A Gago Sardoy a primera vista podría tomársele por un indigente. Es de origen antillano, pero no sabría decir de qué país o de qué isla. Su humildad la manifiesta su atavío, siempre necesitado del algún lavado. Se cala una gorra de paño algo mugrienta, y los camales de sus pantalones se pliegan por fuera sobre las cortas pantorrillas, porque seguramente carece del dinero necesario para pagarse un arreglo de ropa.
Porque Gago es una criatura solitaria; se la ve vagar arrastrando una pesada bolsa por las veredas de la ciudad. Sí, Gago carece de casi todo, además es negro; pero hay algo más.
Casi siempre lo tropiezo en las distintas administraciones de loteria, apoyado en un mostrador rellenando columnas y columnas de la primitiva, del bonoloto y qué sé yo. Ensaya múltiples combinaciones que copia de una libreta que previamente ha rellenado con la aplicación de un contable, dando la sensación de verse enfrascado en una tarea farragosa. Gago Sardoy apenas tiene lo puesto, pero en sus manos baraja la posibilidad que muchos soñamos sin decirlo. Al igual que otros menesterosos fían de la inspiración para elaborar su arte o sus manualidades con que ayudar a sus carencias, o ingresan en la astrosa corte, Gago cultiva los laberintos de la Fortuna con los que acrecienta la esperanza.Tiene la corazonada de qué algún día los números mágicos del sorteo coincidirán con alguna de esas columnas minuciosamente repensadas. Entonces su sino cambiará del de paria a acaudalado. Y vestirá ropas lujosas y quienes hoy lo amedrentan lo saludarán con reverencia. Habitará en una buena casa y no será más un indigente.
Como su bolsillo apenas lo llenan unos euros, necesita meditar mucho antes de emplearlos. Asi pasa horas en las administraciones donde se ha hecho cliente familiar, y los loteros bromean con él, mientras rellena y rellena boletos hasta que siente la corazonada de que el que acaba de completar puede ser el agraciado. A ustedes les parecerá que Gago Sardoy no anda del todo es sus cabales, pero quién lo está del todo. Gago, en su inocencia, no se encuentra tan lejos de esos hombres ambiciosos que buscan fortuna, y que están dispuestos de arrostrar amargos sinsabores con tal de amasarla. Como a los personajes de El Halcon Maltés en su fiebre por el pájaro nergro, podría interrogarse a Gago sobre la naturaleza de su boleto, y sin duda respondería que se compone de "ese material con que se forjan los sueños".
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