Yo creo que no está todo perdido,
que los deseos se encuentran
en el vuelo más íntimo de las almas,
pese a lo que los hechos encubran
y las palabras no digan.
Yo te busqué con la desesperación
de a quien quieren arrebatarle la esperanza,
con el alma en vilo, sin comprender
nuestro disentimiento, fatigados los pies
transitados de caminos errados,
ignorando qué encontraría
al adentrarme en inciertos parajes,
a los que me encaminaba
la osadía del infeliz y del hambriento.
Había leído a demasiados poetas
y creía que el amor era el mayor fundamento.
Aunque no sabía si la perla buscada
existiría tras el inerte silencio,
en la profundidad tácita del piélago.
Pero de repente el oboe
trasmitió por mis fluidos
el prodigio de la música,
que entre sus notas consumaba
el milagro del amor;
me reveló que tú también
me buscabas por las frecuencias
inexploradas del anhelo, que conocías
el suplicio de mi alma desgarrada
y que traías el dulce ungüento
con que sanar la llaga
y el impulso para quitar
la venda de mi ceguera.
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