Señor, cuántas veces

 Señor, cuántas veces

has venido a mi encuentro

y te he ignorado

con cualquier escusa,

indiferente o ensimismado.

He palpado tus llagas

y no supe darte alivio.

Perdóname, Señor,

por todos las renuencias,

la escusas, los olvidos.

Vi tu rostro en los días,

y en la hora de la muerte,

pero, ay, no supe reconocerlo.

Me embebí de mí

y no supe darme al otro.

Dormí cuando tu velabas,

rechacé la copa que me dabas,

te ignoré cuando te crucificaban.


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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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