TROYA

Troya, pese a su descubrimiento por Schliemann, no dejó de ser legendaria. Simboliza uno de los grandes sueños de la humanidad. Los escuetos vestigios arqueológicos que de ella nos ha quedado apenas empañan la briosa grandeza de los cantos de la Iliada, extenso poema en que se conmemora una edad mítica del pasado heleno: la heroica. Frente a las murallas de Troya combatió una generación que imprimiría su huella ideal para el resto de los tiempos,  y que el canto emocionado del aedo ciego se encargaría de transmitir de ágora en ágora por la polis de Grecia, como esos otros ciegos pregoneros difundírían los viejos romances por Castilla.

La Troya arqueológica, la Hisarlik, concienzudamente estudiada por los especialistas, acaso presente vestigios de esa guerra que se dio en esa incierta edad oscura, donde los motivos, los hechos y los contendientes quizá poco tengan que ver con los relatados por Homero en sus poéticos hexámetros.
Homero desarrolla en su vasto poema un mundo mítico, fantástico al cabo, con ecos remotos de realidad, acorde con las aspiraciones de los Griegos. El poeta proporcionó a Grecia ese espejo en el que quisieron mirarse las generaciones, exaltó sus virtudes primordiales y prefiguró un modo gallardo de enfrentarse a la existencia. De su fuente bebió Grecia a través de los siglos, desde Leónidas a Alejandro, fundamentando en esa voluntad heroica el vivo sacrificio que dará impulso a sus pueblos. El precio de la sangre derramada desde  entonces será ejemplo para la expansión de las civilizaciones. Toda conquista es deudora de este consumado sacrificio. Estar dispuesto a pagar con la vida es el único rescate para nuestra libertad.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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