Abro las heridas
por donde sangra la vida,
late el corazón,
el tiempo obsede.
La distancia se hace encrucijada.
Irradia el sol
como ausente,
detenido en un firmamento de silencio.
Una esquirla perforó
la turgente blandura de una hoja;
cae la gota imprescindible
en el estío.
Ruptura
del nexo intangible del olvido
y el ahora que derrama
el cáliz saturado de vacío.
Ventanas entreabiertas;
barre el viento la pradera
intransitada y herbosa
donde antaño un río
describía su cauce,
esa agua desvanecida
y sin esencia,
donde medita el paisaje
y el ojo precipita
la única certeza fugitiva.
Hubo un ayer, si no
no tendríamos un ahora;
eso nos completa lo vano
que se escapa cual polen
en la brisa.
Relampago
que ciega con brillo
de instantánea, llamada
a resurgir en el perpetuo ciclo.
En la noche rumorosa
se apagará la lámpara,
latirá lo inconcreto
con fluidez de lágrima.
Extraña anacronía
donde el dolor arrebata
el más gozoso encanto.
Cuando el sentimiento muere
se desmorona el día.