LEER A PLA


Por fin leo El cuaderno gris de Pla. Con antelación había leído las Cartas de Italia, Un viaje frustrado, Viaje en autobús y alguna cosa más. Las Cartas...me fascinaron. Todo escritor con quien coincido en la predilección por Italia me resulta simpático. Y tal simpatía nos empuja a penetrar en su obra. Nada nos hubiera hecho interiorizar en la obra de Stendhal sin contar con su italiano filia. Buscando equivalencias de Pla en la literatura española, se impone únicamente un nombre, el de Azorín. Comparte con el maestro de Monovar la inclinación por lo meticuloso, por lo expresivo. Quizá no sacrifique como éste todo al estilo, pero su fuente es el realismo, el testimonio, la crónica. No en vano en ambos su obra se justifica por la labor en prensa. Fueron casi coetáneos, padecieron los vaivenes del siglo XX, y rastrearon  en lo más íntimo para entender lo circundante. Pla nos cae simpático; un hombre sin pretensiones, apegado a la circunstancia de su paisaje natal y al avatar de sus moradores. Esa Cataluña envarada, más bien sosa como la Sardana, huraña y remilgada se nos vuelve franca y coloquial, a medida de que el escritor nos la va revelando. Pla se nos vuelve más cercano a raíz de la entrevista que Soler Serrano le realizó en el programa A fondo. En ella descubrimos a ese Pla arcaico, que todavía liaba cigarrillos embutiendo  el caldo de gallina en el papel de fumar, que se tocaba con una boina provinciana, y al que poco se le notaba su amplio bagaje viajero. Pla participaba de esa mesura con que algunos afrontamos la vida y que nos reclama saborearla con prudencia, si no queremos que un mal paso la haga naufragar. Fue precavido en política, comedido con la mujer, supo decantarse en la vida por aquello en que creía poseer algún talento, juntar palabras; en lo demás fue un tanto esquivo, pero no dejó por ello de inmiscuirse en el goce de la pasión. Leer a Pla es un ejercicio de introspección, como descubrir ese mundo propio de la memoria que hemos relegado, dejando caer sobre ella el velo del olvido. Conforme vamos explorando en la descripción cotidiana y sentimental la recoleta comarca del Ampurdán, indagamos en los vestigios de nuestra silenciada biografía la relevancia de unos menudos acontecimientos a los que no damos importancia. Esa parte de la familia a la que la muerte ha dejado suspendida en el recuerdo, esos incongruentes sucesos de la infancia que aparentemente no tenemos en cuenta y que sin embargo han sido determinantes en nuestra conducta posterior, enfrentándonos dialécticamente entre el deber y la libertad; además de todo lo juzgado como superfluidad, y que al cabo inclina la balanza de los hechos. Con la literatura queremos crear mundos ficticios que suplanten idílicamente el de nuestra realidad frustrante, sin reconocer que en nosotros, en nuestro derredor, vive la belleza objetiva del verdadero ideal.  Recrear lo cotidiano, lo próximo, registrado por el sello de lo genuino, auténtico, quizá sea lo cabal y ventajoso, pues nunca se nos podrá escapar con la experiencia banal de lo ilusorio. A esa tarea se entregó Pla.

Leer el Cuaderno gris es como aplicarse al sacramento de la confesión. Allí se van despejando nuestras hipocresías y se definen nuestros yerros; se diría que compartimos durante 800 páginas una sesión en el diván de Sigmund Freud. No sé si Pla estaba al tanto de la teorías de Freud, con las que tal vez le hubo familiarizado Dalí. En cualquier caso, el ejercicio del Cuaderno...es limpiar la vida de polvo y paja. Una  larga penitencia que acaso nos purifique. Una vida, en fin, que el escritor aborda con sentido honrado y no con el idealizante de la lente coloreada de Proust. 

Pla es consciente de que la vida sólo la justifica la extensión de una obra, esa obra completísima que transcribió a través de la numerosas encrucijadas del siglo XX. Lo que al final queda del hombre es su tarea, moral o circunstanciada, de laboriosidad artística o espiritual. Creo, pues, conveniente que, antes de ese final que a todos llega, me acerque al fin a la sinceridad de ese legado minucioso que trasciende de la obra de Josep Pla.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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