TORO Y TORERO

TORO Y TORERO
Circulo de luz y sombra
donde se burla el miedo
en la porción de albero
mientras el timbal redobla.

Se citan toro y torero
donde el peligro se nombra
como el filo de una hoja
de navaja de barbero.

Robar su terreno al toro,
es provocar ese trance
donde burlar con un lance

posibilita la gloria
o posterna a la memoria
que al silencio cumple solo.

UN MODESTO RECUERDO DE JOSÉ MARÍA MANZANARES

UN MODESTO RECUERDO DE JOSÉ MARÍA MANZANARES
Hoy se ha producido una noticia que nos mueve a la grave  reflexión: ha fallecido el torero José María Manzanares. El hecho nos advierte  de que la arena de nuestro tiempo personal no para de deslizarse por la fina ranura de ese reloj imprevisto que controla nuestra duración.
El nombre de José María Manzanares indeclinablemente me transporta a los años infantiles. Aunque seguramente él nunca reparó en mí, de alguna forma compartimos aquellos años del despertar a la vida, cuya vicisitud permanece siempre renovada en el recuerdo. Habitábamos en barrios colindantes, coincidimos en el mismo colegio-aunque él por edad asistía a un curso superior- y, lo que resulta más gratificante, compartimos memorables partidos de football que espontáneamente organizaba la chiquillería en un descampado, entre nosotros conocido como campo "la hierba". Ni que decir tiene que el equipo que el capitaneaba llevaba siempre las de ganar. Entonces ya era conocido entre la chavalería por el "Tore", apelativo que en un principio yo desconocía que confirmaba su gran vocación: el toreo. Faceta en que tuve la fortuna de admirarlo en una suerte de simulacro taurino, desarrollado durante la fiesta de "Hogueras". Allí, en aquel  improvisado ruedo de la plaza Manila alicantina, un jovencísimo diestro, entonces aún José María Dols,  nos deslumbró con sus ya consumadas maneras como torero de salón. En ese gran momento desconocíamos que aquello era solo un pálido antecedente de la gloria que alcanzaría luego. El "Tore"ya no está entre nosotros, pero permanece su memoria. Descanse en paz.

GRANADA AGAIN

GRANADA AGAIN
Por encima de la Alhambra,
 el sol arreboles teje
en la madeja de nubes
que trae el tibio poniente.
Bajo sus recias almenas
galana yace Granada,
entre el bullir de sus zocos
y el deambular de sus gentes.
Verde la mira la tarde;
de grana, sierra Nevada.
No hay poeta que la cante
ni rima que ose glosarla.
Cuando se cruzan sus puertas,
las nostalgias acometen
el sueño viejo de Alándalus,
que desde el arco de Elvira
hasta las Torres bermejas
cubren el aire de endechas
y de promesas el día.
¡Qué gozo que da mirarla!
¡Qué prodigio de belleza!
Arabesco nazarí
que sin remedio enaltezca
el verso cuando de ti
desgranar quiera tu esencia.
Pues del palaciego gozo
a los claustros de arrayán,
o en los retirados cármenes,
así como en lo sotos,
permanece esplendoroso
el secreto de tu imán.

FE Y ATEÍSMO EN NUESTROS DÍAS

FE Y ATEÍSMO EN NUESTROS DÍAS
La Fe es la creencia viva de que en el mundo existe una transcendencia. Que la creación tiene un principio, y el devenir, un propósito, el cual nos conduce hacia una finalidad preestablecida. La Fe fue el argumento que fundamentó la vida de nuestros antepasados, aportando a sus incógnitas un significado.
La dureza de la existencia tuvo su consolación en esos frutos del Espíritu, mediante los cuales Dios no olvidaba al hombre. Porque el hombre, desbordado en el precipicio del pecado, solo pudo encontrar en la misericordia de un Salvador su redención y la promesa de vencer las cadenas de la angustia y de la muerte. Durante siglos el sacrificio en la cruz de nuestro señor Jesucristo libró al hombre de la desolación y la desesperanza. El que venció a la muerte cumplía la promesa de regalar a la humanidad la delicia de esos verdes pastos en los que sus ovejas recuperarían el paraíso, ese edén perdido, prometido en el salmo XXIII. La palabra del evangelio llenó de conocimiento la savia de esos siglos en los que la historia se abría paso en el caminar de los tiempos.
Dejando atrás la disolución del viejo imperio, la nueva fe fue convirtiendo a esos pueblos bárbaros que expoliaban el orbe, hasta que una vez cumplida la tarea se dispuso a crear ese nuevo orden de concordia, expresado en esa nueva casa de Dios: la catedral. Venciendo pasados temores se establecía esa  nueva ciudad de Dios, en la que el hombre, perplejo ante la vastedad del cosmos, se sentía recogido y justificado. Aceptando al Salvador, el hombre podía reconciliarse con la promesa que Éste ofreció al buen ladrón: "te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso". Este reinado del cristianismo en la tierra, durante siglos indiscutible, perduró hasta que las cabezas coronadas, monarcas absolutos, en los que por la gracia de Dios recaía la soberanía, perdieron su infalibilidad y sus testas rodaron cercenadas en la guillotina por la ambición de nuevas clases sociales emergentes, sedientas de poder. Entonces fue cuando se puso en duda todo lo establecido.
En su preludio, en plena ilustración, el pensamiento de Europa, por medio del prusiano Inmanuel Kant, ya puso en duda la capacidad del hombre para verificar el orden de la transcendencia. Este fue el principio, pues desde ahí la audacia del pensamiento se fue desarrollando con conjeturas cada vez más osadas. Con Schopenhauer, seguidor de Kant, Dios fue desbancado por la fuerza impersonal de la voluntad. Principio desaforado que explicaba la incongruencia del cosmos. Y por este camino, filósofo tras filósofo, desde el materialismo marxista al neopaganismo de Nietszche, Dios fue cediendo su lugar a toda clase de ídolos patéticos. En nuestra sociedad de hoy, laicizada, pasa por decoroso alardear de ateísmo, pero no concibo nada más triste que asistir a un funeral en el que la palabra de Dios sea suplantada por un incoloro panegírico sobre el difunto.

EN EL PERFIL DE LA NOCHE

EN EL PERFIL DE LA NOCHE
En el perfil de la noche
donde se gestan las sombras
y  los gritos ensombrecen
acantilados del alma,
donde los sueños  voraces
abren inquietas ventanas
y el destino se encubre
en un rigor de añoranzas.

En el perfil de la noche
negros repiques de ausencia,
desesperados, a voces,
claman alguna presencia.
Pero en las ondas del viento
solo responde un eco
de inopinada advertencia:
El fin del camino es largo,
muy sinuosas son sus sendas,
si a sus peligros escapas
tendrás franqueada la puerta
y el fuego de un hogar grato
donde saldarás tus cuentas.

ROMANCE POPULAR

ROMANCE POPULAR
Cae la tarde provinciana
a la sombra de la almena.
Sueña Alhambra, recatada,
el recuerdo de su pena.
Granada se postra lozana
a las orillas del Darro,
escondiendo tras sus arcos
el frenesí de los barrios.
Granada, gitana y mora;
en el solaz de tus patios
 triste la guitarra llora.

Al reclamo de la brisa,
un jilguerillo se mece
en la umbría del parterre,
trémulos los lirios blancos,
los naranjos y cipreses,
porque la tarde se mira
en la alberca de los peces.

Ella mira en la baranda
la filigrana del agua,
el reír de la corriente
entre castas flores que ornan
el rebrincar de las fuentes.
Alhambra  la misteriosa,
edén del Jeneralife,
en el fluir de las cosas
 cuánto calado tuvisteis.

TROYA

TROYA
Troya, pese a su descubrimiento por Schliemann, no dejó de ser legendaria. Simboliza uno de los grandes sueños de la humanidad. Los escuetos vestigios arqueológicos que de ella nos ha quedado apenas empañan la briosa grandeza de los cantos de la Iliada, extenso poema en que se conmemora una edad mítica del pasado heleno: la heroica. Frente a las murallas de Troya combatió una generación que imprimiría su huella ideal para el resto de los tiempos,  y que el canto emocionado del aedo ciego se encargaría de transmitir de ágora en ágora por la polis de Grecia, como esos otros ciegos pregoneros difundírían los viejos romances por Castilla.

La Troya arqueológica, la Hisarlik, concienzudamente estudiada por los especialistas, acaso presente vestigios de esa guerra que se dio en esa incierta edad oscura, donde los motivos, los hechos y los contendientes quizá poco tengan que ver con los relatados por Homero en sus poéticos hexámetros.
Homero desarrolla en su vasto poema un mundo mítico, fantástico al cabo, con ecos remotos de realidad, acorde con las aspiraciones de los Griegos. El poeta proporcionó a Grecia ese espejo en el que quisieron mirarse las generaciones, exaltó sus virtudes primordiales y prefiguró un modo gallardo de enfrentarse a la existencia. De su fuente bebió Grecia a través de los siglos, desde Leónidas a Alejandro, fundamentando en esa voluntad heroica el vivo sacrificio que dará impulso a sus pueblos. El precio de la sangre derramada desde  entonces será ejemplo para la expansión de las civilizaciones. Toda conquista es deudora de este consumado sacrificio. Estar dispuesto a pagar con la vida es el único rescate para nuestra libertad.

ROMANCE POR FEDERICO GARCIA LORCA

ROMANCE POR FEDERICO GARCIA LORCA
Estos aires de Granada
cantan tristes las cigarras,
al tremolar la guitarra
los recuerdos de la Alhambra.
La luna te mira amarga
mientras su plata moja
por los senderos del agua.
Granada, Granada blanca
de azahares y nevadas,
por el cristal de tus fuentes
fluye la voz de tu alma.
Granada, Granada  triste
cuando el poeta te canta
en la madrugada incierta
de fusiles y de arañas,
en la madrugada fiera
de relámpago y guadaña
cuando silenciar quisiste
el vendaval de tu entraña.
Federico Garcia Lorca
ha muerto. Pero aún vive,
pese al lodo de la fosa,
el verdor de su palabra.

UN TAL EULOGIO

UN TAL EULOGIO
A Eulogio los pensamientos se le iban de las mientes como, de los dedos, peces escurridizos. Cuando parecía que discurría sensatamente, ahí asomaba el dislate, la medio solapada paranoia que él creía a pies juntillas. Porque por tal incoherencia se sentía acosado, perseguido por inclasificables potestades que accedían desde la lejana memoria hasta el misterio de sus entretelas.
Eulogio era viejo, incapacitado(tenía amputada una pierna por encima de la rodilla), y nada ramplón. Aquella supresión de un miembro lo había vuelto reflexivo, lector y algo poeta. Su personalidad como la de cada hijo de vecino poseía varias facetas, que en la mayoría de los hombres son dos: una, por la que nos conocen los demás y esa otra, interna, en la que nos desconocemos. Preocupado por resolver esta ignorancia, ese discurso deslavazado del espíritu, había vuelto sus miras hacia Dios. Y como el que busca encuentra, un día tropezó con unos enviados que le abrieron la palabra del Creador de par en par. No tardó Eulogio en integrarse en aquella nueva hermandad que le proponía el abrazo evangélico y la seguridad de descorrer ese velo que preservaba el misterio del mundo. De la pluma de Reina y Valera reconoció a ese Jesús que mitiga la sed insaciable que despierta la oscura voluntad del mundo. ¿Y quién por apartar la angustia de sus sombras, por escapar del laberinto de su limitación, no se aferraría a esa mano tendida, perseguiría ese lucero que alumbra el camino en donde no se tropieza jamás?
Siempre se escuchaba a Eulogio orar con eco inflamado, asistir con asiduidad a las celebraciones semanales, después de públicamente haber aceptado a Jesús en su vida. ¿Sería Jesús ese amigo que lo libraría de ese terror ubicuo de sus sombras?
La vida de Eulogio se remontaba a setenta y siete años atrás, siendo jefe de gobierno don Antonio Maura. Sus años infantiles se resintieron de la carencias de la época, sobreviviendo inane a la dictablanda de Primo de Rivera. Llegó la república y se desató la guerra civil. Mauser en mano sobrevivió a las trincheras del Ebro. Tras la derrota del frente popular, purgó su inquina fraticida tras los muros de la prisión de Zaragoza. En sus mazmorras se licenció en el arte de la lidia; bien supieron sus cueros de la tauromaquia de Joselito y Belmonte. Una mañana, traspasó los austeros arcos hasta la claridad del día, que descubría los dulces azules de Mayo sobre extensos vergeles sin acotar. Por fin, ¡la libertad! Pero, ¿a qué precio?Como no sabía que hacer con su vida y no lo esperaban ya mujer ni hijos, se enroló en un carguero con bandera griega. Navegó de mar en mar, de continente en continente. El vagabundeo y el viento oceánico suturaron sólo sus heridas exteriores.Y así, un buen día, escondiendo tras su broncínea piel las lesiones morales, volvió a la patria. Aunque aun gobernaba el viejo dictador, el hierro de su política se había reblandecido. Por el concurso de unos conocidos logró un empleo como ferroviario. Circunstancia que dispuso su destino, pues en un descuido cayó bajo las ruedas de un vagón. Perdió una pierna, y acaso algo más, pues se le trastabilló el juicio. Su desolación perduró hasta que le acoplaron una pierna ortopédica. Fue por entonces cuando Eulogio, sin fe y con una pierna falsa, debió ingresar en la corte de los milagros  de Alcázar. En realidad, no se conoce quiénes componen esta cofradía, pero continúan congregándose aun desde los tiempos de Monipodio. Cuando la economía de Eulogio se resentía, despojaba el muñón de su pierna y recorría las ferias obteniendo pingües beneficios con solo extender la mano pordiosera. A su regreso a Alcázar, ciudad en no se sabe por qué había fijado su residencia, buscaba una pensión discreta, con apariencia de hogar, y en la que fuera bien atendido y no pudiera ser descubierto por los servidores de las sombras, que siempre avizores le seguían la pista. Y allí, en la penumbra de su alcoba. leía y releía los Salmos, y se consolaba con frases tales como "el que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente" o "aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón. Aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado..? Porque no dudada que en tales versículos persistiría la luz, esa claridad de día que nos ilumina a nosotros, ciegos, y que por el sortilegio propio de su verbo se le tendería las única mano de salvación posible,  aunque tras de sí se cerraran las puertas sin retorno ni huida de las tinieblas.