Río, lago, mar u océano!
En lo inestable te sientes primordial.
Te ignora la luz de los rayos, profundidad;
profundidad de abismo, averno frío, precipicio
donde se hunden las tinieblas sin indicio
de retornar. Allí donde rugen los ángeles
caídos o habita el gran silencio de las simas,
cráteres de la desesperanza. Desolación
que extiende incierta su duda y sus cascadas
en tanto entona la arcana canción no revelada.
Agua, mar de las civilizaciones, pingüe
cuando el hombre te surca
y su vela hiende el horizonte infinito.
Allí donde te descifra el hemisferio y la brújula
y las arenas de tus playas son refugio
del naufragio de los héroes.
Hoy a tus orillas vuelvo,
como al regazo de una madre;
porque en el eterno movimiento
de tus ondas se consagra el milagro
de la vida, se hace la mar prodiga, sustento
de todas las criaturas. Mar.
Conciencia azul que late indivisa,
conciencia del tiempo, en cuyo vaivén
garboso planean las gaviotas
y los peces sondean entre turbulencias
los senderos sin número del océano.
Tu movimiento variable mece, sacude, ¡despedaza!
y pretende revelar el misterio y los orígenes.
¡Qué me cubra el mar de azules y espumas,
con el brillante centelleo que reverbera sobre sus ondas!
¡Qué me cubra el mar con el armiño lapizlázuli
de su manto regio, acribillado de miríadas de estrellas!
Que me recuerde el mar como uno más de sus marinos,
o que con su húmeda indiferencia
cubra mi nombre de olvido.
Que me cubra el mar del solsticio y no el desmesurado
de la galerna cuando vomita el sumidero de Hades
sobre el despeñadero de rocas y acantilados,
devorando con duras dentelladas
la estéril agonía del náufrago.
Río. Rio que discurre, sereno y melodioso,
saciando la sed inagotable de los pueblos.
Río de la vida,o río de la desesperanza;
Ríos de Manrique; corrientes duraderas
que traen el anuncio del tiempo renovado
o la dulce eternidad de los valles remansados.
Río que te escuchas con tu cántico de perlas
descendiendo fresco y sinuoso por tu lecho de guijarros.
Corrientes arcaicas como el despertar del mundo
cuyo alegre manar sacia la sed del peregrino.
En lo inestable te sientes primordial.
Te ignora la luz de los rayos, profundidad;
profundidad de abismo, averno frío, precipicio
donde se hunden las tinieblas sin indicio
de retornar. Allí donde rugen los ángeles
caídos o habita el gran silencio de las simas,
cráteres de la desesperanza. Desolación
que extiende incierta su duda y sus cascadas
en tanto entona la arcana canción no revelada.
Agua, mar de las civilizaciones, pingüe
cuando el hombre te surca
y su vela hiende el horizonte infinito.
Allí donde te descifra el hemisferio y la brújula
y las arenas de tus playas son refugio
del naufragio de los héroes.
Hoy a tus orillas vuelvo,
como al regazo de una madre;
porque en el eterno movimiento
de tus ondas se consagra el milagro
de la vida, se hace la mar prodiga, sustento
de todas las criaturas. Mar.
Conciencia azul que late indivisa,
conciencia del tiempo, en cuyo vaivén
garboso planean las gaviotas
y los peces sondean entre turbulencias
los senderos sin número del océano.
Tu movimiento variable mece, sacude, ¡despedaza!
y pretende revelar el misterio y los orígenes.
¡Qué me cubra el mar de azules y espumas,
con el brillante centelleo que reverbera sobre sus ondas!
¡Qué me cubra el mar con el armiño lapizlázuli
de su manto regio, acribillado de miríadas de estrellas!
Que me recuerde el mar como uno más de sus marinos,
o que con su húmeda indiferencia
cubra mi nombre de olvido.
Que me cubra el mar del solsticio y no el desmesurado
de la galerna cuando vomita el sumidero de Hades
sobre el despeñadero de rocas y acantilados,
devorando con duras dentelladas
la estéril agonía del náufrago.
Río. Rio que discurre, sereno y melodioso,
saciando la sed inagotable de los pueblos.
Río de la vida,o río de la desesperanza;
Ríos de Manrique; corrientes duraderas
que traen el anuncio del tiempo renovado
o la dulce eternidad de los valles remansados.
Río que te escuchas con tu cántico de perlas
descendiendo fresco y sinuoso por tu lecho de guijarros.
Corrientes arcaicas como el despertar del mundo
cuyo alegre manar sacia la sed del peregrino.
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