Cae la tarde provinciana
a la sombra de la almena.
Sueña Alhambra, recatada,
el recuerdo de su pena.
Granada se postra lozana
a las orillas del Darro,
escondiendo tras sus arcos
el frenesí de los barrios.
Granada, gitana y mora;
en el solaz de tus patios
triste la guitarra llora.
Al reclamo de la brisa,
un jilguerillo se mece
en la umbría del parterre,
trémulos los lirios blancos,
los naranjos y cipreses,
porque la tarde se mira
en la alberca de los peces.
Ella mira en la baranda
la filigrana del agua,
el reír de la corriente
entre castas flores que ornan
el rebrincar de las fuentes.
Alhambra la misteriosa,
edén del Jeneralife,
en el fluir de las cosas
cuánto calado tuvisteis.
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