CON CERVANTES

Cervantes es una figura clave del pensamiento español, como bien subrayó Julián Marías. Su estudio forma parte de ese arduo asunto conocido como problema de España. Se ocuparon de él sobre todo durante el noventa y ocho; para Unamuno y Azorín fue un tema recurrente; y motivo de meditación para nuestro más eminente filósofo,Ortega y Gasset. En sus ensayos trataron de abordar esa cuestión medular de nuestra idiosincrasia.

Poco más se puede añadir que no se dijera en la Vida de don Quijote y Sancho de Unamuno o en los diversos titulos que Azorín dedicó a estos personajes, a través del prisma de su autor. En estos concienzudos estudios han querido hacer ver que el problema irresoluble de España radica en esa contradicción propia entre idealismo y realismo, actitudes simbolizadas en los dos más relevantes personajes de la obra cervantina. Y es que esta fue una circunstancia verdaderamente veraz de la España de la época, donde una nación entregada a la desmesura de sus ideales, se iba haciendo añicos en la cotidianidad de su existencia; embebida en las glorias de sus tercios en Flandes, se cegaba ante la perspectiva de esos golfillos que retratara Murillo en sus lienzos más sinceros o el propio Cervantes recogiera en sus novelas ejemplares.

El otro día oí un comentario por televisión en el que se decía que los personajes que más nos identifican no son los cervantinos, sino los del Lazarillo de Tormes. Naturalmente el comentario no se refería a esa señera España de nuestro barroco, sino a la de nuestra realidad más contemporánea, en la que parecen haber persistido las lacras de nuestra memoria colectiva. Lo curioso es que se echa mano de Lázaro y no de Sancho, representante este último de nuestra popularidad más honrosa. El caso es que dicho comentario acusa una lectura bastante restringida.

El problema radica al observar España como univocidad, y no en la concepción más atinada de su pluralidad, y no me refiero a la España de las autonomías. Merece reflexión que se haga hincapié en este género satírico, y al menos no se concluya en el duro aguafuerte goyesco. Pero el caso es que ante esa realidad tormesiana y fullera, quepa la posibilidad de resarcirnos de nuestro lodo más vil, persistiendo en esa capacidad de ideal y esperanzada conquista con que asumimos nuestro Quijote
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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