Lecturas

 Leo un libro de Azorín. Se titula El escritor. Es una primera edición de Austral, creo que del año 1942. Sus páginas están ajadas. Cada vez que leo algunos capítulos, he de lavarme luego las manos con jabón. Y no es que la prosa de Azorín esté contaminada, sino que el tiempo y el abandono han dejado su mácula sobre el papel del sufrido ejemplar.  Cuando leo a Azorín tengo la sensación de estar asistiendo a un curso de redacción. Cada frase se ciñe a una sintaxis depurada, pulcra, luminosa, que procura el deleite del lector curtido. Justo el tiempo del verbo, el adjetivo preciso, la preposición adecuada. En las novelas de Azorín el argumento es aleatorio; lo que importa es como el escritor la va llevando, enriqueciendo paso a paso la prosa.

 En estos días comparto la lectura de Azorín con otras lecturas. Reo y releo la poesía de Pedro Salinas. El gran logro de Salinas es haber conseguido para sus versos un interlocutor,  un receptor definido contrario a su propia soledad, con un sencillo estilo conversacional. Trasciende el yo con la fecunda complicidad del amor. Confieso que por mi parte casi siempre he escrito para mi mismo o un para un oyente abstracto. Mi diferencia con Salinas es que mi espíritu se ha forjado en la soledad. El ve colmado su destino en la pareja. Verdaderamente, encontró una nueva voz en la lírica.

 Junto a la de estos dos maestros castellanos, me he sumado a la ímproba lectura del Orlando Furioso de Ariosto. Voy por la mitad del primer tomo, siguiendo la traducción de Urrea, dejando el original italiano para más tarde, si la vida me da esa oportunidad. Sobre obras tan monumentales me abruma emitir cualquier juicio. Me siento minimizado por sus magnitudes.

Otro libro que frecuento, alimentando mi magín hasta que éste se vuelva efervescencia, es las Consideraciones de un apolítico, de Thomas Mann. Fue escrito en los prolegómenos y durante la guerra del 14. Según cierta parte de la crítica es la obra más nefanda y reaccionaria de Mann, conclusión que no comparto; pues si bien las ideas que se desarrollan en el libro fueron blanco de los más airados reproches por sus juicios nada halagüeños sobre la democracia occidentalista y en favor de la guerra, a día de hoy encuentro sus argumentos bastante atinados y sus reflexiones sobre Alemania y su Kultur, tan legítimas como cualquier otra manifestación en contra. Pese al paso del tiempo el libro rebosa actualidad.

Para que un fuego tenga una buena combustión, hay que echar la leña  más conveniente. Así funciona el espíritu cuando se ha encendido bien la mecha, sin temor a que se apague.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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