Puedo ver esas cuencas vacías,
el silencio yerto
en el precipicio de las sombras.
Lágrimas roídas, el viento
en ráfagas deshilachadas,
la oreja incierta que apenas oye
el rumor insomne de la aurora.
La saliva sobre el cáliz,
la letra extendida
en el pergamino reseco
donde apenas alienta un temor,
una geografía desmembrada
en un piélago recóndito.
Los abedules en el bosque
sin fronteras, las ramas ateridas
bajo el peso de la nieve,
la leve claridad de un sol macilento,
y las grullas, largo paso del invierno,
lento mancillar del tiempo
sobre la hojarasca del hambre extendida.
Podría regurgitar ese vano sentimiento,
escarbar el pómulo horadado
y cantar la triste canción de la desesperanza.
Pero siempre habrá un mañana,
unos ojos anónimos hurgando
la oscuridad palpitante,
el alma diseminada, un llanto.
ese oscuro presentimiento. Deseo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario