Coronavirus

La sociedad del bienestar se ha derrumbado como un castillo de naipes. Ha bastado un microorganismo para dar al traste con toda la parafernalia global. ¿No se ha podido prever?
Pedro Sánchez nos lanza la carnaza de una guerra declarada. Lo que menos me esperaba, cumplidos  los 63 es la eventualidad de una confrontación bélica. En este caso la sirena por bombardeo suena las 24 horas del día. Sí uno sigue el canal de noticias, escucha las cornetas precursoras del apocalipsis.
 ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están en estos momentos la CIA y el Mosad? Se las han dado como a un pardillo. Por eso cuesta un tanto asimilar esta crisis. A un mundo al que no se le escapan las pruebas clandestinas atómicas de Irán, se le cuela una futilidad vírica capaz de diezmar más que el plutonio la superpoblación mundial. La verdad es que no me esperaba tener que enfundarme de nuevo el traje de combate, embetunarme las botas, y lanzarme disciplinadamente a combatir a un enemigo invisible. Salgo de casa con la mascarilla puesta, evito el contacto con cualquier superficie que me pueda contaminar. Estoy a un palmo de que la paranoia pida cita en la consulta del psiquiatra. Porque esta pandemia global es inédita en la historia de la humanidad. Que estas cosas pasaran en la edad media era concebible en los cráneos medievales. Pero en el siglo XXI, el super tecnológico, el global, el superpatético. Vaya 20 años de calamidades, de guerras, de atrocidades, y, ahora, pandemias. Elegimos a nuestras autoridades para gozar de una vida segura, para que no nos sorprenda el día con el culo al aire;  y sin embargo, se nos despierta con lo inesperado, lo insólito. Después de una vida de sacrificios, nos llega como postre el dedal de una heroica supervivencia. Asumo mis responsabilidades cívicas,  pero ¿ no habrá detrás de todo esto las truculencias de un Doctor No, de las corporaciones Drac, de los Iluminati, de un Soros que expliquen semejante desaguisado? ¿O tal vez solo sea que el destino, la naturaleza, urde sus pequeñas venganzas?
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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