GALGO CORREDOR DE SÁNCHEZ DRAGÓ


 Esta mañana he hojeado con curiosidad  el libro de memorias de Fernando Sánchez Dragó, Galgo Corredor. Finalmente, no me he decidido a comprarlo, pese a que el autor trataba de seducir con citas estimulantes de la más diversa procedencia, de Jung a Bergamín, pasando por él mismo y su imagen transgresora de la tarea literaria. Lo malo para Dragó es que tal radicalidad, a día de hoy, no pasa de ser un estereotipo que vende, o vendía. Alabo su determinación de desmarcarse del escritor que lo "es" por el gran público (lector o simplemente curioso) y su voluntad de delimitar su independencia, adscribiéndose a una literatura de combate y personal como la que desarrollaron su ídolo, Hemingway, Henry Miller, Kerouac, Bukowski u otras eminencias contraculturales que paradójicamente ha engullido el sistema, que a día de hoy es el único que existe. Si tal militancia no hubiera "molado" al establisment,  qué hacía tan díscolo autor recibiendo el Planeta. La sociedad premió su disconformidad como premia la impresentabilidad de los Rolling Stones y las demás "bandas" que esquilman el remanente financiero de la cultura.

Dragó me resulta simpático. Lo sigo desde que se diera a conocer en el programa "Encuentros con las letras". Puede considerársele un personaje público, condición a mi parecer que desvirtúa a ese escritor montaraz, indomeñable, como le gusta ser recibido. Lo malo es qué la mayor parte de estos escritores anómalos de que se tiene registro han permanecido en el anónimato durante su experiencia literaria, recuérdese a Kafka, a Lautremont, aun el mismo Stendhal no reconoció gloria alguna en vida. Su discurso no concordaba con el de su época, por eso se granjearon el silencio de sus contemporáneos.

El libro Galgo Corredor me resulta una propuesta demasiado personal, de la que me asalta algún reparo a la hora zambullirme en él como en las aguas del Postiguet, tal cual hiciera el adolescente Sánchez Dragó cuando accedía al tranvía en Padre Esplá, a unos pasos de Gasset y Artime, donde yo nací, para disfrutar de una mañana playera alicantina. Dragó fue todo lo que yo no pude y anhelé ser, un reputado trotamundos. Alguién que quiso exprimir todo el jugo a la vida, experiencia que no sé si es del todo recomendable. Hacer recuento de nuestras promiscuidades e infidelidades personales no sé si ayuda a fortalecer el ánimo o a sumirnos en la desesperanza. Dragó se echa a los hombros la pedagogía de Hermann Hesse y pontifica desde su cátedra heterodoxa, llevándonos por lo general a una confusión teórica, en la cuál resulta problemático determinar una orientación. Encuentro cierto paraleismo con Bukowski, quien despotricó de todo y contra todo, con recalcitrante cinismo, para a  la hora de la muerte desear ser enterrado siguiendo el ceremonial budista. ¿Por qué budista? Dragó no sabemos si ha hecho su elección, o si desea seguir manteniéndose en su sincretismo escéptico. Por mi parte, me hago oídos de Salomón, y reconozoco bienaventurado al hombre que en las cosas de Jehová medita de día y de noche. Sé de mi condición vana y éfimera y me aferro a mi Biblia como último baluarte después de la quema.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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