Herida

Herida

he sentido ese mal sangrar 

entre mis manos, dejando

una mancha que ningún agua

consigue lavar; cuyo flujo

quema como fuego

que no mitiga ni tiempo

ni olvido. Superfluos

son los esfuerzos por 

sepultar su recuerdo,

ni siquiera la nueva vivencia

consigue velar su memoria.

La espina de su dolor

permanece como herida

reciente, vestigio de esa rosa

que pretendimos arrancar.

Semilla de maldad

Semilla de maldad

 Cuando niño cada cosa era nueva

y picaba la curiosidad.

Nuevo el misterio de ese sol 

que cada mañana levantaba;

el juego de luz y forma de la luna,

misteriosa en su elemental perfección;

la noche que ensombrecía el mundo

ante nuestros ojos, silenciosa, opaca.

Tan inquietante como ese otro misterio

que recelábamos e imaginábamos

al borde del tiempo: la muerte,

ese inquilino de nuestra vida

que nos acompaña desde el nacer.

 Dura experiencia que contemplamos

cuando una mañana ese rapaz ariscado

(cuál no serían sus tormentos

que justificaran tal vileza)

daba muerte a los gatitos, 

paridos ha pocos días,

sellándoles la boca con puñados

de tierra, cruel como un sepulturero

que cumple una tétrica función,

olvidados los designios de Dios,

estériles sus afectos de compasión.

¿Qué semilla de maldad

había fermentado en su alma

para hacer padecer en los otros

la injusticia que su corazón corrompió?

Rutina

Rutina

 hay días en que se llena de caos la vida,

en que la esperanza se diluye desvaída,

en que el espacio describe inconexas geometrías,

donde la duda esparce semillas vacías

sobre una mente enjaulada en la rutina,

en tanto del corazón brota, exangüe, una apatía

que va carcomiendo el pulso, el propósito, los días...