustrada , con la que farfullé los primeros balbuceos en Latín. Creo que falleció prematuramente. Pero recuerdo alguna clase maravillosa en la que nos leía largos textos, abriendo nuestros espíritus a los encantos del relato.
Reconozco que ellos sembraron esa base, sin la que la reseña que escribo ahora hubiera podido ser.

Del Viaje sentimental a Egipto

Leo el Viaje sentimental a Egipto, de Terenci Moix o del Nilo. Espléndida crónica de viajes a un país de oriente, donde se desmenuza el pormenor de esa cultura milenaria. Libro escrito desde la pasión, deteniéndose concienzudamente en los detalles que para cualquier turista al uso pasarían desapercibidos. Buen conocedor de la historia del más longevo imperio, Terenci discierne entre ese contraste del peso de los siglos y del sucederse de las culturas. Su mirada se posa tanto en la historicidad como en lo cotidiano, deslindando entre el mestizaje de las culturas y lo exclusivo entre la modernidad y lo antiguo.  Sabe descubrir la belleza donde inesperadamente nos hiere la retina y trasciende nuestras emociones. Su guía exigente nos descubre desde el caos cairota hasta aquel santuario perdido del desierto. Nos ciega con su luz, aplastante en los eriales del escorpión y la cobra. Nos recuerda la feracidad del valle nilota, salpicado de palmeras, sicómoros, acacias, cañaverales; fragante de lotos, jazmines y acacias y frutales arbolados. Nos habla de sus templos, hipogeos, cenotafios y sepulcros. Escruta en su panteón. Analiza cada uno de sus mitos. Se maravilla con el visitante en Giza, ante las imponentes pirámides del imperio antiguo. Allí, sueña junto a la Esfinge, como un rezagado de la expedición napoleónica, de la que solo la arbitrariedad de los dados del tiempo le han vedado el protagonismo. Junto a  él hemos percibido el hedor de momia carbonizada del museo del Cairo,  el romper de las olas del Mediterráneo en las arenas de las playas de Alejandría,  la ptolomeica y cristiana, la de Durrell y Cavafis.
No conozco Egipto. No sé si algún día contemplaré los 41 siglos de las pirámides; si un día pasearé entre el bosque ciclópeo del columnado del templo de Karnak; si en el Valle de los Reyes, bajo el látigo del sol y la aridez del desierto, bajaré a la umbría de las tumbas recordando la primera vez que las exploraron Belzoni, Petrie, Mariette, Máspero, Carter y lord Carnavon. Lo que sé de cierto, es que el libro de Terenci ha avivado esa llama que alienta nuestro espíritu a participar de la aventura del paso del hombre sobre la tierra. Tal ejercicio nos reconcilia con lo humano, y nos hace recordar que a pesar de nuestra naturaleza terrible todos los hombres seguimos siendo hermanos.