Siento la flor fría de la noche
aguardando los amaneceres intangibles,
el viento azul, la piedra rota
en el fondo de la alberca de la fuente.
Como una lágrima de rocío
en la otoñal tristeza de los campos,
ateridos en la lontananza.,
presintiendo la perdida corriente.
El fúnebre ataúd, la monda calavera,
el esqueleto desvencijado
en el lecho del lodo
olvidado en el bosque de la memoria.
Quiero hacer una apuesta por el éxito,
por esa vida que escapó a la inundación,
por esa alma que cerró los postigos al otoño,
por esa gracia recobrada en la sonrisa de una niño,
por ese sabor a sal del mar,
por la osada imaginación
que traspasó las barreras del horizonte.
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