Semilla de maldad

 Cuando niño cada cosa era nueva

y picaba la curiosidad.

Nuevo el misterio de ese sol 

que cada mañana levantaba,

el juego de luz y forma de la luna,

misteriosa en su elemental perfección,

la noche que ensombrecía el mundo

ante nuestros ojos, silenciosa, opaca.

Tan inquietante como ese otro misterio

que recelábamos e imaginábamos

al borde del tiempo: la muerte,

ese inquilino de nuestra vida

que nos acompaña desde el nacer.

 Dura experiencia que contemplamos

cuando una mañana ese rapaz ariscado

(cuál no serían sus tormentos

que justificaran tal vileza)

daba muerte a los gatitos, 

paridos ha pocos días,

sellándoles la boca con puñados

de tierra, cruel como un sepulturero

que cumple una función,

olvidados los designios de Dios,

estériles sus afectos de compasión.

¿Qué semilla de maldad

había fermentado en su alma

para hacer padecer en los otros

la injusticia que su corazón corrompió?

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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