El Dolor y la Belleza

El Dolor y la Belleza
En el andar de la vida
lo primero que se siente
es la espina del dolor.
Con el llanto lo atestigua
todo nuevo nacido.
Es el dolor quien nos marca
con su hierro candente,
quien nos despertará
a la conciencia efímera
de estar vivo. Límite
tras cuyo borde
aguarda la muerte,
terrible vértice,
último dolor, después vacío,
que es como otra forma de dolor.
Es el dolor sin remedio,
íntimo, desolado,
estéril y sin fruto.
¿Será, mi Dios, constante
y absoluto?
O ¿nos redimirá la belleza
que nos diste esta tarde
con ese azul celaje
de anaranjados arreboles?
¡Plena visión, profundo goce!

Realidad de un instante

Realidad de un instante
Unido a ti en la cadencia de las horas,
la tarde deshaciéndose en hastío,
pude sentir el pulso lento, la agonía
de tu memoria en la degradación del ahora.
Mis ojos se detuvieron en tu esplendor caduco,
iba muriendo, minuto a minuto,
el presente en su tránsito inestable,
la vastedad eterna perdiéndose en instante,
el agua quieta, declinaba la tarde.
Tú eras la Venecia de siempre,
yo de ese momento el inquilino.
La luz vacilaba, se desgranaba el tiempo,
mientras..., el milagro de ser nos sobrevino.

LAS UVAS DE LA IRA

"Las uvas de la ira" es, sin duda, una de las grandes novelas de compromiso. Libro de denuncia que recoge el drama social de la inmigración en una América convulsa, hundida en la vorágine de la gran depresión. Es muy probable que sea la obra cumbre de John Steinbeck, narrador norteamericano quizá no tan aclamado como Hemingway, Faulkner o Dos Passos, pero que como ellos alcanzó el galardón de los Nobel.
Es la primera lectura de Steinbeck que abordo, lastimosamente en época ya tardía. Durante mi juventud, si bien sus obras podían encontrarse en las librerías, no fue un autor que tentara mi curiosidad, quizá porque mis veleidades contestatarias se fueron diluyendo progresivamente en el tiempo. La única familiaridad con el autor de "Las uvas de la ira" me la proporcionó el cine, decididamente por el film homónimo de John Ford, protagonizado por una memorable interpretación de Henry Fonda. También fue llevada a la pantalla grande, por Elia Kazan, la otra gran novela de  Steinbeck, Al este de Edén, que catapultó al estrellato al neófito James Dean. De la obra de Ford, reservo un recuerdo impactante, donde destaca una lucidez en el pulso narrativo y la sobriedad de unos fotogramas que calan hasta los tuétanos. Sin duda Ford supo captar la cruda peripecia de la familia Joad, entregada a la ruta en busca de una incierta tierra de promisión, huyendo de la injusticia y la hambruna. En ese viaje alucinante por las contradicciones de América, los Joad verán puestos a prueba sus firmes valores y tendrán que utilizar sus recursos más extremos para salir a flote. Conocerán el hambre, la enfermedad y la muerte, pero ante esa adversidad se sobrepondrá su gran ambición de vida, sustentada por esos firmes valores aferrados a la tierra, esa tierra dura y bienhechora que ha conformado el perfil de sus almas. La novela no nos dice si estos okies alcanzan a realizar su sueño californiano, pues los abandona a merced del camino, agraviados por la vicisitud. Acaso sea solo Tom Joad quien logre vislumbrar ese espejismo, al reconocer la comunión de su alma con todos aquellos que revindican su derecho a un trozo de tierra y  a esa semilla que ha de fecundarla: La Libertad.

He jugado y he perdido

He jugado y he perdido
He jugado y he perdido...
Nunca tuve suerte con la lotería.
Pocas veces he disfrutado en la vida
de la experiencia de ganar.
La gente acapara premios, diplomas, galardones...
algo con lo que consolidar la mediocre existencia,
una migaja de éxito que ayude a encarar
la certidumbre de la derrota.
Porque hagas lo que hagas,
al final caerás vencido.
La vida es pasajera, y la muerte
su único puerto. Somos una segmento
de ilusión entre la nada y ...¿quién sabe?
Lo único seguro es la vanidad,
y ésta subsiste sólo del fuego
petulante que la alienta.
Necesitamos el triunfo, la medallita
que nos haga olvidar
el fárrago de pasar sin éxito, sin resonancia, sin memoria,
sin mella en el árbol de la vida,
pura escatología, ceniza, humo
evanescente en la nebulosa incierta
del cosmos, recuerdos de un recuerdo,
breve futuro que resta
en esa cuerda cronometrada de nuestra órbita.
He jugado y he perdido...
Nunca tuve suerte en la lotería.
Pero a veces he disfrutado de la vida...