CADENCIA

CADENCIA
...esa fina joya de la madreperla
por la que se desvela el caco y el perista
es como el secreto misterio en el corazón olvidado
que escucha el rumor del bosque en el otoño,
como el sabor del mar, la melancolía,
la correspondencia hecha trizas del amante burlado.
¡Querrás saber el cómo y el porqué!
Querrás saber lo que escondían esas medias palabras,
la connivencia de los astros, el callado lamento,
el residuo de ese desengaño
que estrujó el corazón hasta extenuarlo.
Hoja tras hoja emborronaste el papel de carta,
quisiste develar lo oculto, lo que el silencio encierra,
lo que se cierne sobre el párpado caído,
lo que trae la limpia libertad de los pájaros.
Perseguiste la meta, la hazaña, la cadencia
de la melodía solitaria, el rastro de la desesperanza
en ese sendero disimulado en la maleza,
buscando la recompensa del beso vacilante,
del oído atento, de la lágrima vertida
en la encrucijada de las horas. Así pesarán
los días, naufragará la aurora,
partirán los trenes del remordimiento
y tu único consuelo será el designio
de una deshojada margarita.






¿Acaso un lapsus subconsciente?

¿Acaso un lapsus subconsciente?
Examinando en los estantes de una librería, mi curiosidad bibliófila rebuscaba entre los lomos de los volúmenes algún título que me pudiera satisfacer. Y efectivamente lo hallé. Tratábase de una edición reciente, en bolsillo, del "Caballero del León", de Chétrien de Troyes. Confieso que la literatura medieval de caballería, siguiendo el consejo sensato de Cervantes, nunca despertó mis preferencias. Aunque poseo los dos gruesos volúmenes del Amadís y del Tirant, todavía no he osado hincarles el diente.  Reconozco que en su enjundiosa prosa quizá se nos descubra un universo deslumbrante y emotivo, pero también reconozco que como lector y escritor nunca me han atraído los temas fantásticos en exceso. De Tolkien leí sin mucha pasión el Hobbit, pero no me decidí a traspasar la puerta hacia la vastedad del Señor de los Anillos. Ante Lovecraft me paralizó la perplejidad y el pánico, pánico ante su desapasionada pesadilla onírica. Dentro, sin embargo, de todo ese gran mundo de novelesca fantasía he de admitir que me seduce, aunque de forma no del todo apasionada, el atractivo tema de la leyenda Artúrica: la tabla redonda, sus caballeros, Merlín, Lancelot y Perceval y su santo Grial. Su belleza poética me transporta; gocé con la película Excalibur, de John Boorman..
Pero no sería sincero si no revelara que en tal tipo de literatura de evasión descubro, no sé si prejuiciosamente, cierta complacencia  burguesa , reñida con esos rigores que nos impone nuestra recalcitrante existencia urbana. Porque lo nuestro es lidiar en el día a día con molinos, que no gigantes; con inspectores y funcionarios, que no malandrines y encantadores. Contando, pues, con esta gravosa imposición del destino fijé mi atención en otro libro semioculto en los anaqueles; era un libro delgado, de pocas páginas. Cosideré por ello que sería barato. Se trataba de Esperando a Godot, de Samuel Becket. Siempre me intrigó la historia de esos personajes que transcurren su tiempo y sus vicisitudes esperando a ese Godot  que nunca llega. En cualquier caso,  apurado por las economías desistí de comprar este segundo ejemplar y lo devolví a su estante. Pero cuando me dirigía a abonar mi compra en la caja, no pude evitar la sorpresa, pues el libro que llevaba en las manos no era otro que Esperando a Godot; por tanto había sido el Caballero del Leon el libro restituido en el estante. Tomé el incidente como una misteriosa admonición y me decidí a adquirir definitivamente ambos ejemplares tan antitéticos, ya que vano es resistirse a las insondables disposiciones de destino,


LA VOZ, FRANK SINATRA

Creo que se conmemora en estos días el centenario del nacimiento del Frank Sinatra. Como en casi todo hombre, su personalidad despedía el fulgor más rutilante o se escondía tras las más densas sombras. Fue un hombre popular. ¿Quién en el mundo no ha llegado alguna vez a oír hablar de él? Pertenecía al mundillo del espectáculo, actividad cuya resonancia llega a todos los lugares a través de los medios de comunicación.
Entre esas luces que iluminaban a Frank, destacaba el milagro de su voz: "La voz". Dentro de la música de masas ocupó un puesto de lo más relevante. Fue maestro del swing, música que encandiló a las jovencísimas de los 50. Sinatra era como el Raphael de America, o Raphael era como el Sinatra de España. Sus interpretaciones fueron espléndidas, dejando ejemplos inmejorables de My way, New York, New York, o Strangers in the night. Fue a su vez actor meritorio, como dejó patente en su papel en "De aquí a la eternidad". Pero, creo, que a Sinatra más que el cine le iba la vida, y no había nadie como él para buscársela. Fue un hombre de negocios serio; de ahí su vinculación con esos hombre serios de la "cosa nostra". Conocedor del negocio del espectáculo, del que se decidió a dominar todas su teclas, desde las de los despachos hasta las de los escenarios, fundó ese renombrado "Clan" que se haría popular a nivel internacional. Hoy no nos cabe duda de que el Clan era obra personal suya, el era el jefe, el particular padrino de esa reducida famiglia. Creo que sus componentes llegaron a sumar once, pero a los que recordamos son los más populares, Dean Martin, Peter Lawford, y Samy Davis jr. Junto a ellos cosechó triunfos con el show de su casino de Las Vegas, casino que había adquirido por mediación de sus amigos mafiosos. Junto a sus otros amigos del "clan" obtuvo algún éxito en la pantalla grande con filmes que dejaban bastante que desear.
Pero estaba claro que para Frank el arte no era más que un aditamento. Fue un hombre de suerte; tuvo acceso a las más bellas mujeres. Con algunas de las cuales se casó, y con otras practicó los oficios de alcahuete. Proporcionaba mujeres esplendidas a hombres exigentes; entre éstos, capos mafiosos y renombrados políticos. Lo que verdaderamente Frank anhelaba era poder, no ser un títere; por eso se acercó a los dominios del hampa e hizo la corte a los políticos, a quienes ayudó en sus campañas. ¿Qué buscaba de ellos Frank sino su parcela de influencia, la solidez de un cargo que contara con el beneplácito presidencial? ¿Cuál era su sueño? ¿Cómo no?: La embajada de Italia. El más grande de los sueños para un menesteroso emigrante ítalo de los arrabales neoyorkinos. Pero en la vida no todo son triunfos; los hombres son falibles, inclinados a la traición. Los políticos le defraudaron, jamás llegó a alcanzar su anhelo.
Se quedó sin embajada y sin clan, y libando como un colibrí de mujer en mujer, porque el amor le falló. Se confirmó su presencia en el 57 en la reunión mafiosa de la Habana, que Francis Ford Coppola  nos recordará en El Padrino II. Siguió cantando y maquinando en esas sombras que se nos escapan. Sabemos de la naturaleza de sus procedimientos por una anécdota bastante reciente. Cuando el divorcio de Mia Farrow y Woody Allen recomendó a su "ex" mandar un par de gorilas que rompieran las piernas del cineasta si este no se comportaba como era debido. Genio y figura de Sinatra. Una personalidad un tanto comprometida para esta época de  demanda de profilaxis y transparencia a todos los niveles.

ENTRADA EN JERUSALÉN

ENTRADA EN JERUSALÉN
El gentío ya se apiña
sobre la senda empinada
que hasta Jerusalén
nos acerca.
En la ruta, un borriquillo;
a sus lomos, un profeta.
Viene de Galilea,
y en sus alforjas porta
dádivas a manos llenas.
Fama le ha precedido
de prodigios y enseñanzas.
Nueva luz parece alzarse
en la negrura del mundo.
Milagros que nadie hizo,
veracidad en la palabra;
por su voluntad los cojos andan;
la luz volvió a alumbrar
los ciegos ojos, la muerte
cedió a la vida, la Tierra
dejó de estar condenada.
Por eso las gentes
al camino se abalanzan
con palmas, con mantos,
con pétalos, con ramas.
Llenan el claro día
de cánticos, de plegarias.,
de bendiciones, de ¡hosannas!
Celebran que por fin Dios
les ha traído a el Mesías.

SOBRE LA ROCA DEL GOLGOTA

Sobre la roca del Gólgota,
alcor de la calavera,
tres cruces han levantado
los sicarios de Pilato,
ebrios de vino y de sangre,
prepotentes por sus armas
dispuestas  para el castigo:
Lanzas, escudos y espadas
que han subyugado a los pueblos.
A tres reos tienen clavados
para muerte en tres maderos.
Dos de ellos ladrones ciertos,
el tercero, rey galileo.
Mientras los cielos se nublan
de tormenta en el otero,
y el mundo parece que acaba
en el expiar de el del centro,
el ladrón de la derecha
pregunta con inocencia:
¿Te acordarás de mí cuando
vengas triunfante en tu reino?
 El Cristo le responde quedo:
¡Te digo que hoy de cierto
entrarás al Paraíso!
Tal promesa no oyó Gesmas,
y barruntó un improperio:
Si eres Tú el hijo de Dios,
salva a  los tres de la muerte
y baja de ese madero.
El sol se cubrió de duelo
y el Cristo guardó silencio.