Hace un día gris.
Estoy aquí.
Participo del milagro de la vida.
Gozo del instante singular y eterno.
Mientras como, me vienen
recuerdos de la mili.
Aquel menú idéntico al que hoy devoro:
filete con huevos fritos y patatas.
Yo vagaba solitario y perdido
por las veredas de Oviedo,
hasta que los compañeros
en el rifi -rafe de las armas
me invitaron a compartir
con ellos su cena fraternal
en un humilde merendero.
La vida cuartelaria
dejó de ser entonces tan amarga,
porque se había establecido un vínculo
de paz y camaradería.
Así como el Señor,
en su ultima cena,
en la intimidad del alto aposento,
compartió el pan y el vino
con quienes jamás dejarían
de ser suyos,
en su dolor redimidos,
renovados en su Esperanza;
del mismo modo hoy,
presente para quien le busca,
invita a compartir su mesa
a toda alma que ansíe comunión
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