Mientras escucho la música de Tristán e Isolda,
y el vino de su deseo recorre mis venas,
anhelo insaciable, atormentadora herida
donde el yo se consume todo potencia erguida,
sacudiré esas larvas que me encadenan,
que atenazan el grito de mi animal agonía
en el furor de Dioniso disipada,
y aguardaré que su fuego se extinga,
yermo en su goce; en su deseo,ciego.
Sereno por el cáliz de Apolo que hoy bebo.
Mezcla de luz y risa su ambrosía,
firme el pedestal que me sostiene,
bajel liviano en el tiempo que deviene.
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