Hay un defecto o tendencia a la que se sienten abocados muchos escritores en alguna etapa de su carrera. Si bien, si maduramos dicha reflexión, quizá concluyamos que semejante propensión sea inherente al ejercicio del oficio. ¿ Cuándo se adquiere y quiénes? Normalmente, los escritores que atesoran una fecunda formacion libresca o erudita. Si se es asiduo lector, se llega a un punto en que el conocimiento alcanza un cupo y se desborda, manifestándose en consideraciones pedantes. Cuando se es joven se admira a esos escritores que se adornan de mayor erudición, cuyos textos revisten una mayor complejidad, confundiendo tal cripticismo con la sabiduría. Ingenuamente creemos que a tal densidad expositiva corresponde un porcentaje análogo de experiencia. Así buscaremos entre sus páginas el diamante puro de su verdad cabalística, y lo consideraremos un guía y un profeta, que desbrozará nuestro camino hacia el conocimiento, la luz, y la libertad. Sólo la madurez nos convencerá de que tales autores tal vez se hallasen en análoga obscuridad, perplejidad y confusión a la que nos encontrábamos nosotros cuando los leímos.
La pedantería suele venir unida a la retórica literaria, por eso sus cultivadores son prolijos a lo largo de la historia. La derivación al manierismo se ha dado en casi todas las corrientes artisticas. Ya en el arte griego se dieron tres épocas: la arcaica, la clásica y la helenistica, siendo esta última compendio de las anteriores y saturada de elocuencia y proclive a la pedantería. Es difícil sustraerse a ésta siendo el autor de hoy por lo común un hombre culto.
En nuestras letras, ya el Siglo de Oro padeció este vínculo, manifiesto, por ejemplo, en el culteranismo de Góngora. No se sustraía a él tampoco Calderón. En el Neoclásico tal vez no había escritor que no lo fuera. El romanticismo se nutrió de ella en su versos engolados. Nos la volveremos a encontrar en el modernismo: Rubén Dario fue un gran cultivador. A su influjo no escapó el 27. Y así nos ha perseguido hasta nuestros días, cuyo mayor exponente a día de hoy lo encontramos en Vila-Matas.
Son sus máximos artífices en la literatura contemporánea, en primer lugar Joyce, a partir del Ulysses; su discípulo Becket, lo secunda; en Francia no nos olvidaremos de Hugo, pero no se nos puede escapar Sartre; ¿ Faulkner, en Norteamérica?; en Sudamerica, casi todos los cubanos lo son: Carpentier, Lezama Lima integral. Paradiso es todo un ejercicio de ella. Ya en Argentina, no pudo dejar de serlo, como era el clavel en su solapa, Mujica Lainez, con su estilo aristocrático, denso y suntuoso. Lo fue Borges, aunque hizo los mayores esfuerzos por liberarse. Aunque, en resumen, el que este limpio de pecado, que arroje la primera piedra.
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