Como cada primero de año se ha celebrado el concierto de año nuevo en la Sala Dorada de la capital austriaca. Este año le ha tocado llevar la batuta a Christian Thielemann. Aunque el repertorio corresponde a un peculiar estilo musical, la dirección del alemán deja su propia impronta. En comparación con el del año pasado, en que tocó el turno a Dudamel, presenta un carácter bien diferente. Como buen latino, la conducción del venezolano es bastante más pasional que la contenida de Thielemann. Dudamel se gana pronto al público, que con el alemán mantiene cierta reserva. Thielemann no alcanzará la finura del venezolano, el calor que este trasmite; pero su rigor y redondez sonora está fuera de toda discusión.
Supe de la existencia de Thielemann durante una retrasmisión radiofónica desde Bayreuth, hará más de un lustro, en la que interpretaba una de las jornadas de la Tetralogía. La ejecución fue impecable, y el malogrado crítico Pérez de Arteaga no dudó en calificarlo como señor del Anillo. Thielemann, por lo que he podido escuchar, debe su formación al estudio exhaustivo de la obra wagneriana. Hoy he seguido en YouTube alguna de sus recreaciones del Anillo, en concreto la Walkirya y también Lohengrin, y las considero afrontadas con madurada solvencia en el aspecto musical. Le he escuchado dirigir con pulcro rigor a su vez alguna de las sinfonías beethovenianas, que para un director relativamente joven esto supone el augurio de un futuro prometedor, acompañado sin duda por el éxito. Futuro que parece ya cumplido en cuanto a la difusión de su obra, pues el acceso a ella, discográficamente hablando, exige un bolsillo más que solvente. En él parece prolongarse la tradición de los grandes directores alemanes como Furtwangler y Knappertsbusch.
Verdaderamente la retrasmisión del concierto vienés echa en falta el magisterio de Pérez de Arteaga.
Su muerte prematura nos dejó sin uno de los profesionales de la difusión musical más reputados; sus retrasmisiones desde festivales y conciertos fueron memorables, así como sus colaboraciones en radio dos dejaron una huella imborrable, en cuanto a su conocimiento del fenómeno musical. Él, junto a José Luis Téllez, eran la dos voces lucidas del periodismo musical en nuestro país. Recientemente, adquirí la biografía que de Malher escribió Pérez de Arteaga. Y en efecto, en la calidad de la obra se reconoce que era éste uno de los hombres musicalmente mejor formados en nuestro país.
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