Hace varios años que no publico una novela. La razón última de ello quizá haya que encontrarla en la apatía. Mis escasos libros los publiqué en una época de apasionado convencimiento en mi obra, con ella creía estar dando un paso adelante en mi vida. Algunas escaramuzas promocionales corroboraron mi bautismo en las letras. Recibí algunas críticas favorables de conocidos. Después sólo silencio. Al dejar de publicar cesaron los ajetreos y expectativas sobre mi obra. Se ha dado el caso de escritores como García Márquez,o Vargas Llosa que de bien jóvenes su obra fue reconocida, suponiéndoles el pase al éxito en el mercado editorial y a los manuales literarios. Éste no es mi caso; sin embargo, si me resta alguna ambición literaria, he de avanzar lentamente pero con tesón, como las hormiguitas preparando su despensa para el invierno, como las abejas elaborando la miel en sus colmenas. No he de acomplejarme. No importa que seas bueno o malo; la cuestión es ser tu mismo. Crear una obra en la que puedas justificarte. Lo agradeceré yo mismo, mis lectores, Dios.
Echando un vistazo en una librería, me he fijado en la obra de Javier Marías. Empezó escribiendo novelas no muy extensas y fue fiel asimismo, perseveró. Hoy ha alcanzado un hueco en el escaparate literario. Sus últimas novelas parecen decimonónicas en cuanto a longitud. No nos olvidemos de la constante dedicación de la abeja. No en vano Napoleón la escogió como símbolo. Escritor, si tienes vocación, persevera. Tal vez para tus contemporáneos pases desapercibido, pero si tu esfuerzo es aplicado y auténtico, con la ayuda de Dios vencerás todas las barreras. Y serás leído, sí, serás leído.
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