He sido testigo de una anécdota que habría causado gran placer, cuando no una satisfacción maliciosa, a Nietzsche. Ésta era el hecho de encontrar expuestas en una librería, volumen contra volumen, en la sección dedicada a textos sobre religión, a La Biblia y el Así habló Zaratustra. Tal ordenación no se si se habría hecho a posta o fuera debida a la ignorancia de los empleados, pero, en cualquier caso, es una circunstancia que hubiera reportado enorme regocijo al filósofo alemán.
Nietzsche, cuando concibió el libro en las alturas de Sils María, quizá hubiera acariciado tal posibilidad, soñado que su libro para todos y para nadie alcanzase semejante resonancia y ocupara ese lugar preferente junto al libro de libros, el "logos" fundamental. Porque, en efecto, el Zaratustra era el libro en que Nietzsche se basó para cimentar su nueva doctrina, dando al mundo una nueva esperanza superadora del nihilismo. A través de su poética excelsa amanecía el nuevo hombre.
¿Ocupará la filosofía niezscheana ese papel alternativo en nuestros días? Seguramente ocupa un papel, en el que a veces esta sociedad desorientada se acerca a mirarse, pero apenas adelanta unos pasos en esa dirección. El cristianismo ha resistido la dura prueba de la debacle decimonónica, y esa pregonada muerte de Dios no deja de ser una opción alternativa, una derivada teórica, y la doctrina de Cristo, aun en medio del caos, permanece vigorosa como planta bien enraizada. Porque más que el Zaratustra, esa propuesta mítica para el mañana, el verdadero peligro para la religión se encuentra en ese estadio que Nietzsche trató de superar: el nihilismo, la indiferencia, ese materialismo caníbal que todo lo consume.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario