Umbral, en sus mejores tiempos, decía que hacía uso de la máquina de escribir como de una ametralladora. Esto demuestra lo agresivo de su literatura. Agresividad que levantaba polémica y lo salvaba de pasar sin ser notado. Como su maestro, Cela, sabía levantar la perdiz, remover las aguas,
suscitar el escándalo, dando a la palabra escrita una relevancia social distinta al mero entretenimiento junto al brasero.
Umbral era un escritor sin género, pero un escritor de estilo. Su maestría de la palabra salva sus obras de la indiferencia, les da esa chispa narrativa que alcanzaron Azorín o Miller. Umbral daba en la diana por su prosa bien urdida, pero también por la elección de su temática, que solía levantar bambollas en la sociedad española. Porque fue un español de los de capa y café, amigo de tertulias y de extravagancias. En sus ensayos literarios rescató a todos nuestros mitos, a Federico, a Valle, a Ramón. Todos como él maestros de la palabra y paradigmas literarios. Se puede estar o no de acuerdo con sus conclusiones, pero con sus audacias supo remover el muermo habitual de nuestra literatura, que tiende al inmovilismo y se aletarga en sus prosapias consagradas. Ay, literatura...¿Quien fuera como Umbral?¿ Quién sino él se hubiera atrevido a defenestrar a nuestros iconos más intocables? Despotricó de Azorín, de Baroja, Machado; echó pestes de Ayala, Madariaga y otros distinguidos próceres. Y cantó la aleluyas del César visionario y del general con parche en un ojo. ¿Cuándo nuestra literatura volverá a cruzar los "umbrales" de la originalidad?
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