Leo una reseña biográfica sobre Mallarmè. Es entre los simbolistas el menos frecuentado. Acaso porque sea el menos pecador. Comedido profesor de Liceo que al parecer murió tras cierto conflicto con unos spagueti bolognesa. No he leído sino superficialmente su obra. Desde hace bastantes años conservo una antología, en francés, de sus poemas, adquirida en una libreria de Paris, próxima a los jardines de Luxenburgo. Me entero, por un apéndice de la reseña, que era un autor muy admirado por Lezama Lima. Ambos cultivaban el hermetismo por norma. Cuando uno penetra en el Paradiso de Lezama ha de abrirse camino con el machete por una espesa selva de densa confusión verborreica y no empieza a ver diáfano hasta haber dejado atrás el compacto laberinto. Sólo llegando a su final se define la forma del mítico Minotauro.
Estábamos en que Mallarme era un modesto profesor de costumbres morigeradas. Contrariamente a Verlaine y Rimbaud, no se cuentan de él vicios escandalosos. No sé si llegó a cortejar a la bebida, pero recuerdo un retrato de él, donde sostiene una pipa en una mano con afectuosidad de adicto. Al parecer cultivaba solo los encantos de Venus e ignoro si recolectaba yerbas. Como las madames napoleónicas, abrió unos salones donde recibía; por allí asomaron Verlaine y Valery, Yeats y Rilke, junto a novelistas como Gide o Huyssmans, entre otros. Seguramente a Rimbaud no se lo invitaba por miedo a la bronca, o porque éste ya se hallara exiliado en distantes hemisferios. Al leer a Mallarmé se observa cierta frialdad epigráfica, sus versos parecen tallados por un escalpelo escultórico. Se los lee como formas cerradas perfectas en sí mismas, despojadas de pasión. Están lejanas de la báquica languidez de Verlaine y de la combativa vitalidad de Rimbaud. En contra de Baudelaire, donde destila la forma una fetidez embriagadora, en Mallarmé las estrofas traspiran una pureza estéril. Su lectura es seguramente obligada para comprender el simbolismo. Compré las obras de estos de La Pleiade; me falta la de Mallarmé. No sé si algún día podré dedicar una temporada a su obra, en caso de que emparejemos con Matusalén. Será de seguro no una "temporada en el infierno", sino una incursión por la cara oculta de la luna.
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