Todo transcurre y calla,
con la perezosa costumbre olvidada
trayendo espeso barro a las vaguadas.
El tiempo no para en su tic-tac obseso,
intercalando en su seco ritmo soledades.
Nada distrae la rutina de mi casa,
ni una bombilla, el lavaplatos,
el teléfono histérico o una copla en el patio.
Y es que la vida pasa
como el murmullo del viento
sobre la corriente del río.
Hoy quedan ciertos los pasos,
bien definidos los límites:
somos ese afluente que avanza
del manantial a la muerte.
Mas por un momento paramos,
y mientras llevamos los ojos
a ese profundo secreto lejano,
decimos:¿ no será nuestro pasar un sueño
y la verdadera vida otra?
Si todo es pasar sin huellas,
¿por qué nos late en el pecho
este anhelo sincero de infinito?