nocturnidad y alevosía

nocturnidad y alevosía
Broncos lamentos
en la irradiada noche,
ulular del alma
en el silencio contrito.
Apenas las hojas caen,
el almanaque cuenta sus días,
el pergamino del tiempo
se contrae como hoja seca
y el corazón se conduele
del desgarro sin remedio.
Vendrá la mañana
en el suceder inexorable,
y al entreabrir la ventana
veré el claro día
incólume de noche vulnerada.
Reo de traiciones consumadas,
como el condenado aguarda
la ejecución de su sentencia.
Será entonces noche cerrada,
que solo del claro día
presiente la atroz clemencia.

Benedetti Michelangeli interpreta a Gallupi

Benedetti Michelangeli interpreta a Gallupi
Escucho una sonata de Baldassare Gallupi, interpretada al piano por Arturo Benedetti Michelangeli. Su dulzura melódica mantiene una graciosa artificialidad rococó. Ocupa Gallupi un puesto discreto en el Parnaso musical veneciano, en cuya cumbre domina el magisterio del "prete rosso". Albinoni , los Marcello también merodean tales alturas. Pero Gallupi en su modestia ha de adecuarse a los niveles que le son permitidos. Porque ni siquiera nació el la propia Venecia, sino en Burano. Esa islita de casas multicolores que ameniza la visita de los turistas a la laguna. Era una isla de pescadores que vivían un aparte de los fastos de la Serenísima. Acaso sea Galuppi el prócer más señalado del municipio: una estatua de medio cuerpo lo conmemora en una de las plazas principales. En cuanto a Arturo Beneditti Michelángeli, también fallecido, sigue ocupando un lugar destacado en la memoria pianística. Recuerdo que informé de su óbito a mi profesor de piano, que se limitó a encogerse de hombros. Tal indiferencia no supe a qué achacarla, si a la ignorancia o a su predilección corporativa por Baremboin, cuya grabación de las sonatas completas de Beethoven guardaba en lugar preferente.  Tales discrepancias en cuestiones musicales propiciaron que mis inclinaciones pianísticas no se prolongaran mucho. Me despedí de él entregándole un esbozo de crítica sobre El Barbero de Sevilla, de Rossini, recientemente programada en el teatro Principal de la ciudad, recordándole que yo también reservaba algo que decir. Estaba claro que el piano no cubriría mis aspiraciones, pues desde aquel entonces no he vuelto ha estudiarlo en serio.
Tal decisión no la considero como la más recomendable para un alumno, pues qué hubiera sido de la obra de Gallupi si hubiese tenido en cuenta a todos los músicos que triunfaron o murieron en Venecia, Monteverdi, Cimarosa, Porpora, Hasse, y todo aquel inflamado genio que hizo rutilar la vida de la Venecia dieciochesca.

Flor de castidad

Flor de castidad
La gracia ha perdurado
del rigor de tu ascética.
Mantienes la sonrisa cándida
donde no trasparenta el dolor,
dolor que ha mitigado
la catarsis de la cruz,
cuyo bálsamo melifluo
te fecunda el corazón.
La intimidad a Cristo 
has entregado; en sus brazos
tu esperanza reposa;
por Él ceñiste el anillo
de tus nupcias puras,
porque la gracia
de su amor te ha traspasado
como las espinas sangrantes
que sus sienes coronan.
En la ascesis del cenobio
te vacías de ti misma
para llenarte ávida
de plenitud eucarística.
Sin duda en vida nueva
te has colmado, eterno
éxtasis que nunca podrá
suplir el amor perecedero.

Caterina de Forlì

Me invade la nostalgia de esa Italia fabulosa, la de la época renaciente que guarda en los arcones de la historia no pocas anécdotas y leyendas capaces de fascinar. Su viejo arte  ha resaltado los contornos de una de sus protagonistas más singulares: Caterina Sforza, señora de Forlì e Ímola. Ejerció el dominio de tales territorios a la muerte de su esposo, Girolamo Riario, nepote del papa Sixto IV. El cual pertenecía al clan de los Della Rovere y principalmente se le reconoce porque durante su papado mandó construir la Capilla Sixtina. Luego embellecida por su pariente y sucesor  en el solio, Julio II.
Caterina fue hija bastarda del duque de Milán Galeazzo María Sforza, de cuya rama heredó el gallardo temperamento. Dinastía fundada por el condottiero Muzzio Sforza, guerrero arrojado y temerario cuyas virtudes compartieron buena parte de sus descendientes, entre ellos Caterina y su vástago Giovanni de Medici, el delle bande nere. Sin duda los Sforza eran de armas tomar,  fortaleza de carácter que sin duda heredó Caterina, sin el cual no podrían explicarse el temple y la bravura que demostró ante circunstancias difíciles de afrontar aun para un hombre bien cuajado.
A la muerte de su esposo, del cual tuvo cuatro hijos, hubo de defender el gobierno de sus feudos con redoblada firmeza. Encastillada en su borgo repelió el acoso de las facciones contrarias que pretendían derrocarla. Se cuenta que el enemigo se apoderó de sus hijos, amenazando con ejecutarlos, como ya había hecho con el duque Riario, si Caterina no se rendía. Pero ésta, como buena Sforza, respondió al ultimátum con grosera altivez. Arremangóse la ropa y enseñando su sexo, afirmó que con el mismo podría engendrar cuantos hijos quisiese. Osadía que avergonzó del tal modo al enemigo, que desistió de ejecutar a los rehenes y depuso sus pretensiones.
Por aquel tiempo falleció Sixto IV, sin cuyo apoyo las posesiones de Caterina podrían peligrar con el advenimiento de un nuevo papa. Ante tales circunstancias, la iniciativa de la Sforza fue la de acudir a Roma al mando de sus tropas y tomar al asalto el Castillo de Sant´Ángelo, haciéndose fuerte en el baluarte. Inocencio VIII fue tolerante y ratificó a Caterina en sus heredades de Imola y Forlì.
Luego, durante un tiempo gozó de la paz en la pequeña corte de la Romaña , entregándose su Señora a la tarea del buen gobierno y al cultivo de sus amantes. Fueron públicos sus devaneos con el atractivo Giacomo Feo, valga el oxímoron, bastante más joven que ella, y que perduraron hasta la muerte prematura del galán, Su siguiente conquista fue un Medici, que acudió en embajada hasta sus dominios. De sus relaciones fue fruto el célebre condottiero Giovanni de Medici. Este hombre de armas en la familia Medici, solo es explicable teniendo en cuenta su sangre materna, en la que corrían los genes Sforza.
Pocas eran las vidas durante el renacimiento que llegaban a longevas, y de dicha estadística participó la de Giovanni de Medici, dejando nuevamente vacío el lecho de Caterina.
Por aquel entonces se entronizó en el solio romano, Rodrigo Borghia, con el nombre de Alejandro VI.
La política de los Borghia quería abarcar bajo su égida a todos esos minúsculos estados centro italianos, en muchos casos tributarios de la iglesia, con cuyo pago garantizaban su independencia. La pretensión de Alejandro VI era la de crear un nuevo reino de Romaña, que englobaría a todos esos ducados dispersos bajo el escudo papal. Para cumplir dicha tarea, su hijo César, a la sazón gonfaloniero de la iglesia, se encargaría de convencer a los remisos y someter a los rebeldes, entre los cuales se encontraba el pequeño territorio de Imola y Forlì. Caterina rechazó doblegarse a los dictámenes papales y decidió defender espada en mano sus posesiones. Alejandro VI la vituperó con los más denigrantes improperios y el siempre expeditivo César no tardó en pasar a la acción y apoderarse de Imola, por lo que Caterina decidió encastillarse en Forlì, con mil de sus soldados, dispuesta a resistir hasta la muerte. El asedio no tuvo concesiones, en la sanguinaria lucha sus mil defensores fueron todos pasados a cuchillo y Caterina hecha prisionera. Tras la rendición, entre ambos oponentes, César y Caterina, se cuentan muchas leyendas subidas de morbo y difíciles de verificar, como todo en ese gran Renacimiento ya más hijo de la fantasía que del rigor. Tras su gloriosa defensa de Forlì, gesta recogida en los anales de su época, perdidas sus posesiones, Carterina se retiró a Florencia, junto a su hijo Giovanni, donde murió entre la mayor discreción, lo cual ocurriría algo después de la muerte de César, en un lance guerrero, junto a los muros de Viana.


Esa voz

Esa voz
Siento latir el peso del silencio
en esa palabra nunca pronunciada
que quise oír al abrir una puerta,
al descolgar ese teléfono inesperado
cuyo timbre nos sorprende
en mitad de la tarde,
como aldaba que golpea la esperanza.
Al otro lado de la línea,
trastocando lo previsto,
quisiera oír esa voz estremecida
con una emoción que me colmase,
que me redimiese del sueño
perdido de la vida,
que me rescatara de ese fracaso
de propósitos incumplidos.
Esa voz que siempre quise oír
confiada y amorosa,
tierna y arrobada,
recordándome que el amor
es por fin correspondido,
que las angustias pasadas
fueron sólo un malentendido
de anhelo y de celos,
porque en lo intimo del corazón
de ese amor desengañado
pueden recogerse sus cascotes
y restaurarlo en su belleza intacta.

Breve observación sobre las leyes

Breve observación sobre las leyes
Las leyes en las democracias modernas se fundan no bajo el criterio de la razón, resultado de una consideración consensuada conforme a principios inalterables de carácter moral o ético, sino que dichas leyes se legitiman por estimaciones de orden numérico, independiente de su índole natural o consuetudinaria o de su carácter universal. De ahí que muchos en ellas no nos sintamos legitimados. Hay quien objetará que la suma de lo cuantitativo al fin se vuelve cualidad. Sobre tal punto, permítasenos que expresemos nuestras reservas, ya que en ningún caso implicaría idoneidad.