En estas votaciones me he sumado a la estadística más común en toda Europa: la de la abstención. Los distintos partidos que pugnaban por mi voto, han visto sus expectativas defraudadas. En verdad, que este pasado venticinco de Mayo no existía razón alguna que justificara el ejercicio de mi más intransferible derecho democrático. Esta abstención, más que un rechazo manifiesta un desencanto, cuya razón tiene que ver, más que con la falta de estímulos del entorno político, con mi situación personal. La verdad es que las propuestas de los partidos mayoritarios me han dejado de seducir; ya no espero nada de ellos. A su vez Europa se ha convertido en un macrooctópodo cuya voluntad y sistema psicomotor vienen regidos por ya sabemos quién,aunque permaneciendo sus fines aún bastante confusos. ¿Cuándo salgamos del lóbrego túnel veremos alguna luz, o ésta solo iluminará a los pocos? Porque lo cierto es que tal diversidad que pudiera parecer irreconciliable resulta bastante difícil de digerir, y sus objetivos tan inciertos como desalentadores, y uno duda mucho que de semejante maremagnun pueda surgir algo substancial, algo cuya resonancia alcance a un discreto ciudadano de un país períférico, al que han hecho tragar, pese a su pesar, obviando treinta dilatados años de vida laboral que nada sabían de la burbuja inmobiliaria, el marrón de la crisis. España es posible que salga a flote, pero dejando como legado el viacrucis en que se han convertido nuestras vidas, que abarcan el más amplio espectro de la depauperación.
Con nostalgia observa uno a los muchachos de "Podemos", quienes aún creen factible que, partiendo de cero, se pueda alcanzar el infinito.
Con nostalgia observa uno a los muchachos de "Podemos", quienes aún creen factible que, partiendo de cero, se pueda alcanzar el infinito.