¡Júbilo en los cielos!
El Hijo ha ascendido
al trino empíreo. Uno
con el Padre y con su Espíritu.
La piedra ha sido removida.
Lo anunciado se ha cumplido.
Lo proclamaron los ángeles
a las pacientes mujeres
acongojadas de duelo.
A la carrera acudieron sus fieles
sobrecogidos por el anuncio.
El sepulcro está vacío.
De la muerte todo rastro se ha perdido.
El ungido del Señor
rompió la cadenas avernales.
Lo pregonó el heraldo
a quienes pululan desolados
en las tinieblas del Hades.
¿Se reservará a los condenados un elíseo?
El Espíritu del puro
descendió a las moradas
subterráneas, y victorioso
del rigor del juicio ardiente,
sin mácula, regresó a la vida,
tras haber recobrado el Paraíso.
La muerte ha sido vencida.
Las puertas quedan abiertas
a la esperanza postrera.
¡Cantad todos jubilosos
la nueva de eterno gozo!
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