Mar. La mar arrebatada.
El joven caminante pasa
dejando impresa
su huella en la arena blanda.
Lleva la muerte a la espalda
como una pesadumbre nueva,
como un vacío
que su corazón desentraña.
Es la primera muerte cercana
que entra en la casa,
que muerde con seca dentellada,
vehemente como el primer amor,
como nunca después sabrá el dolor.
Sus pies se enredan en las algas
por la pleamar dejadas,
mientras mira la mar arrebatada;
gélida y adusta la mañana;
en el ánimo, la desesperanza.
Hoy ha entrado en casa,
nunca deseada, la furtiva muerte,
pero el nuevo sol, solitario astro,
parece irradiar indiferente.
Pues hoy también para el mar
el mismo sol parece casto,
como si el deseo para él no contara.
¿Acaso puede más que el amor la muerte?
El uno es de Dios; la otra, de la nada.