Me remuerde que hayas pasado
y te haya dejado marchar;
que conocieras el secreto
reservado de mi corazón
y prevaleciera la indiferencia.
¿Habrá otro día, otro...,
donde el tiempo nos reúna
y no tenga ventajas el azar?
Quisiera estar más cerca,
hasta que tu alma se estremezca
con mi anhelo, y tu frágil
ternura de paloma
revolotee en torno
a la llama de mi dicha.
Enciende esa débil brasa
de esperanza. ¡ No dejes
que se apague su fulgor!
Que brille en tus ojos el deseo
y que en mi pecho abrasé
tal redención...
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