Recientemente he leído una serie de artículos referidos a la reposición del Anillo del Nibelungo, en Bayreuth. Según el cronista, se había cometido una cierta desmesura con la escenografía, que fue abucheada por el público. Tal circunstancia, no nos aclara nada de un público que no creemos que a día de hoy participe de la virtud de la inocencia, un público que resurgió cual Fénix de las cenizas del nazismo.
El escenógrafo fue increpado por incluir en su decorado el guiño paródico de un monte Rhusmor con sus efigies trastocadas. Quienes presidían su cumbre eran los iconos del comunismo: Marx, Engel, Lenin y Stalin. Sabemos que la tesis ideológica del "Anillo..." wagneriano no anda muy desencaminada de los presupuestos de estos propagadores del comunismo, pues su discurso se entrevera con ciertas aspiraciones anárquicas, próximas a la ácratas entelequias de su compañero en la revolución de Dresde, Bakunin.
Juzgar a Wagner por sus presupuestos ideológicos, es como enjuiciar moralmente la conducta depredadora de un Tiranosaurios Rex. El Wagner revolucionario se disipó en los lieder a Matilde Wesendonk. Hoy dia carece de fundamento juzgarle por su pensamiento político o filosófico: tanto Stirner como Shopenhauer han quedado atrás. Como pensador dio tan buena cuenta de él Nietzsche como Wagner de éste como músico.
Lo que nos queda, pues, es el Wagner artista.
Como artista Wagner alcanzó una cumbre inigualable, que no creemos las del Wallhalla sino más bien las del Parnaso de las Musas. Con su drama musical dio un paso más allá de lo que hasta entonces había reclamado el arte; sobre él se construyó la modernidad y desbrozó un camino para todo aquel que quiera considerarse seriamente artista. La genialidad de la composición del Anillo del Nibelumgo sentó cátedra dentro de la música. Con Lohengrin finiquitó el romanticismo, en Tristán e Isolda patentó la nueva música, y con Parfisal dio el mejor ejemplo de conocimiento espiritual, no alcanzado desde tiempos de Bach o Handel. Nadie como él se aproximó, con compases más celestiales, a ese misterio del Viernes Santo; él, que había anunciado el crepúsculo de los dioses. Se puede poner en entredicho al Wagner filósofo, ideólogo o Teólogo, pero nunca al Wagner músico, poeta, artista.
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