Releyendo Crimen y Castigo

Releyendo Crimen y Castigo
Releo Crimen y castigo; creo que es la novela más sencilla de estructura  de las de Dostoyevki, y en la que uno puede seguir el hilo con mayor facilidad y sin enredarse en la madeja de nomen, cognomen y patronímicos. En la anterior novela que leí de él , El adolescente, naufragaba con el criptograma nominal de los personajes.
He retomado Crimen y castigo como tratando de recuperar un viejo placer, el que persiste en mi memoria de su lejana lectura durante mi juventud. La asimilé entonces con la virginidad del lector neófito, saboreando el melodrama de sus infortunios con corazón solidario y compasivo, compartiendo las pasiones confrontadas en lo íntimo.  Porque entonces, generacionalmente, era más fácil identificarse con el joven estudiante Raskolnikov, con sus megalomanías y soberbias, con la endeblez juvenil tratando de vindicarse frente un mundo hostil y poderoso. Pues en el hecho de transcender su pusilanimidad se explica la acción del estudiante de asesinar a la usurera y adquirir con el fruto del saqueo su correspondiente parcela de poder. Nuevo Hamlet, medita las conveniencias del crimen. Hecho que le hará alcanzar el estatus de hombre extraordinario que imagina ser, llevado por su soberbia deriva diabólica. Raskolnikov sólo despierta cuando reconoce en Sonia la verdadera dignidad del ser humano, la de aquél que se da a sus semejantes, pues solo valorando al hombre bajo el prisma del amor abarcamos su verdadera dimensión. La ceguera de un conocimiento tergiversado por el pecado crea la identificación del vicio como virtud. ¿Representará la discordia una desviación vesánica? ¿Estaba Nietzsche en sus cabales? Obcecarse en las consignas de Marte solo aboca al exterminio. Hubo quien creyó a la discordia el motor del cosmos, creo que Heráclito. Tal razón se extrae de una visión inmediata de la naturaleza. Pero el hombre sólo alcanza grandeza lejos de la mezquina animalidad. Lo que más recordamos de Esparta no son sus purgas sobre los ilotas  sino el sacrificio fraternal de Leónidas y los trescientos en pro de los suyos.

Razón o mística

Razón o mística

 La prueba de la existencia de Dios no se verifica con conceptos aprehensibles por nuestra razón, sino por una convicción experimentada en el corazón.  De ello resulta obvio que el camino hacia Dios no se resuelve en nuestro raciocinio, sino muy al contrario en la intimidad de la vivencia mística. La filosofía clásica no ha desvelado el misterio del corazón humano, ni aun el mismo Freud lo define en su análisis de la mente, pues éste no corresponde a una categoría cognoscitiva sino espiritual.

ARREPENTIMIENTO

ARREPENTIMIENTO

 Como todo hijo de mi siglo

he probado el gusto del infierno,

aspirado su hálito sulfúrico

y mascado su textura de carbones encendidos.

Con ignorante promiscuidad

profané la fragilidad del cielo,

desatando la tormenta

en su hemisferio apacible.

Con soberbia hollé lo prohibido

creyendo permanecer impune 

ante su juicio y su duelo,

desoyendo toda cordura y buen consejo,

peregrino nefando de libertinaje.

Creí que si existía era muda,

hasta que con dolor comprobé

que sí tenía voz la conciencia

y que no saldría indemne de su rigor punitivo.

Desde entonces, desasido,

sondeé territorios de silencio

donde acechaba el informe terror;

entre las sombras y la luna gélida,

purgué el penado memorando de mi pasión.

Luego vagué perdido en el desierto

a merced de reptiles y alacranes;

en mi pecho, como cera derritiéndose,

se deshizo el corazón,

y remontando su vuelo la paloma 

en el seno abandonado,

se desecó toda fuente de dulzor.

Solo me consuela haber esperado,

aislado en la antesala del olvido,

huésped que ya no espera ser recibido,

tu amable voz desde lo remoto, 

cuando pródigo a ti acudo y no me desechas,

y vuelven a brotar las hojas en la rama seca,

la cual fecundan las tristes lágrimas

que hoy devuelven la vida al corazón.