Guerra o pandemia

Los últimos discursos de Sánchez no dejan de suscitar ciertas susceptibilidades cuando no incipientes bambollas. El cariz bélico de sus mensajes deja a sus oyentes algo perplejos. Deben preguntarse: ¿Sabrá algo Sánchez que los demás desconocemos? España es un país en estado de excepción, con el ejército y la policía desplegando el mayor celo. Los 20.000 muertos hasta el momento no son pecatta minuta. Desconozco las estadísticas de fallecidos durante la guerra civil, pero me atrevería a asegurar que en comparación con las del coronavirus las cifras no discrepan mucho. Con los soldados muertos en el frente debe cotejarse una cifra pareja si se comparan ambas catástrofes. Si esto es una guerra, ¿quién es el enemigo, una potencia extranjera, la naturaleza, Dios? Teológicamente Dios queda descartado, pues es nuestro Padre, amantísimo de su criatura, y en tal caso la pandemia la habría permitido Dios para reprendernos a causa de nuestra desobediencia? Dios aparte, resulta discutible que la naturaleza haya engendrado un depredator tan virulento y con un tan alto índice de letalidad. Habría que oír a científicos y sanitarios explicándose sobre las posibilidades patológicas de un virus surgido por generación espontánea. En cuanto al tercer factor, Trump sigue sin perder el ojo de China. Bueno, Trump y todos los adversarios de ese régimen sobreviviente del comunismo jurásico.
El caso es que Sánchez no se corta un pelo en su jerga belicista, frente a las llamadas de atención de sus aliados parlamentarios y hasta de su mismo vicepresidente, que ha salido al paso censurando el estilo belicista de sus coaligados y apostando por la consigna de una entrega humanitaria de las batas blancas, cual cruzada bienhechora de cruz roja. ¿Sera en el fondo Iglesias un comunista místico, y no ese comandante bolivariano que se arroja sobre el enemigo capitalista al grito de Patria o Muerte?
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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