Por el brillo de un lucero
por unos magos avistado,
por la proclama del cielo
a unos pastores reunidos
supo el orbe conocido
que la luz había llegado.
No era la luz baldía
del solar candelero
que la noche entenebrece,
sino un raudal duradero
que en el andar de los días
en las sombras resplandece.
Fue en el sencillo pesebre
donde el niño encarnado
recibió la adoración
de pastores y de sabios;
el manso cordero de unos,
los presentes de los magos:
oro para el rey de reyes,
el incienso consagrado
y mirra para el Salvador
que a la Tierra ha liberado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario