REFLEXIONES SOBRE RICHARD WAGNER

REFLEXIONES SOBRE RICHARD WAGNER
Recientemente he leído una serie de artículos referidos a la reposición del Anillo del Nibelungo, en Bayreuth. Según el cronista, se había cometido una cierta desmesura con la escenografía, que fue abucheada por el público. Tal circunstancia, no nos aclara nada de un público que no creemos que a día de hoy participe de la virtud de la inocencia, un público que resurgió cual Fénix de las cenizas del nazismo.

El escenógrafo fue  increpado por incluir en su decorado el guiño paródico de un monte Rhusmor con sus efigies trastocadas. Quienes presidían su cumbre eran los iconos del comunismo: Marx, Engel, Lenin y Stalin.  Sabemos que la tesis ideológica del "Anillo..." wagneriano no anda muy desencaminada de los presupuestos de estos propagadores del comunismo, pues su discurso se entrevera con ciertas aspiraciones anárquicas, próximas a la ácratas entelequias de su compañero en la revolución de Dresde, Bakunin.

Juzgar a Wagner por sus presupuestos ideológicos, es como enjuiciar moralmente la conducta depredadora de un Tiranosaurios Rex. El Wagner revolucionario se disipó en los lieder a Matilde Wesendonk. Hoy dia carece de fundamento juzgarle por su pensamiento político o filosófico: tanto Stirner como Shopenhauer han quedado atrás. Como pensador dio tan buena cuenta de él Nietzsche como Wagner de éste como músico.
Lo que nos queda, pues, es el Wagner artista.

Como artista Wagner alcanzó una cumbre inigualable, que no creemos las del Wallhalla sino más bien las del Parnaso de las Musas. Con su drama musical dio un paso más allá de lo que hasta entonces había reclamado el arte; sobre él se construyó la modernidad y desbrozó un camino para todo aquel que quiera considerarse seriamente artista. La genialidad de la composición del Anillo del Nibelumgo sentó cátedra dentro de la música.  Con Lohengrin finiquitó el romanticismo, en Tristán e Isolda patentó la nueva música, y con Parfisal dio el mejor ejemplo de conocimiento espiritual, no alcanzado desde tiempos de Bach o Handel. Nadie como él se aproximó, con compases más celestiales, a ese misterio del Viernes Santo; él, que había anunciado el crepúsculo de los dioses. Se puede poner en entredicho al Wagner filósofo, ideólogo o Teólogo, pero nunca al Wagner músico, poeta, artista.

RENOIR

RENOIR
Se estrena en estos días un film francés dedicado a la figura legendaria de Renoir. La proyección abarca el postrer período del pintor, transcurrido a orillas del mar, en la Riviera francesa. La película refleja con esmero la intimidad del pintor y su familia, cuya puerta se nos abre de la llave de su última modelo, misteriosamente contratada y desde cuya mirada se nos desvelará el hermético e inusual mundo de los Renoir.

El viejo pintor malvive postrado en una silla de ruedas, aquejado de una enfermedad degenerativa. El anciano, ya viudo, habita una gran casa frente al mar, en la que convive con criadas y antiguas modelos, que permanecen fieles al patriarcal ascendente del pintor. Incidentalmente acuden sus hijos, atrapados en esos días por el torbellino de la guerra. La película nos ira mostrando, a través del conflicto que plantea la convivencia con la nueva modelo, el mundo interior del pintor y los suyos, la inquietudes de su arte, los pormenores de su pincel, y el colorido ya algo desvaneciente de su paleta. El pintor que, como para Tiziano, el color era una fiesta, conforme sus fuerzas flaquean y su alma se extingue lentamente, como un cabo de vela, ve como se apaga el fulgor de su paleta, y su pincelada se vuelve morosa y persistente, persiguiendo ese ideal de la belleza que tantas veces escapa. En André, la protagonista, parece reencontrar encarnado ese ideal, expresado en la plenitud de su cuerpo joven, a través de cuya epidermis parece irradiar la luz virginal de la vida plena, la forma mejor acabada de la naturaleza.

DEFENSA DEL GRECO

DEFENSA DEL GRECO
Entreteniendo mis ocios en las estanterías de la Fnac tropecé con un librito que captó mi atención. Era un sucinto estudio dedicado al Greco, y estaba firmado por una célebre e iconoclasta figura de nuestras letras.
El acercamiento literario a materias de arte como a otras materias da cabida a toda clase de arbitrios que se puedan abarcar dentro del arco, por lo demás flexible  y dócil, de la literatura. Hago esta reseña para puntualizar que el libro no ya me escandalizó, pues uno ha llegado a unas alturas que rara cosa le escandaliza, pero si sembró en mi espiritu algo cercano a la consternación.

Sobre la figura del Greco se han escrito múltiples biografías, unas más rigurosas que otras, y no pocos ensayos. De estos últimos quizá el más sonado sea el de Ramón Gómez de la Serna, que la suerte de haberlo adquirido en italiano acaso me haya librado de su perorata. No he leído el de Ramón, pero el de este otro autor no debe andarle a la zaga en cuanto a audacia. En él maneja toda clase de conceptos, apreciaciones, teorías y licencias biográficas, que nos vuelven el retrato del pintor tan novedoso como irreconocible.

Aquí - y según el juicio de atildados artistas que reseña en su estudio-nos encontramos con un Greco erótico en lugar de espiritual, homosexual en vez de morigerado, amanerado en lugar de manierista, refugiado en la depravación en lugar de en la piedad. Esta nueva personalidad tan alejada de la que prefiguraran M.B. Cossío o J.Camón Aznar nos llena de sorpresa e inquietud. Acaso el Greco durante siglos no las ha dado con queso. Me resisto a creerlo. Yo no encuentro el homoerotismo en los cuadros del Greco, al menos semejante al de otros coetáneos itálicos como el Broncino o el Sodoma, donde ese morbo resulta tan evidente y a flor de piel en el aura de sus cuadros. Observar el San Mauricio y la legión tebana como un cuadro erótico, solo denota el retorcido eros de quien así lo interpreta. Confundir cuadros de devoción con telas de pasiones nefandas sólo denuncia a aquellos que, confundidos en sus concupiscencias, sólo crean en derredor un universo de calumnias.