En el andar de la vida
lo primero que se siente
es la espina del dolor.
Con el llanto lo atestigua
todo nuevo nacido.
Es el dolor quien nos marca
con su hierro candente,
quien nos despertará
a la conciencia efímera
de estar vivo. Límite
tras cuyo borde
aguarda la muerte,
terrible vértice,
último dolor, después vacío,
que es como otra forma de dolor.
Es el dolor sin remedio,
íntimo, desolado,
estéril y sin fruto.
¿Será, mi Dios, constante
y absoluto?
O ¿nos redimirá la belleza
que nos diste esta tarde
con ese azul celaje
de anaranjados arreboles?
¡Plena visión, profundo goce!
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