Anda una pantera suelta en la periferia del país. Se comenta que es un depredador nocturno. Como su presencia mantiene en un susto al vecindario, se ha acudido a la guardia civil para zanjar el asunto. En todos los momentos estelares de España anda por en medio la benemérita. Quien la ha visto, mantiene que la pantera es negra, como la de Kipling en "El libro de la selva". Debe de tratarse de una fiera desorientada o que ha burlado las verjas de un Safari Park. Se ha encontrado una huella que lo delata como un felino de dimensiones considerables. Conforme pasa el tiempo sus proporciones van aumentando a la par que el temor ciudadano. Se le va a tender el cebo de un sabroso cerdo para capturarla. No sabemos si como pez ignorante morderá la carnada, introduciéndose incauta en la jaula de su cautiverio.
Todo esto, junto a lo que corre por el país, me recuerda una vieja canción de Ovidi Montllor, "La fera ferotge". En el ambiente se palpan conflictos como los que denuncia la canción, solo que los puntos de orientación han variado. Por el país circulan virus tan patológicos como el de la Covid. Libremente se votan leyes que conculcan la propia libertad. ¿Habrá un peligro más grave que el de la pantera que nos acecha? A día de hoy no tengo noticias de que la hayan capturado. Acaso el asunto sea tan difícil como que en España se recobre el sentido común. Afortunadamente, somos suficientemente adultos como para sacudirnos la viruta de los políticos. Tal clase se ha vuelto tan peligrosa como los "camellos" que venden droga en la puerta de los colegios.
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