Tsajená

Oigo una sonata en la madrugada..
Mi madre duerme su sueño,
ajena a la realidad apocalíptica,
longeva y vulnerable.
Parte del mundo se nos muere,
en medio de un fúnebre escrutinio.
La huesuda mano de la muerte
maneja su guadaña eficiente,
segando la abundancia de vida
como el frágil tallo de la flor.
Reclamo un consuelo desde el cielo
y releo el salmo 91,
cuyos versos traen algo de paz:
Caerán a tu lado mil,
y diez mil a tu diestra.
Pero a ti no vendrá mal.
Tal es la promesa del Señor.
Se especula que en la China
 han  muerto por millones;
por miles agonizan en Europa,
la misma plaga asola América.
Si esto es una guerra,
muestre su declaración el enemigo.
Si es el fin quien llama a la puerta,
invoquemos la misericordia  de Dios.
No sé, me faltan las palabras.
Será el prolongado encierro,
el futuro inseguro  que amenaza.
Ya nada será igual, ni en Alicante,
ni en Venecia ni en Tahití.
A la evasión del viaje
se ha impuesto la clausura en el hogar.
En esta soledad
hay viejos claustros que evoco,
de Toledo, Salamanca, 
Véneto o Bretaña.
Una ardiente lágrima
resbala por mi cara
y filtra su amargura entre mis labios.
Tengo sed,
una sed que no sacia ni el agua ni el licor,
una sed de desmesura, 
una sed de fresca fuente de eternidad.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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