Caen lágrimas en el silencio
como la lluvia que empapa
la calle solitaria en la noche.
Caminar sin rumbo,
mascullando un nombre
desgastado en la boca
como un pastilla de Cheiw-gum.
También la noche tiene que acabar,
como algún día dejaré de respirar.
Los zapatos húmedos ya calan mis pies,
me apremia un hueco en cualquier bar.
Al fondo de una calle transversal
anuncia un neón la entrada de un club.
Es el Martins´s Bar. Al apartar la cortina
suena una ruborosa melodía de jazz,
con notas largas de desdén
en el saxo del inglés y el piano del patrón.
Solo los negros pueden saber
porque esas notas abrasan
el corazón como un licor,
y como los pasos sin rumbo ni sentido
hallan dirección en su borroso atril.
Conforto hallaría si no fuera sueño
su ilusión, y fábula los dúos
de Travis y Stanislaus
en las madrugadas de Martins´s Bar,
perdidas entre tristes desengaños
y recuerdos disipados de bourbon.
0 comentarios:
Publicar un comentario