Creo que se conmemora en estos días el centenario del nacimiento del Frank Sinatra. Como en casi todo hombre, su personalidad despedía el fulgor más rutilante o se escondía tras las más densas sombras. Fue un hombre popular. ¿Quién en el mundo no ha llegado alguna vez a oír hablar de él? Pertenecía al mundillo del espectáculo, actividad cuya resonancia llega a todos los lugares a través de los medios de comunicación.
Entre esas luces que iluminaban a Frank, destacaba el milagro de su voz: "La voz". Dentro de la música de masas ocupó un puesto de lo más relevante. Fue maestro del swing, música que encandiló a las jovencísimas de los 50. Sinatra era como el Raphael de America, o Raphael era como el Sinatra de España. Sus interpretaciones fueron espléndidas, dejando ejemplos inmejorables de My way, New York, New York, o Strangers in the night. Fue a su vez actor meritorio, como dejó patente en su papel en "De aquí a la eternidad". Pero, creo, que a Sinatra más que el cine le iba la vida, y no había nadie como él para buscársela. Fue un hombre de negocios serio; de ahí su vinculación con esos hombre serios de la "cosa nostra". Conocedor del negocio del espectáculo, del que se decidió a dominar todas su teclas, desde las de los despachos hasta las de los escenarios, fundó ese renombrado "Clan" que se haría popular a nivel internacional. Hoy no nos cabe duda de que el Clan era obra personal suya, el era el jefe, el particular padrino de esa reducida famiglia. Creo que sus componentes llegaron a sumar once, pero a los que recordamos son los más populares, Dean Martin, Peter Lawford, y Samy Davis jr. Junto a ellos cosechó triunfos con el show de su casino de Las Vegas, casino que había adquirido por mediación de sus amigos mafiosos. Junto a sus otros amigos del "clan" obtuvo algún éxito en la pantalla grande con filmes que dejaban bastante que desear.
Pero estaba claro que para Frank el arte no era más que un aditamento. Fue un hombre de suerte; tuvo acceso a las más bellas mujeres. Con algunas de las cuales se casó, y con otras practicó los oficios de alcahuete. Proporcionaba mujeres esplendidas a hombres exigentes; entre éstos, capos mafiosos y renombrados políticos. Lo que verdaderamente Frank anhelaba era poder, no ser un títere; por eso se acercó a los dominios del hampa e hizo la corte a los políticos, a quienes ayudó en sus campañas. ¿Qué buscaba de ellos Frank sino su parcela de influencia, la solidez de un cargo que contara con el beneplácito presidencial? ¿Cuál era su sueño? ¿Cómo no?: La embajada de Italia. El más grande de los sueños para un menesteroso emigrante ítalo de los arrabales neoyorkinos. Pero en la vida no todo son triunfos; los hombres son falibles, inclinados a la traición. Los políticos le defraudaron, jamás llegó a alcanzar su anhelo.
Se quedó sin embajada y sin clan, y libando como un colibrí de mujer en mujer, porque el amor le falló. Se confirmó su presencia en el 57 en la reunión mafiosa de la Habana, que Francis Ford Coppola nos recordará en El Padrino II. Siguió cantando y maquinando en esas sombras que se nos escapan. Sabemos de la naturaleza de sus procedimientos por una anécdota bastante reciente. Cuando el divorcio de Mia Farrow y Woody Allen recomendó a su "ex" mandar un par de gorilas que rompieran las piernas del cineasta si este no se comportaba como era debido. Genio y figura de Sinatra. Una personalidad un tanto comprometida para esta época de demanda de profilaxis y transparencia a todos los niveles.
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