He adquirido un cuadro bastante sugestivo. Lo compré por cuarenta euros en un rastro dominguero. Tras adquirirlo, pronto se levantaron mis suspicacias; temí que no se tratara de una pintura sino de una vulgar lámina adherida a un lienzo. Todavía persisten en mí tales cautelas, pero renuncio a acudir a un experto que me saque de dudas.
En verdad, el lienzo tiene algo de fascinante. La pintura reproduce a Venus reclinada sobre un pradecillo, recibiendo una flecha de manos de Amor. El estilo se inserta en la gran tradición italiana, evocando las grandes obras del Tiziano o Veronés. Curiosamente la firma que aparece al pie de la tela es la de Veron. El prado florido en el que se recuesta Venus tiene en la distancia las llamativas construcciones de una aldea sobre un paisaje montuoso, con un fondo de cielo de pátina grisácea.
Quizá no llegaré a conocer el valor real del cuadro, pero bástame el goce de contemplarlo mientras avanzo por el pasillo de mi casa. Fue un amor a primera vista, de esos que más se agradecen, y ya que el cielo mi privó de disfrutar de los humanales, me concede el privilegio de hacerlo con los artísticos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario