En una estancia cualquiera
de una ciudad olvidada
en el rincón de los días,
recostado un hombre
sobre el sillón de la espera,
en el pequeño gramófono
"La patética" de Tchaikovski suena.
Un mismo paisaje de tejados
y balcones, a veces un distinto
cielo de azules o nublados
se distingue; su corazón,
que desconoce bien cierto
la razón de su latido
-sobrio desmenuzar
de algún silencio
en el pulso de la horas-,
cobija en ciernes un futuro
incierto de esperanzas
y trae al presente mudo
las viejas nostalgias
que se creyeron sin mudanza,
jóvenes y alegres vinos
del ayer, añoranzas
que animaron sorbo
a sorbo los caminos.
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