Zola es un escritor que no despertó en mí curiosidad, aparte de por una ubicación a reseñar en la historia literaria. Con él se inauguró el realismo moderno, espejo donde debería reconocerse la sociedad de su tiempo. El escritor se consideraba deudor de Balzac y su Comedia humana, y entendía que su labor era desentrañar y denunciar los defectos y lacras que erosionaban vida y costumbres del París de las postrimerías del XIX. Para ello se aplicó a una labor quirúrgica, aplicando al organismo social las soluciones clínicas que fueran necesarias. No sabemos si su celo llegó a subsanar las deficiencias que acusaba la vida parisina, y si su bisturí fue certero y sajó allí donde era recomendable hacerlo para restablecer a esa sociedad convaleciente surgida del Segundo Imperio, pero lo que si queda claro es que redondeó una obra que testimonia el mundo y la época que le toco vivir. Un tiempo donde primaban los cambios, se imponía el positivismo y se veneraba la ciencia y el progreso. Quizá Zola representaba el ápice y el inicio del declive de lo valores propugnados por la sociedad industrial. Como hombre lúcido se adhirió a todos los movimientos novedosos de su época;políticamente progresista, reivindicó la libertad de prensa, que bajo la denuncia del affair Dreyffus hizo tambalear al gobierno constituido. En materia de arte, demostró sus simpatías por el grupo impresionista, cuya propuesta consolidaría un nuevo concepto del arte. Por primera vez la pintura salía de las academias y museos, para practicarse al aire libre, en contacto con la naturaleza y la vida.
El estilo de Zola es directo y práctico, ajustado a las necesidades de un argumento cuya estructura se reconoce perfectamente medida; en ningún momento es divagatorio como el de Balzac, y en su anhelo de transcribir la realidad se aparta del perfeccionismo de Flaubert, donde la exigencia formal transforma toda objetividad. Zola va al grano, que no siempre es atractivo pero que responde a sus planteamientos estéticos en consonancia con los nuevos valores de su tiempo. El retrato social de Zola es descarnado, cáustico a veces, pero encaminado a la denuncia de ese mundo caduco que se propone transformar en aras de los mitos del nuevo orden: libertad, ciencia, progreso.
Recientemente, he leído su obra Théresè Raquín. No es una novela cuya lectura nos cause placer; todo lo contrario. Porque su cometido es otro: el de despertar de su letargo a una acomodada sociedad burguesa, bajo cuya indiferencia se urden todas los delitos e injusticias que perturban el orden social. Zola busca encaminarnos hacia el bien mostrándonos el rostro menos grato de la realidad.
Aún repugnando al gusto, no deja de ser Théresè Raquin una novela literariamente conseguida, donde queda patente la vicisitud de esas clases medias parisinas, en una sociedad en crisis. Crisis que queda perfectamente patentizada en la próxima novela de Zola que me propongo leer: Nana, que al parecer de los críticos es una de sus obras más conseguidas. En ella penetra los entresijos de las distintas capas sociales, descubriendo su más execrable condición, disimulada bajo un velo de descarada hipocresía.
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