Madre, un débil hilo
te ata con la vida.
Pronto no estarás.
Sentiré tu ausencia
en la casa solitaria
y en el recuerdo resonará tu eco
como una onda de gozo.
Tu presencia añorará
la fría memoria
y a tu cama vacía
extrañará la mañana.
No podemos remediar que todo pase;
por lo que no permanece,
alguna vez las lágrimas
humedecerán mis ojos,
mientras la flor de tu nombre
musiten mis labios
con congoja.
No olvidarán mis días
tu mirar candoroso
y en el espejo del alma
quedará reflejada tu bondad,
la voz de tu inocencia
en el amargo sinsabor.
Cuando yo también pase
se reunirán nuestros recuerdos,
unánimes en el atardecer.
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